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Revolucionarios: Lo que no defendieron como hombres

Redacción República
16 de octubre, 2014

Los 10 años que van desde la caída de Ubico hasta el
ocaso de Arbenz forman el período más
polémico de la historia de Guatemala. Mucho sucedió en esos años: los partidos
conservador y liberal, ambos hijos de la independencia, llegaron a su fin y la
democracia tuvo un intento honesto. Guatemala le dio la bienvenida al
progresismo de la posguerra mientras los comunistas experimentaron por primera
vez en América.


La polémica de la década radica en la enorme carga
ideológica que hay detrás de sus acontecimientos, porque todos sabemos que las
ideologías agitan pasiones y nublan el buen juicio. Dos ejemplos ilustran el
punto: 1. hay suficiente información que
confirma que los comunistas (PGT) tenían el control del gobierno de Arbenz,
pero algunos todavía defienden lo contrario y hasta consideran que el programa
del coronel era uno capitalista; 2. tanto énfasis se hace en la participación
de Estados Unidos en la caída de Arbenz que parece un caso paradigmático, pero el
Tío Samuel ha participado, de alguna u otra forma, en el ascenso y caída de muchos otros de
nuestros presidentes, como Estrada Cabrera y Ubico.


La frase que le da título a esta columna –no llores
como mujer lo que no supiste defender como hombre– la lanzó la sultana Aixa a
su hijo Boabdil luego que perdió el reino de Granada frente a la invasión de
los Reyes Católicos, y el periodista Clemente Marroquín Rojas la utilizó para
referirse a la ignominiosa forma en que los revolucionarios de Árbenz dejaron
el poder sin ofrecer una lucha viril contra una no muy desafiante invasión de
compatriotas. Los revolucionarios decían representar al pueblo y tenerlo de su
lado, pero el pueblo nunca se apersonó a defender a su soldado redentor.

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Mucho se ha escrito a favor y en contra de los
gobiernos de la revolución. Sin embargo, hay un tema muy interesante que no ha
sido abordado pero que daría para un libro entero: la expropiación de las petroleras
mexicanas. ¿Qué tiene qué ver México con Guatemala y Arbenz? Pues mucho. Según
los defensores de Arbenz, su gobierno fue derrocado porque expropió enormes
tierras bananeras a la UFCO y ofreció una indemnización no ajustada al valor
del mercado de las propiedades. Cuando los revolucionarios tocaron los
intereses económicos de EE.UU., éstos se valieron de guatemaltecos
reaccionarios para inventar la idea de la amenaza comunista (los más
conservadores dirán “sobredimensionar la amenaza comunista”), con la única
intención de justificar una invasión a Guatemala y restablecer el orden perdido.
Esta tesis toma mayor cuerpo por el hecho que John Dulles, entonces Secretario
de Estado, era accionista de la UFCO y su hermano Allen Dulles era del director
de la CIA. En resumidas cuentas: EE.UU.
derrocó a un gobierno democrático por unos bananos.


Ahora bien, la lógica nos dice que si esa sabrosa
fruta era tan importante para EE.UU., el petróleo lo sería mucho más y por lo
tanto lo defenderían con mayor celo. Después de todo el petróleo ya era en el
siglo XX la sangre que movía al capitalismo industrial. Pero resulta que en
1938, en un acto de nacionalismo puro, México expropió el petróleo a empresas
estadounidenses. ¿Hubo algún derrocamiento apoyado por EE.UU.? No, no hubo
ninguna invasión y Lázaro Cárdenas permaneció en la presidencia.


Hay que tomar en cuenta aspectos importantes de estos
acontecimientos. La nacionalización del petróleo en México se dio cuando Hitler
ya estaba en el poder. El führer había
rearmado a una Alemania que pronto se convertiría en el matón de Europa: los
tambores de guerra tronaban cerca. Era el momento para que Roosevelt mostrara su
talento de estadista. Por un lado, desestabilizar al gobierno de Cárdenas
podría hacer que México se aliara con Alemania. Por el otro lado, permitir la
expropiación podría complicar a EE.UU. el suministro de petróleo, tan vital
para un país que pronto podría verse obligado a entrar en guerra. Al final,
Roosevelt prefirió aceptar la nacionalización y evitar que Alemania encontrara
un amigo en México. Unos autores atribuyen el éxito de la nacionalización
mexicana a que sus hombres se portaron como verdaderos estadistas y no como
Arbenz y su pandilla, que creyeron que Guatemala, un pueblo pobre y hambriento,
podía levantarse valiente frente a un Estados Unidos que acababa de derrotar a
la Alemania nazi y el Japón imperial.


Habrá que hacer una comparación exhaustiva para
determinar por qué EE.UU. en un caso sí contribuyó a derrocar a un gobierno y
en otro no. Este análisis deberá incluir un profundo examen de la figura de
Eisenhower. Como general durante la Segunda Guerra Mundial, fue testigo del
barbarismo de la guerra y de los campos de concentración judíos. El hombre
sabía muy bien que el comunismo era igual o peor que el nazismo y su voluntad
expansionista en América Latina no debía ser tolerada.


