Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Historias Urbanas | Canto al amor agradecido

Redacción República
30 de agosto, 2020

Canto al amor agradecido, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Llega el día que las parejas se separan en silencio o a la vista de todos, tras mutuo acuerdo o el alejamiento de una de las partes involucradas. Pero quedan esos rescoldos, esa llamita cuyo calor se aviva con la sola invocación de una cabellera suelta, un modo de caminar y un acento al hablar.

Aunque estén lejos, aunque ya no puedan convivir juntos, el recuerdo de esa persona persiste a resguardo del olvido, el alzhéimer y la muerte.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Si el enamorado es lector, y encima escribe versos, pues acometerá la tarea de evocarla sobre el papel o la pantalla de la computadora. Sabrá transmitir sus emociones para que el lector se acerque, les eche un vistazo y se siente a comparar notas según lo que vivió en su momento.

Todo esto se me ocurrió al leer los siete poemas que pertenecen al libro Del tiempo que no conoce el reloj (Taller Experimental Alambiqve, 2019), segunda publicación del profesor y promotor cultural Pancho Ruiz (San Miguel Petapa, 1977) donde se manifiesta la gratitud por el tiempo compartido y no teme exponer la desnudez de su corazón a la vista de los demás, así lo tachen de cursi o indecente.

Tampoco tiene inconveniente de citar a Pablo Neruda en el epígrafe alusivo a «la boina gris y el corazón en calma».

Llegados a cierta edad, a cierta fase de su formación, ciertos poetas huyen del Neruda amoroso, reniegan del Neruda político y mejor se van a prenderle candelas a César Vallejo, Alejandra Pizarnik o Roberto Bolaño. Pancho Ruiz se pone bajo el amparo de Neruda para llevarle su ofrenda a la amada:

A ciencia cierta

no sé si te agradaron

alguna vez mis versos

pero

yo los puse a tus pies

creyendo firmemente

que eras casa

del amor verdadero

ese que tanto nos huye

o que tanto nos evita

Y siente el gozo de proclamarnos que:

¡Con nadie fui tan dichoso!

Presumilo, hacelo con orgullo

y gritalo con fuerza.

Con nadie fui tan dichoso.

Solo con vos fui capaz

de ver el horizonte

sin sentir horror

por lo que el futuro

pudiera traernos

Solo con vos

la felicidad que a veces

nos viene de golpe

vino seguido.

Pancho Ruiz es profesor y promotor cultural.

Pese a la voluntad de no quedarse relegado al pasado y centrarse en el presente, las imágenes del ayer se materializan cuando se regresa del trabajo –o de hacer mandados, o de visitar a los amigos cercanos para ver cómo están y qué se cuentan– a ese espacio que se compartió por semanas, meses o años:

Abrir la puerta

y enfrentarme a nada.

Abrir la puerta

y ver sin asombro tu fantasma

tu espectro entrando al baño

tirando trastos por la cocina,

prendiendo la tele,

sacudiendo la cama.

¿Y quién no perdió la respiración, se puso nervioso y no sabe qué hacer cuando divisa a la amada en la misma fila para pagar las compras del supermercado, o sentada a dos asientos de distancia en la camioneta de regreso a la colonia? Veamos qué nos dice el poeta:

Ya hace más de un año

que nos separamos

y aún anhelo verte.

Y cuando –con ingente fortuna–

te veo por la calle

vuelven los insectos a brincar

en mis entrañas

y sonríen los tiempos

y se guardan las espadas.

El tiempo «no sabe ni entiende nada», asegura Pancho Ruiz al final del último verso del último poema incluido en su libro que trata del amor que se fue.

Yo diría, hablando de lugares comunes, que el tiempo se encarga de reubicar los objetos en su lugar, hacerle justicia a quien no la recibió en su momento y revela los méritos que pasaron inadvertidos; tarda demasiado en hacerlo, pero lo hace.

También nos permite contemplar con otra mirada cuanto pudo causarnos duda, celos y enojos. Y nos demuestra que ciertos afectos están construidos con el mismo material de la ciudadela que ordenó edificar el rey haitiano Henri Christophe de 1805 a 1820 en la cima de la montaña Bonnet à l’Evêque.

En conclusión: Del tiempo que no conoce el reloj es el regalo apropiado para hacérselo llegar por correo, o vía encomienda pague-por-recibir, a quienes nos siguen importando.

