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Rudy Gomez: “Siempre que me presento, digo que vengo de Aguacatán”

Redacción República
06 de septiembre, 2020

Siempre que me presento en cualquier parte, digo que vengo de Aguacatán“. El poeta y narrador Rudy Alfonzo Gomez Rivas al habla, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Desde Aguacatán, municipio del departamento de Huehuetenango donde nació y reside desde 1977, la obra literaria de Rudy Alfonzo Gomez Rivas superó las distancias impuestas por la geografía para difundirse en México, El Salvador, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, España y Cuba.

Entre sus títulos al alcance del lector local figuran los poemarios Aves de papel (edición personal, 2011), La fría hoguera de las palabras (Chuleta de Cerdo, 2011), El silencio como invento (Letra Negra, 2013) y Arena de la muerte (Proyecto Editorial La Chifurnia, El Salvador, 2017), junto a la colección de microrrelatos Desheredados inquilinos (Letra Negra, 2011).

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Dirigió la revista literaria Voces convergentes, fundó el Festival Internacional de Poesía Aguacatán, tiene a su cargo el sello Cafeína Editores y promueve el libre ejercicio de la creatividad entre sus alumnos. Sin más demora, he aquí sus respuestas al cuestionario que le mandé la semana pasada.

Al comienzo pensé que «Gomez» era una errata y siempre le ponía tilde en la «o» hasta que nuestro común amigo Alberto Arzú me aclaró que no, que así se escribe tu apellido. ¿A qué se debe la variante?

Al principio se trató de un error mecanográfico, pero me gustó y ya no hice nada, legalmente, para remediar tal situación. Hace un año que nació mi hija, al momento de averiguar qué procedía hacer para que el apellido de ella saliera con tilde, la sorpresa fue que el Gomez de mi abuelo paterno tampoco tenía tilde. Más extraño aún es que de todos los miembros de la familia Gómez, soy el único en el que ese apellido no tiene tilde.

¿Cuáles fueron las lecturas que tuviste a tu alcance cuando niño en Aguacatán? Y no sólo me refiero a obras literarias. Me atrevo a suponer que hubo más de alguna revista, chiste y libro ilustrado.

Tuve la inmensa fortuna que antes de iniciarme en el mundo de la lectura, mi padre fue un estupendo narrador de cuentos. Extraño esas noches, que alrededor del poyo, él nos deleitaba con narraciones extraordinarias como «Tío Conejo y tío Coyote», «Pedro Urdemales», «Don Chevo». Con el agregado hermoso que en esos tiempos infantiles por la radio se podía escuchar narraciones de cuentos. Recuerdo perfectamente que era fascinante escuchar «Hansel y Gretel», «Los cisnes salvajes»… Ya iniciada la primaria, la maestra de primer grado supo, de manera muy creativa, inducirnos al mágico mundo de la lectura. De niño recuerdo perfectamente haber leído poemas de Rafael Pombo, Barbuchín de Daniel Armas, la revista de vaqueros Bonanza y las revistas de Kalimán –por cierto, no supe dónde era que mi padre las compraba. Pero ese gesto lo agradezco sobremanera. Creo que al final es un cúmulo de detonantes que han provocado que la lectura sea parte importante en mi cotidianidad, leo todos los días.

¿En qué momento sentiste que podías describir al mundo que te rodeaba con tus propias palabras?

Considero que el ser humano está siempre nombrando los mundos en los que habita y, desde esas posibilidades se es o se deja de ser. Ya con el tema de la creación poética, todo inicia en abril de 1997, el primer texto fue un poema que le escribí a mi madre. De ahí sin darme cuenta transcurrieron diez años. Lo que celebro siempre es que todo lo que se escribió en esa década nunca se publicó, fue desechado, porque a mi juicio carecía de valor literario. Eran textos que no mantenían diálogos o no decían nada. Ya en el 2008 fueron apareciendo algunos textos en diarios y revistas nacionales.

Y qué fue primero, ¿la poesía o el cuento?

