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Caminando por la Ciudad | Rápidos y ruidosos

Redacción República
20 de septiembre, 2020

Rápidos y ruidosos. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

“10-15, 10-15, se solicita toda la ayuda de policías en reserva, en descanso y policías municipales de tránsito”, se escucha en todas las radios de la policía de la capital.

Las patrullas de cuatro llantas, motorizadas, caninas y hasta los helicópteros de emergencia sobrevuelan toda la ciudad. Ya no se sabe si los sospechosos se irán por el norte, sur o cuál será su nueva ruta, ya que vienen reportes de sus escandalosas y veloces máquinas recorriendo las calles, con informes desde Flores, Petén, y la forma en que cruzaron por tierra firme.

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También habla de su paso por las montañosas Verapaces, las curvas peligrosas de Quiché, cruzando Los Encuentros a velocidades no permitidas, para enfilarse hacia tierra fría. Sin importar las bajas temperaturas de Alaska, pasan por la zona volcánica y sube hasta Huehuetenango, para después pasar partiendo en dos las ciudades de San Marcos y San Pedro.

Por último aceleran a velocidades que oscilan entre los 250 y 280 kilómetros por hora, dejando a todos atrás para bajar al nivel del mar. Por tierra caliente, la recta de la carretera al puerto que perdió su paz y tranquilidad por culpa de sus motores modificados. Además, por las bombas de nitrógeno que hacen chillar el pavimento y quemar las llantas de perfil ancho, doble escape para descargar toda la potencia de sus caballos de fuerza bruta y rápida.

Nunca se había dado una persecución de tal magnitud. La Policía ha identificado a seis de los bólidos, todos con características similares: carrocerías aerodinámicas, timones pequeños de competencia, calcomanías fosforescentes, pintura brillante, motores expuestos, puertas selladas y pilotos sin miedo a morir en la carretera.

El líder de la banda se identifica como “El Grisito”, al manejar un automóvil de similares características que dirige la carrera a muerte.

Las policías municipales de la capital los coparon, sellando el puente del Incienso con barricadas imposibles de sobrepasar. La salida por Mixco está totalmente acordonada y bloquearon su vía principal con tablas con clavos y púas. En la cuesta de Villalobos se colocaron muros de contención, así como la carretera a El Salvador con sus patrullas de doble tracción atravesadas a media vía.

Los helicópteros los persiguen con las cámaras de calor, las patrullas se coordinan y los policías de tránsito arrojan tachuelas tratando de detener a esas feroces máquinas que no dejan dormir ni descansar a los ciudadanos por su voluminoso ruido y velocidad  endemoniada.

Son máquinas realmente caras, con presupuestos casi millonarios en sus carrocerías, pero no invierten en silenciar toda esa potencia en sus cuatro llantas. Dan vueltas en los perímetros de la ciudad y la gente corre despavorida porque en cuestión de segundos aparecen por cualquier lugar.

Casi todo el país sigue la transmisión en vivo desde los helicópteros de los telenoticieros, en donde se recomienda no salir de sus casas si las personas viven a orillas de las principales vías rápidas como el Anillo Periférico, la Aguilar Batres, la Petapa, la Roosevelt o la calle Martí. Estos seis desquiciados se sienten acorralados y sus potentes automóviles no los pueden sacar del tremendo problema que se han metido con las autoridades.

Se considera negociar una tregua con los conductores. El jefe de la policía de tránsito suplica, alega y ordena que ya se detenga esta persecución por la seguridad de los habitantes de la ciudad. Pero ellos no ceden, no están dispuestos a ir a la cárcel y menos dejar sus máquinas de precios exagerados en manos de los predios municipales, de donde es sabido que se desaparecen piezas de los autos ahí resguardados.

La población se ha organizado con pelotones de búsqueda y bloqueo de carreteras con la esperanza que estos rápidos y locos pilotos puedan parar ya su carrera y dejarse convencer para negociar.

Pero todos los esfuerzos de los ciudadanos no han rendido sus frutos, ya que más se tardan en montar las barricadas y que estos seis autos de lujo pasen a toda velocidad sin dejarse ver tan siquiera.

Pareciera que todo va a terminar mal, con disparos, accidentes, quemando llantas, cruzando puentes, calles y semáforos en luz roja, buscando el primer lugar en su meta final.

Los cuerpos de bomberos voluntarios, municipales y Cruz Roja tienen montado todo un batallón de paramédicos listos para ir en ayuda de los lesionados, accidentados y posibles bajas humanas.

Cuando de repente se escucha el silbido de los muchachos que invitan a Pedro a mover su Lancer noventero, que está bloqueando el paso de los demás vecinos, ese Lancer con el que Pedro se imagina que anda corriendo y comandando un grupo de pilotos veloces y sin miedo.

Aunque se ha propuesto “tunear”, su carrito aún le falta camino por recorrer, ya que la competencia es dura, pero él es feliz con su automóvil algo antiguo, sencillo, muy bien cuidado, con la mejor actitud que lo lleva y lo trae a su trabajo, así como para salir a pasear con su familia.

Así se le pasan las horas, soñando despierto con tener algún día una máquina potente, ruidosa y veloz, como las que salen en esa serie de películas que le gusta ver en la televisión, pero el “grisito” debe ser movido ya que don Richard necesita salir del vecindario.

