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Historias Urbanas | Oooooh por Little Richard

Redacción República
10 de mayo, 2020

Oooooh por Little Richard, ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Chuck Berry aportó el sonido de la guitarra eléctrica y la narración de historias a través de las canciones.

Buddy Holly ideó el formato de guitarra líder, guitarra rítmica, bajo y batería para armar grupos.

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Elvis Presley representó el carisma, el magnetismo hacia el público femenino. Y si lo ameritaba, podía ser un buen muchacho campesino dispuesto a servir al ejército de su país.

Jerry Lee Lewis jugó a la impredecible, prendiéndole fuego al piano y organizando atentados contra las buenas costumbres.

Johnny Cash reflejó como nadie la oscilación del alma entre el pecado y la santidad.

Little Richard entregó su piano, su maquillaje, sus trajes, su masculinidad afeminada y su voz al servicio del primer rock and roll.

Su fallecimiento se dio a conocer la mañana del 9 de mayo de 2020,

Del pianista Billy Wright aprendió a empolvarse la cara, delinearse el bigote y peinarse al estilo pompadour.

Del pianista Eskew Esquerita Reeder tomó el vestuario llamativo y el frenesí en escena. Así cimentó el camino que después se bifurcó entre el glam rock, el hard rock y el heavy metal.

Nacimiento de Richard Wayne

Richard Wayne Penniman nació el 5 de diciembre de 1932 en la ciudad de Macon, estado de Georgia.

Se crio dentro de un estricto hogar cristiano, lo que no impedía que el padre vendiera whisky clandestino y fuera dueño de un club nocturno.

El padre echó de casa al pequeño Ricardito, cuando tenía 12 años, porque según él le salió demasiado amanerado.

Cantaba recio los himnos de su congregación, seguro de que su voz llegaba hasta los oídos de Jesús. Quería que arriba en el cielo supieran que abajo en la tierra se entonan alabanzas en Su nombre, aunque lo reprendieran por hacerlo tan fuerte.

Y fue esa voz, que después se batió en duelo con los saxofones en estudio y en concierto, la que proyectó las canciones de Little Richard al sitio que ocupan dentro del pensum de estudios que siguieron Bob Dylan, Paul McCartney, Jimi Hendrix, Ian «Lemmy» Kilmister, John Fogerty, David Bowie y Elton John.

Esa voz prende la mecha del incendio que no rebasa los tres minutos por canción. El piano obliga a seguir el ritmo con los pies o a buscar pareja para revolotear sobre la pista.

Cuidado con quedarse quieto cuando el cantante abandonaba su instrumento y se acercaba sudoroso al público sentado en primera fila.

Era un registro difícil de emular. Al elegir el repertorio que prolongaban por horas en Hamburgo, Paul McCartney se animó con los temas de Little Richard.

Me lo imagino tomando aire, poniéndose colorado, sintiendo que el fuelle se le escapa, hasta que al fin le agarra el modo a «Lucille», «Kansas City/Hey, Hey, Hey» y «Long Tall Sally».

Su héroe fue generoso: le enseñó como vocalizar el oooooh, con el que solía rematar sus estrofas, cuando los Beatles abrieron conciertos para él en 1962.

A Jimi Hendrix –perteneció a la banda de Little Richard de noviembre de 1964 a julio de 1965– se le atribuye la afirmación de que quería hacer con su guitarra lo que su antiguo patrono hacía con su voz.

Como sucedió con sus contemporáneos, Little Richard se vio relegado al circuito nostálgico de los cincuenta ante la escasa repercusión de sus grabaciones posteriores a 1960.

En su tiempo armó ruido al retirarse del mundo para estudiar teología en la universidad de Oakwood, Alabama, y ordenarse pastor.

Ofició los matrimonios de Cindy Lauper, Tom Petty y Steve Van Zandt, dirigió los funerales de Ike Turner y Wilson Pickett.

En sus últimos años vivió convencido de que el segundo advenimiento de Cristo estaba cerca; también le roía el disgusto de que no vio un centavo por las canciones que grabó para el sello Specialty, desde «Tutti Frutti» hasta «Good Golly Miss Molly».

Estaba seguro del puesto que le corresponde dentro de la música popular en habla inglesa; no le causaba gracia que siempre lo sentaran detrás de los Rolling Stones, los Beatles, James Brown y Jimi Hendrix a la hora de armar la lista de los cien artistas más grandes de todos los tiempos, como se lo indicó a la revista Rolling Stone publicada el 15 de abril de 2004.

«Pero es alegre que todavía siga aquí y pudiera superar el paso del tiempo. Cuando la gente quiere gozar y divertirse y pasársela bien, quiere oír al viejo rock and roll. Y me siento agradecido de haber sido parte de todo eso», comentó Richard.

Nosotros también.