Lo primero fue la poesía, esa fuerza interna de querer traducir todo en palabras o en un lenguaje que con el tiempo fue pareciendo menos extraño. Toda esa tradición narrativa oral que me heredó mi padre, en algún momento hizo presencia. Además, el hecho de volcarme hacia la narrativa breve o el microrrelato me ha dado la chance de hacer treguas con la poesía.

¿Cuáles escritores guatemaltecos reconocés dentro de tu formación como escritor y lector?

Debo confesar que siendo ya un lector autónomo inicié mi viaje leyendo a Rimbaud, Pavese, Camus, Darío, Vallejo, Guillén, Kafka, Chejov, Bécquer, García Lorca, García Márquez… la lista sigue. Posteriormente leía toda la obra literaria de los escritores huehuetecos, estos me fueron llevando a la obra de Luis Cardoza y Aragón, Monterroso, Asturias, Monteforte Toledo, Rodríguez Macal, Flavio Herrera, Humberto Ak’abal. Luego fui descubriendo la obra de Carmen Matute, Mario Payeras, Ana María Rodas, Hugo Gordillo, Víctor Muñoz, Francisco Nájera, Francisco Morales Santos, Delia Quiñónez, Julio Fausto Aguilera, Aida Toledo, Enrique Noriega, Gerardo Guinea Diez, Carolina Escobar Sarti, Manuel Gabriel Tzoc Bucup, Vanessa Ramos, Francisco Alejandro Méndez Castañeda, Alberto Arzú, Vania Vargas… la lista es extensa.

¿Cuándo tuviste conocimiento de que en Huehuetenango existe una tradición literaria que te precede?

Fue en el año 2003, por ese tiempo andaba buscando quien me revisara los primeros textos. En esa búsqueda fui descubriendo a los escritores y poetas como los maestros Francisco Sosa Ruiz y Cesar Augusto de León Morales. Fueron ellos quienes me nombraron a los otros: Rafael Sosa Morales, Lucinda Rivas, Ruth Piedrasanta, Hugo Cerezo Dardón, Félix Calderón Ávila.

Algunos escritores nos cuentan que el verso o el relato les vienen de golpe y se sientan a escribirlos para no perder el dictado. Otros demoran más tiempo y pasan meses, incluso años, sin copiar ni una línea. ¿En cuál bando te inscribís?

En ambos. Sucede que desde el inicio –y con esto no deseo plasmar una figura del poeta como un ser sobrenatural o que es un ser divino– desde que se comenzó en estos senderos poéticos siempre sucede que algún verso o narración se va instalando en tu

mente y necesariamente debes hacer una pausa de inmediato y recurrir a escribirlo en una agenda predispuesta para esos menesteres. Claro, por la incoherencia, el caos, el ruido que nos abraza implacablemente hay momentos en los que un verso, una narración, se pierde. En mi caso se sufre mucho por eso. Caso contrario, eso de escribir con el tiempo se ha convertido en algo cotidiano, escribo todos los días.

¿Considerás que la cercanía de Chiapas, estado mexicano muy ligado a Guatemala, influye en el desarrollo de la literatura escrita en Huehuetenango?

Chiapas ha estado ligado en muchos aspectos a Huehuetenango. La literatura no escapa a ese diálogo e intercambio que va surgiendo entre las generaciones de escritores o poetas. Con el agregado que, cuando uno conversa con escritores o pobladores del sur de Chiapas, ellos se consideran centroamericanos más que mexicanos. Eso ya da una pauta de cercanía, de reconocimiento que de una u otra forma va influyendo. Actualmente, por la experiencia de participar en festivales en Chiapas, está existiendo un flujo poético que va alimentando el quehacer de la poesía en la región en doble vía.

¿Pensaste en establecerte en la capital, o Quetzaltenango, para encontrar espacios donde formarte y abrirte paso como escritor?

