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Historias Urbanas: Médicos desarmados

Redacción República
28 de junio, 2020

Médicos desarmados, ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Para que un médico complete su formación, pasan cerca de siete años desde que llega como alumno de primer ingreso a la universidad hasta que su tesis recibe el visto bueno del comité evaluador.

Según la especialización que elija –pediatría, oncología, ginecología, cardiología, geriatría, etcétera–, aplicará a becas para prepararse fuera del país.

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Asistirá a seminarios, obtendrá maestrías, se planteará el doctorado; aprenderá inglés, francés, alemán; si es necesario, incursionará en el latín y el griego para estudiar a los maestros de los siglos XVI y XVII.

Si aparte de atender su clínica particular tiene vocación por la enseñanza, se hará cargo de varios cursos en las facultades de medicina y ayudará a generar conocimientos por medio de sus investigaciones.

Se mantendrá en actualización constante: la ciencia no permanece estática. Los hallazgos reportados en revistas se confirman o desmienten a los pocos meses.

Observará con sumo cuidado a sus pacientes para dar con un diagnóstico certero y recomendarles el tratamiento que necesiten.

En ocasiones combinará su profesión con otras disciplinas. Se dedicará a la literatura, como el ensayista español Gregorio Marañón, el cuentista nicaragüense Fernando Silva y la poeta guatemalteca Gabriela Gómez.

Será humanista en el amplio sentido de la palabra como lo fue Carlos Martínez Durán, dos veces rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala; tocará heavy metal, como Roberto «Blacko» González.

Con este resumen armado a la carrera trato de reflejar la pérdida que se sufre cuando los doctores sucumben, a edad relativamente temprana, al combatir epidemias con los ínfimos medios puestos a su alcance.

Laboran a doble turno, lejos de sus familias, sin tiempo para reponerse antes de regresar al lugar donde se amontonan los enfermos: sólo les espera trabajo y más trabajo. También los contagios, la muerte y las secuelas dejadas por el padecimiento si logran salir con vida.

¿Las autoridades? Bien, gracias.

Historias Urbanas: Médicos desarmados

Redacción República
28 de junio, 2020

Médicos desarmados, ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Para que un médico complete su formación, pasan cerca de siete años desde que llega como alumno de primer ingreso a la universidad hasta que su tesis recibe el visto bueno del comité evaluador.

Según la especialización que elija –pediatría, oncología, ginecología, cardiología, geriatría, etcétera–, aplicará a becas para prepararse fuera del país.

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Si aparte de atender su clínica particular tiene vocación por la enseñanza, se hará cargo de varios cursos en las facultades de medicina y ayudará a generar conocimientos por medio de sus investigaciones.

Se mantendrá en actualización constante: la ciencia no permanece estática. Los hallazgos reportados en revistas se confirman o desmienten a los pocos meses.

Observará con sumo cuidado a sus pacientes para dar con un diagnóstico certero y recomendarles el tratamiento que necesiten.

En ocasiones combinará su profesión con otras disciplinas. Se dedicará a la literatura, como el ensayista español Gregorio Marañón, el cuentista nicaragüense Fernando Silva y la poeta guatemalteca Gabriela Gómez.

Será humanista en el amplio sentido de la palabra como lo fue Carlos Martínez Durán, dos veces rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala; tocará heavy metal, como Roberto «Blacko» González.

Con este resumen armado a la carrera trato de reflejar la pérdida que se sufre cuando los doctores sucumben, a edad relativamente temprana, al combatir epidemias con los ínfimos medios puestos a su alcance.

Laboran a doble turno, lejos de sus familias, sin tiempo para reponerse antes de regresar al lugar donde se amontonan los enfermos: sólo les espera trabajo y más trabajo. También los contagios, la muerte y las secuelas dejadas por el padecimiento si logran salir con vida.

¿Las autoridades? Bien, gracias.