Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Historias Urbanas | Ahorros

Redacción República
27 de septiembre, 2020

Ahorros, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Tenía cincuenta mil quetzales guardados en el banco. Pensaba hacer un préstamo para ajustar y regalarme un carrito del año. ¿Por qué no? El Toyotía nos sirvió con toda lealtad desde 1985 –lo compré la única vez que me saqué la lotería– y ya es hora de cambiarlo.

Pero resultó que al vecino de enfrente le robaron su camionetilla nueva. Ni una semana tenía de haberla sacado de la agencia. Los ladrones le dispararon por pura maldad en la pierna derecha y se estuvo grave en el hospital.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Entonces les entró miedo en la casa.

–No papa, para qué se va a exponer.

–No papa, mejor guarde su dinero, que acumule intereses.

–¿Se acuerda que mi tía Ángela ofreció mandarle la carta de invitación para que fuera a visitarla a Atlanta? Aproveche y de ahí se va a conocer Nueva York.

Quiero conocer Nueva York. Me gustaría contemplar los letreros iluminados de Times Square, dejar un arreglo floral donde mataron a John Lennon y ver en acción a los Bombarderos del Bronx.

–¿Será mijo? –pregunté.

–Ala papa. Usted siempre tan indeciso.

Así se pasaron los días hasta que el banco quebró.

Según la prensa, movieron no sé cuántos millones de dólares en cuentas de Panamá y un lugar que le dicen las Islas Caimán. Después se supo que un empleado empezó a especular con todo ese dinero, hizo un mal cálculo y desapareció todo el billete.

Comenzaron las protestas de la gente que pedía la devolución de sus ahorros. También los suicidios. Me impresionó el del presidente del club de aviación. El hombre se despidió en video de su familia y después se fue a tirar con todo y su avioneta al volcán de Pacaya.

Cincuenta mil quetzales. No eran cinco centavos que se dejan tirados. Cincuenta mil quetzales. Y me pasé un par de días sin salir del cuarto. Mis hijos ni se atrevían a decirme nada. Menos mi mujer.

Cuando empezaron a bailarme los pantalones me dije que ya estuvo bueno y dispuse dar un paseo en el Toyotía.

Sentí que se me quedó viendo cuando estaba por abrir el garage.

«No te desprendiste de mí, ¿verdad?», pareció decirme.

Como si el muy ocurrente lo hubiera planeado todo.

Historias Urbanas | Ahorros

Redacción República
27 de septiembre, 2020

Ahorros, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Tenía cincuenta mil quetzales guardados en el banco. Pensaba hacer un préstamo para ajustar y regalarme un carrito del año. ¿Por qué no? El Toyotía nos sirvió con toda lealtad desde 1985 –lo compré la única vez que me saqué la lotería– y ya es hora de cambiarlo.

Pero resultó que al vecino de enfrente le robaron su camionetilla nueva. Ni una semana tenía de haberla sacado de la agencia. Los ladrones le dispararon por pura maldad en la pierna derecha y se estuvo grave en el hospital.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Entonces les entró miedo en la casa.

–No papa, para qué se va a exponer.

–No papa, mejor guarde su dinero, que acumule intereses.

–¿Se acuerda que mi tía Ángela ofreció mandarle la carta de invitación para que fuera a visitarla a Atlanta? Aproveche y de ahí se va a conocer Nueva York.

Quiero conocer Nueva York. Me gustaría contemplar los letreros iluminados de Times Square, dejar un arreglo floral donde mataron a John Lennon y ver en acción a los Bombarderos del Bronx.

–¿Será mijo? –pregunté.

–Ala papa. Usted siempre tan indeciso.

Así se pasaron los días hasta que el banco quebró.

Según la prensa, movieron no sé cuántos millones de dólares en cuentas de Panamá y un lugar que le dicen las Islas Caimán. Después se supo que un empleado empezó a especular con todo ese dinero, hizo un mal cálculo y desapareció todo el billete.

Comenzaron las protestas de la gente que pedía la devolución de sus ahorros. También los suicidios. Me impresionó el del presidente del club de aviación. El hombre se despidió en video de su familia y después se fue a tirar con todo y su avioneta al volcán de Pacaya.

Cincuenta mil quetzales. No eran cinco centavos que se dejan tirados. Cincuenta mil quetzales. Y me pasé un par de días sin salir del cuarto. Mis hijos ni se atrevían a decirme nada. Menos mi mujer.

Cuando empezaron a bailarme los pantalones me dije que ya estuvo bueno y dispuse dar un paseo en el Toyotía.

Sentí que se me quedó viendo cuando estaba por abrir el garage.

«No te desprendiste de mí, ¿verdad?», pareció decirme.

Como si el muy ocurrente lo hubiera planeado todo.