Nunca, amo estar en Aguacatán. De hecho, siempre que me presento en cualquier parte, digo que vengo de Aguacatán. Terruño hermoso que considero mi matriz, el fuego que me cuida y alienta a continuar en estos vericuetos que tiene la realidad, es el escenario más cercano e íntimo que deseo transformar. Por supuesto que hay países, ciudades que me han fascinado y las he declarado patrias donde me hubiese gustado nacer.

Cuando vos te presentás como poeta y narrador que trabaja y publica desde Aguacatán, ¿te has encontrado con el prejuicio citadino que considera al «escritor de provincias» como alguien atrasado en cuanto a información y lecturas, dedicado a recitar temas cívicos, entonar loas para el Día de la Madre, y Dios guarde se le ocurra insertar «malas palabras» entre sus obras?

Lamentablemente sí me he encontrado con esos prejuicios que no me quitan el sueño en lo absoluto. Creo que sin necesidad de estar en estos epicentros donde la cultura es un poco más cotidiana, desde el escenario de Aguacatán se ha hecho camino.

¿Qué te llevó a fundar la revista Voces convergentes?

Fue una inquietud que siempre tuve, de dirigir una plataforma literaria de gran calibre. Creo que se aprendió mucho, la experiencia tuvo más momentos felices que tristes, lo cual celebro. Al principio se tuvo la visión que la revista fuera una vitrina para la literatura guatemalteca, con esa visión no se pudo publicar el primer número, sólo se acumularon tres colaboraciones. Así que se toma la decisión de volcar la convocatoria a nivel hispanoamericano. Se publicaron dieciocho números. La revista dejó de publicarse en el 2013. No sé, a lo mejor este año, en medio de una pandemia que nos ha arrebatado muchos planes, se vuelva a editar la edición número diecinueve. Esa lucecita en mi corazón se mantiene encendida.

No puedo dejar de mencionar la labor que realizás con tus alumnos. Sé que los motivás a escribir y utilizan material reciclado para editar sus propios libros…

Siempre he deseado que los niños se acerquen a la lectura, sobre todas las cosas. Ese atrevimiento de querer insertar a los niños a la lectura fue provocando que se iniciaran con talleres para fortalecer procesos de creación literaria, y una cosa fue llevando a la otra. Hasta la fecha van publicados seis títulos. Es fascinante ver lo creativo que son los niños. Como acción contraria, es inadmisible que la población adulta los subestime, a tal punto de no creer o aceptar que el niño pueda crear. La escuela en nuestro contexto aniquila la parte creativa en los niños, saber y descubrir eso me entristece.

Acabás de presentar Del ser que nos habita, antología de nuevos poetas huehuetecos. ¿Considerás que la literatura del departamento tiene rasgos que la distingan de lo que se escribe en otras zonas del país con tradición literaria, como Quetzaltenango, Chiquimula y Antigua Guatemala?

Fue una experiencia enriquecedora ir descubriendo nuevas voces, pero sobre todo la obra poética que cada uno está construyendo. Considero que es una poesía sesuda, honesta, pero sobre todo original en su concepción estética. La nueva poesía que se está gestando en Huehuetenango es contemporánea, porque va en concordancia con la nueva poética que se está escribiendo en el mundo. También es una poesía experimental, rescatable ese atrevimiento, puesto que se están intentando otras estructuras de presentar el poema o el texto. Muchos de los poetas publicados en esa muestra están publicando en otros países o participando en eventos poéticos a nivel internacional.

También sé que tenés conocimiento de la poesía reciente escrita en el istmo centroamericano, de Chiapas a Panamá, con la sola excepción de Belice por motivos lingüísticos. ¿Cómo lo obtuviste?

A muchos de los poetas jóvenes desde Chiapas a Panamá los conozco en persona, y eso te da otra perspectiva de su obra. Llegué a ellos a través de participar en diversos festivales poéticos que se celebran en región. Ha sido un deleite saber de sus obras, muchos de ellos son voces muy potentes que han deconstruido el lenguaje poético. Ese flujo poético que se está dando es gracias a la existencia de editoriales alternativas, concursos que visibilizan la obra de los poetas y a festivales que se celebran desde hace más de una década en la región.