Caminando por la Ciudad | Rápidos y ruidosos

Redacción República
20 de septiembre, 2020

Rápidos y ruidosos. Caminando por la Ciudad es el blog de Ángel Álvarez, quien narra historias y situaciones de los habitantes de la capital y otras ciudades.

“10-15, 10-15, se solicita toda la ayuda de policías en reserva, en descanso y policías municipales de tránsito”, se escucha en todas las radios de la policía de la capital.

Las patrullas de cuatro llantas, motorizadas, caninas y hasta los helicópteros de emergencia sobrevuelan toda la ciudad. Ya no se sabe si los sospechosos se irán por el norte, sur o cuál será su nueva ruta, ya que vienen reportes de sus escandalosas y veloces máquinas recorriendo las calles, con informes desde Flores, Petén, y la forma en que cruzaron por tierra firme.

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También habla de su paso por las montañosas Verapaces, las curvas peligrosas de Quiché, cruzando Los Encuentros a velocidades no permitidas, para enfilarse hacia tierra fría. Sin importar las bajas temperaturas de Alaska, pasan por la zona volcánica y sube hasta Huehuetenango, para después pasar partiendo en dos las ciudades de San Marcos y San Pedro.

Por último aceleran a velocidades que oscilan entre los 250 y 280 kilómetros por hora, dejando a todos atrás para bajar al nivel del mar. Por tierra caliente, la recta de la carretera al puerto que perdió su paz y tranquilidad por culpa de sus motores modificados. Además, por las bombas de nitrógeno que hacen chillar el pavimento y quemar las llantas de perfil ancho, doble escape para descargar toda la potencia de sus caballos de fuerza bruta y rápida.

Nunca se había dado una persecución de tal magnitud. La Policía ha identificado a seis de los bólidos, todos con características similares: carrocerías aerodinámicas, timones pequeños de competencia, calcomanías fosforescentes, pintura brillante, motores expuestos, puertas selladas y pilotos sin miedo a morir en la carretera.

El líder de la banda se identifica como “El Grisito”, al manejar un automóvil de similares características que dirige la carrera a muerte.

Las policías municipales de la capital los coparon, sellando el puente del Incienso con barricadas imposibles de sobrepasar. La salida por Mixco está totalmente acordonada y bloquearon su vía principal con tablas con clavos y púas. En la cuesta de Villalobos se colocaron muros de contención, así como la carretera a El Salvador con sus patrullas de doble tracción atravesadas a media vía.

Los helicópteros los persiguen con las cámaras de calor, las patrullas se coordinan y los policías de tránsito arrojan tachuelas tratando de detener a esas feroces máquinas que no dejan dormir ni descansar a los ciudadanos por su voluminoso ruido y velocidad  endemoniada.

Son máquinas realmente caras, con presupuestos casi millonarios en sus carrocerías, pero no invierten en silenciar toda esa potencia en sus cuatro llantas. Dan vueltas en los perímetros de la ciudad y la gente corre despavorida porque en cuestión de segundos aparecen por cualquier lugar.

Casi todo el país sigue la transmisión en vivo desde los helicópteros de los telenoticieros, en donde se recomienda no salir de sus casas si las personas viven a orillas de las principales vías rápidas como el Anillo Periférico, la Aguilar Batres, la Petapa, la Roosevelt o la calle Martí. Estos seis desquiciados se sienten acorralados y sus potentes automóviles no los pueden sacar del tremendo problema que se han metido con las autoridades.

Se considera negociar una tregua con los conductores. El jefe de la policía de tránsito suplica, alega y ordena que ya se detenga esta persecución por la seguridad de los habitantes de la ciudad. Pero ellos no ceden, no están dispuestos a ir a la cárcel y menos dejar sus máquinas de precios exagerados en manos de los predios municipales, de donde es sabido que se desaparecen piezas de los autos ahí resguardados.

La población se ha organizado con pelotones de búsqueda y bloqueo de carreteras con la esperanza que estos rápidos y locos pilotos puedan parar ya su carrera y dejarse convencer para negociar.

Pero todos los esfuerzos de los ciudadanos no han rendido sus frutos, ya que más se tardan en montar las barricadas y que estos seis autos de lujo pasen a toda velocidad sin dejarse ver tan siquiera.

Pareciera que todo va a terminar mal, con disparos, accidentes, quemando llantas, cruzando puentes, calles y semáforos en luz roja, buscando el primer lugar en su meta final.

Los cuerpos de bomberos voluntarios, municipales y Cruz Roja tienen montado todo un batallón de paramédicos listos para ir en ayuda de los lesionados, accidentados y posibles bajas humanas.

Cuando de repente se escucha el silbido de los muchachos que invitan a Pedro a mover su Lancer noventero, que está bloqueando el paso de los demás vecinos, ese Lancer con el que Pedro se imagina que anda corriendo y comandando un grupo de pilotos veloces y sin miedo.

Aunque se ha propuesto “tunear”, su carrito aún le falta camino por recorrer, ya que la competencia es dura, pero él es feliz con su automóvil algo antiguo, sencillo, muy bien cuidado, con la mejor actitud que lo lleva y lo trae a su trabajo, así como para salir a pasear con su familia.

Así se le pasan las horas, soñando despierto con tener algún día una máquina potente, ruidosa y veloz, como las que salen en esa serie de películas que le gusta ver en la televisión, pero el “grisito” debe ser movido ya que don Richard necesita salir del vecindario.