Contacto: [email protected]


Historias Urbanas | Canto al amor agradecido

Redacción República
30 de agosto, 2020

Canto al amor agradecido, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Llega el día que las parejas se separan en silencio o a la vista de todos, tras mutuo acuerdo o el alejamiento de una de las partes involucradas. Pero quedan esos rescoldos, esa llamita cuyo calor se aviva con la sola invocación de una cabellera suelta, un modo de caminar y un acento al hablar.

Aunque estén lejos, aunque ya no puedan convivir juntos, el recuerdo de esa persona persiste a resguardo del olvido, el alzhéimer y la muerte.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Si el enamorado es lector, y encima escribe versos, pues acometerá la tarea de evocarla sobre el papel o la pantalla de la computadora. Sabrá transmitir sus emociones para que el lector se acerque, les eche un vistazo y se siente a comparar notas según lo que vivió en su momento.

Todo esto se me ocurrió al leer los siete poemas que pertenecen al libro Del tiempo que no conoce el reloj (Taller Experimental Alambiqve, 2019), segunda publicación del profesor y promotor cultural Pancho Ruiz (San Miguel Petapa, 1977) donde se manifiesta la gratitud por el tiempo compartido y no teme exponer la desnudez de su corazón a la vista de los demás, así lo tachen de cursi o indecente.

Tampoco tiene inconveniente de citar a Pablo Neruda en el epígrafe alusivo a «la boina gris y el corazón en calma».

Llegados a cierta edad, a cierta fase de su formación, ciertos poetas huyen del Neruda amoroso, reniegan del Neruda político y mejor se van a prenderle candelas a César Vallejo, Alejandra Pizarnik o Roberto Bolaño. Pancho Ruiz se pone bajo el amparo de Neruda para llevarle su ofrenda a la amada:

A ciencia cierta

no sé si te agradaron

alguna vez mis versos

pero

yo los puse a tus pies

creyendo firmemente

que eras casa

del amor verdadero

ese que tanto nos huye

o que tanto nos evita

Y siente el gozo de proclamarnos que:

¡Con nadie fui tan dichoso!

Presumilo, hacelo con orgullo

y gritalo con fuerza.

Con nadie fui tan dichoso.

Solo con vos fui capaz

de ver el horizonte

sin sentir horror

por lo que el futuro

pudiera traernos

Solo con vos

la felicidad que a veces

nos viene de golpe

vino seguido.

Pancho Ruiz es profesor y promotor cultural.

Pese a la voluntad de no quedarse relegado al pasado y centrarse en el presente, las imágenes del ayer se materializan cuando se regresa del trabajo –o de hacer mandados, o de visitar a los amigos cercanos para ver cómo están y qué se cuentan– a ese espacio que se compartió por semanas, meses o años:

Abrir la puerta

y enfrentarme a nada.

Abrir la puerta

y ver sin asombro tu fantasma

tu espectro entrando al baño

tirando trastos por la cocina,

prendiendo la tele,

sacudiendo la cama.

¿Y quién no perdió la respiración, se puso nervioso y no sabe qué hacer cuando divisa a la amada en la misma fila para pagar las compras del supermercado, o sentada a dos asientos de distancia en la camioneta de regreso a la colonia? Veamos qué nos dice el poeta:

Ya hace más de un año

que nos separamos

y aún anhelo verte.

Y cuando –con ingente fortuna–

te veo por la calle

vuelven los insectos a brincar

en mis entrañas

y sonríen los tiempos

y se guardan las espadas.

El tiempo «no sabe ni entiende nada», asegura Pancho Ruiz al final del último verso del último poema incluido en su libro que trata del amor que se fue.

Yo diría, hablando de lugares comunes, que el tiempo se encarga de reubicar los objetos en su lugar, hacerle justicia a quien no la recibió en su momento y revela los méritos que pasaron inadvertidos; tarda demasiado en hacerlo, pero lo hace.

También nos permite contemplar con otra mirada cuanto pudo causarnos duda, celos y enojos. Y nos demuestra que ciertos afectos están construidos con el mismo material de la ciudadela que ordenó edificar el rey haitiano Henri Christophe de 1805 a 1820 en la cima de la montaña Bonnet à l’Evêque.

En conclusión: Del tiempo que no conoce el reloj es el regalo apropiado para hacérselo llegar por correo, o vía encomienda pague-por-recibir, a quienes nos siguen importando.

Contacto: [email protected]