Casi se me olvidaba: ¿cuáles son los hallazgos que te ha deparado la organización del Festival Internacional de Poesía Aguacatán?

El Festival Internacional de Poesía Aguacatán FIPA, en conjunción con Cafeína Editores, son dos flores que cuido mucho. Me han dado la chance de conocer a muchísima gente, lo cual celebro, puesto que me permite ir generando un diálogo entre generaciones y mundos en los que cada uno habita. Al estar al frente de estas plataformas culturales me ha permitido conocer muchas obras literarias, pero sobre todo de conocer las formas en que se utiliza el lenguaje para nombrar la realidad. En el aspecto humano, que está ligado a la obra de cada escritor o poeta, está el descubrir, con mucha esperanza y alegría, la inconformidad, la inquietud por dejar mundos más habitables, con rostros más humanos. Hay un sentir común por la comunidad literaria por cambiar a este mundo en mejores derroteros. También en ese plano celebro la amistad que se gesta y nace a partir de un vínculo común, la palabra, el lenguaje.

Por último, ¿nos podés compartir un par de poemas tuyos? Horizontes traslúcidos

Vuelvo indecible

de lugares

donde fui roca

fui fuego

fui ceniza,

vuelvo

y esa fugacidad del tiempo

provee horizontes traslúcidos

donde la semilla de la esperanza

es el eco de los siglos.

Nuestros cadáveres palpitan inevitablemente.

(Del libro Arena de la muerte, Proyecto Editorial La Chifurnia, El Salvador, 2017)

Huellas inasibles del humo que nos ve

Hay en los ojos

oasis de dalias y crisálidas.

Hay en el corazón interminables ríos

que son la réplica de laberintos dantescos.

Hay en las manos esa saciedad

de raíces,

de cangrejos,

de arrecifes humo.

Hay en el andar huellas inasibles

de cuchillos y reflejos.

Hay en el mardedos el peso de los siglos.

Hay en el marolasespejo

que exterminan el canto de los dioses.

(Del libro inédito Mares en el corazón del perro)

Rudy Gomez: “Siempre que me presento, digo que vengo de Aguacatán”

Redacción República
06 de septiembre, 2020

Siempre que me presento en cualquier parte, digo que vengo de Aguacatán“. El poeta y narrador Rudy Alfonzo Gomez Rivas al habla, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

Desde Aguacatán, municipio del departamento de Huehuetenango donde nació y reside desde 1977, la obra literaria de Rudy Alfonzo Gomez Rivas superó las distancias impuestas por la geografía para difundirse en México, El Salvador, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, España y Cuba.

Entre sus títulos al alcance del lector local figuran los poemarios Aves de papel (edición personal, 2011), La fría hoguera de las palabras (Chuleta de Cerdo, 2011), El silencio como invento (Letra Negra, 2013) y Arena de la muerte (Proyecto Editorial La Chifurnia, El Salvador, 2017), junto a la colección de microrrelatos Desheredados inquilinos (Letra Negra, 2011).

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Dirigió la revista literaria Voces convergentes, fundó el Festival Internacional de Poesía Aguacatán, tiene a su cargo el sello Cafeína Editores y promueve el libre ejercicio de la creatividad entre sus alumnos. Sin más demora, he aquí sus respuestas al cuestionario que le mandé la semana pasada.

Al comienzo pensé que «Gomez» era una errata y siempre le ponía tilde en la «o» hasta que nuestro común amigo Alberto Arzú me aclaró que no, que así se escribe tu apellido. ¿A qué se debe la variante?

Al principio se trató de un error mecanográfico, pero me gustó y ya no hice nada, legalmente, para remediar tal situación. Hace un año que nació mi hija, al momento de averiguar qué procedía hacer para que el apellido de ella saliera con tilde, la sorpresa fue que el Gomez de mi abuelo paterno tampoco tenía tilde. Más extraño aún es que de todos los miembros de la familia Gómez, soy el único en el que ese apellido no tiene tilde.