Historias Urbanas | Oooooh por Little Richard

Redacción República
10 de mayo, 2020

Oooooh por Little Richard, ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Chuck Berry aportó el sonido de la guitarra eléctrica y la narración de historias a través de las canciones.

Buddy Holly ideó el formato de guitarra líder, guitarra rítmica, bajo y batería para armar grupos.

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Elvis Presley representó el carisma, el magnetismo hacia el público femenino. Y si lo ameritaba, podía ser un buen muchacho campesino dispuesto a servir al ejército de su país.

Jerry Lee Lewis jugó a la impredecible, prendiéndole fuego al piano y organizando atentados contra las buenas costumbres.

Johnny Cash reflejó como nadie la oscilación del alma entre el pecado y la santidad.

Little Richard entregó su piano, su maquillaje, sus trajes, su masculinidad afeminada y su voz al servicio del primer rock and roll.

Su fallecimiento se dio a conocer la mañana del 9 de mayo de 2020,

Del pianista Billy Wright aprendió a empolvarse la cara, delinearse el bigote y peinarse al estilo pompadour.

Del pianista Eskew Esquerita Reeder tomó el vestuario llamativo y el frenesí en escena. Así cimentó el camino que después se bifurcó entre el glam rock, el hard rock y el heavy metal.

Nacimiento de Richard Wayne

Richard Wayne Penniman nació el 5 de diciembre de 1932 en la ciudad de Macon, estado de Georgia.

Se crio dentro de un estricto hogar cristiano, lo que no impedía que el padre vendiera whisky clandestino y fuera dueño de un club nocturno.

El padre echó de casa al pequeño Ricardito, cuando tenía 12 años, porque según él le salió demasiado amanerado.

Cantaba recio los himnos de su congregación, seguro de que su voz llegaba hasta los oídos de Jesús. Quería que arriba en el cielo supieran que abajo en la tierra se entonan alabanzas en Su nombre, aunque lo reprendieran por hacerlo tan fuerte.

Y fue esa voz, que después se batió en duelo con los saxofones en estudio y en concierto, la que proyectó las canciones de Little Richard al sitio que ocupan dentro del pensum de estudios que siguieron Bob Dylan, Paul McCartney, Jimi Hendrix, Ian «Lemmy» Kilmister, John Fogerty, David Bowie y Elton John.

Esa voz prende la mecha del incendio que no rebasa los tres minutos por canción. El piano obliga a seguir el ritmo con los pies o a buscar pareja para revolotear sobre la pista.

Cuidado con quedarse quieto cuando el cantante abandonaba su instrumento y se acercaba sudoroso al público sentado en primera fila.

Era un registro difícil de emular. Al elegir el repertorio que prolongaban por horas en Hamburgo, Paul McCartney se animó con los temas de Little Richard.

Me lo imagino tomando aire, poniéndose colorado, sintiendo que el fuelle se le escapa, hasta que al fin le agarra el modo a «Lucille», «Kansas City/Hey, Hey, Hey» y «Long Tall Sally».

Su héroe fue generoso: le enseñó como vocalizar el oooooh, con el que solía rematar sus estrofas, cuando los Beatles abrieron conciertos para él en 1962.

A Jimi Hendrix –perteneció a la banda de Little Richard de noviembre de 1964 a julio de 1965– se le atribuye la afirmación de que quería hacer con su guitarra lo que su antiguo patrono hacía con su voz.

Como sucedió con sus contemporáneos, Little Richard se vio relegado al circuito nostálgico de los cincuenta ante la escasa repercusión de sus grabaciones posteriores a 1960.

En su tiempo armó ruido al retirarse del mundo para estudiar teología en la universidad de Oakwood, Alabama, y ordenarse pastor.

Ofició los matrimonios de Cindy Lauper, Tom Petty y Steve Van Zandt, dirigió los funerales de Ike Turner y Wilson Pickett.

En sus últimos años vivió convencido de que el segundo advenimiento de Cristo estaba cerca; también le roía el disgusto de que no vio un centavo por las canciones que grabó para el sello Specialty, desde «Tutti Frutti» hasta «Good Golly Miss Molly».

Estaba seguro del puesto que le corresponde dentro de la música popular en habla inglesa; no le causaba gracia que siempre lo sentaran detrás de los Rolling Stones, los Beatles, James Brown y Jimi Hendrix a la hora de armar la lista de los cien artistas más grandes de todos los tiempos, como se lo indicó a la revista Rolling Stone publicada el 15 de abril de 2004.

«Pero es alegre que todavía siga aquí y pudiera superar el paso del tiempo. Cuando la gente quiere gozar y divertirse y pasársela bien, quiere oír al viejo rock and roll. Y me siento agradecido de haber sido parte de todo eso», comentó Richard.

Nosotros también.