¿Cuáles fueron las lecturas que tuviste a tu alcance cuando niño en Aguacatán? Y no sólo me refiero a obras literarias. Me atrevo a suponer que hubo más de alguna revista, chiste y libro ilustrado.

Tuve la inmensa fortuna que antes de iniciarme en el mundo de la lectura, mi padre fue un estupendo narrador de cuentos. Extraño esas noches, que alrededor del poyo, él nos deleitaba con narraciones extraordinarias como «Tío Conejo y tío Coyote», «Pedro Urdemales», «Don Chevo». Con el agregado hermoso que en esos tiempos infantiles por la radio se podía escuchar narraciones de cuentos. Recuerdo perfectamente que era fascinante escuchar «Hansel y Gretel», «Los cisnes salvajes»… Ya iniciada la primaria, la maestra de primer grado supo, de manera muy creativa, inducirnos al mágico mundo de la lectura. De niño recuerdo perfectamente haber leído poemas de Rafael Pombo, Barbuchín de Daniel Armas, la revista de vaqueros Bonanza y las revistas de Kalimán –por cierto, no supe dónde era que mi padre las compraba. Pero ese gesto lo agradezco sobremanera. Creo que al final es un cúmulo de detonantes que han provocado que la lectura sea parte importante en mi cotidianidad, leo todos los días.

¿En qué momento sentiste que podías describir al mundo que te rodeaba con tus propias palabras?

Considero que el ser humano está siempre nombrando los mundos en los que habita y, desde esas posibilidades se es o se deja de ser. Ya con el tema de la creación poética, todo inicia en abril de 1997, el primer texto fue un poema que le escribí a mi madre. De ahí sin darme cuenta transcurrieron diez años. Lo que celebro siempre es que todo lo que se escribió en esa década nunca se publicó, fue desechado, porque a mi juicio carecía de valor literario. Eran textos que no mantenían diálogos o no decían nada. Ya en el 2008 fueron apareciendo algunos textos en diarios y revistas nacionales.

Y qué fue primero, ¿la poesía o el cuento?

Lo primero fue la poesía, esa fuerza interna de querer traducir todo en palabras o en un lenguaje que con el tiempo fue pareciendo menos extraño. Toda esa tradición narrativa oral que me heredó mi padre, en algún momento hizo presencia. Además, el hecho de volcarme hacia la narrativa breve o el microrrelato me ha dado la chance de hacer treguas con la poesía.

¿Cuáles escritores guatemaltecos reconocés dentro de tu formación como escritor y lector?

Debo confesar que siendo ya un lector autónomo inicié mi viaje leyendo a Rimbaud, Pavese, Camus, Darío, Vallejo, Guillén, Kafka, Chejov, Bécquer, García Lorca, García Márquez… la lista sigue. Posteriormente leía toda la obra literaria de los escritores huehuetecos, estos me fueron llevando a la obra de Luis Cardoza y Aragón, Monterroso, Asturias, Monteforte Toledo, Rodríguez Macal, Flavio Herrera, Humberto Ak’abal. Luego fui descubriendo la obra de Carmen Matute, Mario Payeras, Ana María Rodas, Hugo Gordillo, Víctor Muñoz, Francisco Nájera, Francisco Morales Santos, Delia Quiñónez, Julio Fausto Aguilera, Aida Toledo, Enrique Noriega, Gerardo Guinea Diez, Carolina Escobar Sarti, Manuel Gabriel Tzoc Bucup, Vanessa Ramos, Francisco Alejandro Méndez Castañeda, Alberto Arzú, Vania Vargas… la lista es extensa.

¿Cuándo tuviste conocimiento de que en Huehuetenango existe una tradición literaria que te precede?

Fue en el año 2003, por ese tiempo andaba buscando quien me revisara los primeros textos. En esa búsqueda fui descubriendo a los escritores y poetas como los maestros Francisco Sosa Ruiz y Cesar Augusto de León Morales. Fueron ellos quienes me nombraron a los otros: Rafael Sosa Morales, Lucinda Rivas, Ruth Piedrasanta, Hugo Cerezo Dardón, Félix Calderón Ávila.

Algunos escritores nos cuentan que el verso o el relato les vienen de golpe y se sientan a escribirlos para no perder el dictado. Otros demoran más tiempo y pasan meses, incluso años, sin copiar ni una línea. ¿En cuál bando te inscribís?

En ambos. Sucede que desde el inicio –y con esto no deseo plasmar una figura del poeta como un ser sobrenatural o que es un ser divino– desde que se comenzó en estos senderos poéticos siempre sucede que algún verso o narración se va instalando en tu

mente y necesariamente debes hacer una pausa de inmediato y recurrir a escribirlo en una agenda predispuesta para esos menesteres. Claro, por la incoherencia, el caos, el ruido que nos abraza implacablemente hay momentos en los que un verso, una narración, se pierde. En mi caso se sufre mucho por eso. Caso contrario, eso de escribir con el tiempo se ha convertido en algo cotidiano, escribo todos los días.

¿Considerás que la cercanía de Chiapas, estado mexicano muy ligado a Guatemala, influye en el desarrollo de la literatura escrita en Huehuetenango?

Chiapas ha estado ligado en muchos aspectos a Huehuetenango. La literatura no escapa a ese diálogo e intercambio que va surgiendo entre las generaciones de escritores o poetas. Con el agregado que, cuando uno conversa con escritores o pobladores del sur de Chiapas, ellos se consideran centroamericanos más que mexicanos. Eso ya da una pauta de cercanía, de reconocimiento que de una u otra forma va influyendo. Actualmente, por la experiencia de participar en festivales en Chiapas, está existiendo un flujo poético que va alimentando el quehacer de la poesía en la región en doble vía.

¿Pensaste en establecerte en la capital, o Quetzaltenango, para encontrar espacios donde formarte y abrirte paso como escritor?

Nunca, amo estar en Aguacatán. De hecho, siempre que me presento en cualquier parte, digo que vengo de Aguacatán. Terruño hermoso que considero mi matriz, el fuego que me cuida y alienta a continuar en estos vericuetos que tiene la realidad, es el escenario más cercano e íntimo que deseo transformar. Por supuesto que hay países, ciudades que me han fascinado y las he declarado patrias donde me hubiese gustado nacer.

Cuando vos te presentás como poeta y narrador que trabaja y publica desde Aguacatán, ¿te has encontrado con el prejuicio citadino que considera al «escritor de provincias» como alguien atrasado en cuanto a información y lecturas, dedicado a recitar temas cívicos, entonar loas para el Día de la Madre, y Dios guarde se le ocurra insertar «malas palabras» entre sus obras?

Lamentablemente sí me he encontrado con esos prejuicios que no me quitan el sueño en lo absoluto. Creo que sin necesidad de estar en estos epicentros donde la cultura es un poco más cotidiana, desde el escenario de Aguacatán se ha hecho camino.

¿Qué te llevó a fundar la revista Voces convergentes?

Fue una inquietud que siempre tuve, de dirigir una plataforma literaria de gran calibre. Creo que se aprendió mucho, la experiencia tuvo más momentos felices que tristes, lo cual celebro. Al principio se tuvo la visión que la revista fuera una vitrina para la literatura guatemalteca, con esa visión no se pudo publicar el primer número, sólo se acumularon tres colaboraciones. Así que se toma la decisión de volcar la convocatoria a nivel hispanoamericano. Se publicaron dieciocho números. La revista dejó de publicarse en el 2013. No sé, a lo mejor este año, en medio de una pandemia que nos ha arrebatado muchos planes, se vuelva a editar la edición número diecinueve. Esa lucecita en mi corazón se mantiene encendida.

No puedo dejar de mencionar la labor que realizás con tus alumnos. Sé que los motivás a escribir y utilizan material reciclado para editar sus propios libros…

Siempre he deseado que los niños se acerquen a la lectura, sobre todas las cosas. Ese atrevimiento de querer insertar a los niños a la lectura fue provocando que se iniciaran con talleres para fortalecer procesos de creación literaria, y una cosa fue llevando a la otra. Hasta la fecha van publicados seis títulos. Es fascinante ver lo creativo que son los niños. Como acción contraria, es inadmisible que la población adulta los subestime, a tal punto de no creer o aceptar que el niño pueda crear. La escuela en nuestro contexto aniquila la parte creativa en los niños, saber y descubrir eso me entristece.

Acabás de presentar Del ser que nos habita, antología de nuevos poetas huehuetecos. ¿Considerás que la literatura del departamento tiene rasgos que la distingan de lo que se escribe en otras zonas del país con tradición literaria, como Quetzaltenango, Chiquimula y Antigua Guatemala?

Fue una experiencia enriquecedora ir descubriendo nuevas voces, pero sobre todo la obra poética que cada uno está construyendo. Considero que es una poesía sesuda, honesta, pero sobre todo original en su concepción estética. La nueva poesía que se está gestando en Huehuetenango es contemporánea, porque va en concordancia con la nueva poética que se está escribiendo en el mundo. También es una poesía experimental, rescatable ese atrevimiento, puesto que se están intentando otras estructuras de presentar el poema o el texto. Muchos de los poetas publicados en esa muestra están publicando en otros países o participando en eventos poéticos a nivel internacional.

También sé que tenés conocimiento de la poesía reciente escrita en el istmo centroamericano, de Chiapas a Panamá, con la sola excepción de Belice por motivos lingüísticos. ¿Cómo lo obtuviste?

A muchos de los poetas jóvenes desde Chiapas a Panamá los conozco en persona, y eso te da otra perspectiva de su obra. Llegué a ellos a través de participar en diversos festivales poéticos que se celebran en región. Ha sido un deleite saber de sus obras, muchos de ellos son voces muy potentes que han deconstruido el lenguaje poético. Ese flujo poético que se está dando es gracias a la existencia de editoriales alternativas, concursos que visibilizan la obra de los poetas y a festivales que se celebran desde hace más de una década en la región.

Casi se me olvidaba: ¿cuáles son los hallazgos que te ha deparado la organización del Festival Internacional de Poesía Aguacatán?

El Festival Internacional de Poesía Aguacatán FIPA, en conjunción con Cafeína Editores, son dos flores que cuido mucho. Me han dado la chance de conocer a muchísima gente, lo cual celebro, puesto que me permite ir generando un diálogo entre generaciones y mundos en los que cada uno habita. Al estar al frente de estas plataformas culturales me ha permitido conocer muchas obras literarias, pero sobre todo de conocer las formas en que se utiliza el lenguaje para nombrar la realidad. En el aspecto humano, que está ligado a la obra de cada escritor o poeta, está el descubrir, con mucha esperanza y alegría, la inconformidad, la inquietud por dejar mundos más habitables, con rostros más humanos. Hay un sentir común por la comunidad literaria por cambiar a este mundo en mejores derroteros. También en ese plano celebro la amistad que se gesta y nace a partir de un vínculo común, la palabra, el lenguaje.

Por último, ¿nos podés compartir un par de poemas tuyos? Horizontes traslúcidos

Vuelvo indecible

de lugares

donde fui roca

fui fuego

fui ceniza,

vuelvo

y esa fugacidad del tiempo

provee horizontes traslúcidos

donde la semilla de la esperanza

es el eco de los siglos.

Nuestros cadáveres palpitan inevitablemente.

(Del libro Arena de la muerte, Proyecto Editorial La Chifurnia, El Salvador, 2017)

Huellas inasibles del humo que nos ve

Hay en los ojos

oasis de dalias y crisálidas.

Hay en el corazón interminables ríos

que son la réplica de laberintos dantescos.

Hay en las manos esa saciedad

de raíces,

de cangrejos,

de arrecifes humo.

Hay en el andar huellas inasibles

de cuchillos y reflejos.

Hay en el mardedos el peso de los siglos.

Hay en el marolasespejo

que exterminan el canto de los dioses.

(Del libro inédito Mares en el corazón del perro)