En lo personal, creo que debemos abrir nuestro
criterio un poco más y aceptar que el apoyo de EE.UU. al derrocamiento de Arbenz
obedeció más a políticas de seguridad nacional que a intereses económicos. El
propio Fortuny, uno de los comunistas de Arbenz, reconoció que EE.UU. no
hubiera cambiado su parecer aunque el gobierno le devolviera todas las tierras
a la UFCO.


“Para ellos (los comunistas) se trabajaba y cultivaba
el odio de los guatemaltecos hacia los norteamericanos que, si bien es cierto
que son explotadores, no explotan más que las riquezas, pero dejan libre el
espíritu y el alma de los explotados. Siquiera se puede gritar el dolor, y no
besar, como allá sucede (en la Unión Soviética), la mano del verdugo”, Clemente
Marroquín Rojas.


Revolucionarios: Lo que no defendieron como hombres

Redacción República
16 de octubre, 2014

Los 10 años que van desde la caída de Ubico hasta el
ocaso de Arbenz forman el período más
polémico de la historia de Guatemala. Mucho sucedió en esos años: los partidos
conservador y liberal, ambos hijos de la independencia, llegaron a su fin y la
democracia tuvo un intento honesto. Guatemala le dio la bienvenida al
progresismo de la posguerra mientras los comunistas experimentaron por primera
vez en América.


La polémica de la década radica en la enorme carga
ideológica que hay detrás de sus acontecimientos, porque todos sabemos que las
ideologías agitan pasiones y nublan el buen juicio. Dos ejemplos ilustran el
punto: 1. hay suficiente información que
confirma que los comunistas (PGT) tenían el control del gobierno de Arbenz,
pero algunos todavía defienden lo contrario y hasta consideran que el programa
del coronel era uno capitalista; 2. tanto énfasis se hace en la participación
de Estados Unidos en la caída de Arbenz que parece un caso paradigmático, pero el
Tío Samuel ha participado, de alguna u otra forma, en el ascenso y caída de muchos otros de
nuestros presidentes, como Estrada Cabrera y Ubico.


La frase que le da título a esta columna –no llores
como mujer lo que no supiste defender como hombre– la lanzó la sultana Aixa a
su hijo Boabdil luego que perdió el reino de Granada frente a la invasión de
los Reyes Católicos, y el periodista Clemente Marroquín Rojas la utilizó para
referirse a la ignominiosa forma en que los revolucionarios de Árbenz dejaron
el poder sin ofrecer una lucha viril contra una no muy desafiante invasión de
compatriotas. Los revolucionarios decían representar al pueblo y tenerlo de su
lado, pero el pueblo nunca se apersonó a defender a su soldado redentor.

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Mucho se ha escrito a favor y en contra de los
gobiernos de la revolución. Sin embargo, hay un tema muy interesante que no ha
sido abordado pero que daría para un libro entero: la expropiación de las petroleras
mexicanas. ¿Qué tiene qué ver México con Guatemala y Arbenz? Pues mucho. Según
los defensores de Arbenz, su gobierno fue derrocado porque expropió enormes
tierras bananeras a la UFCO y ofreció una indemnización no ajustada al valor
del mercado de las propiedades. Cuando los revolucionarios tocaron los
intereses económicos de EE.UU., éstos se valieron de guatemaltecos
reaccionarios para inventar la idea de la amenaza comunista (los más
conservadores dirán “sobredimensionar la amenaza comunista”), con la única
intención de justificar una invasión a Guatemala y restablecer el orden perdido.
Esta tesis toma mayor cuerpo por el hecho que John Dulles, entonces Secretario
de Estado, era accionista de la UFCO y su hermano Allen Dulles era del director
de la CIA. En resumidas cuentas: EE.UU.
derrocó a un gobierno democrático por unos bananos.


Ahora bien, la lógica nos dice que si esa sabrosa
fruta era tan importante para EE.UU., el petróleo lo sería mucho más y por lo
tanto lo defenderían con mayor celo. Después de todo el petróleo ya era en el
siglo XX la sangre que movía al capitalismo industrial. Pero resulta que en
1938, en un acto de nacionalismo puro, México expropió el petróleo a empresas
estadounidenses. ¿Hubo algún derrocamiento apoyado por EE.UU.? No, no hubo
ninguna invasión y Lázaro Cárdenas permaneció en la presidencia.


Hay que tomar en cuenta aspectos importantes de estos
acontecimientos. La nacionalización del petróleo en México se dio cuando Hitler
ya estaba en el poder. El führer había
rearmado a una Alemania que pronto se convertiría en el matón de Europa: los
tambores de guerra tronaban cerca. Era el momento para que Roosevelt mostrara su
talento de estadista. Por un lado, desestabilizar al gobierno de Cárdenas
podría hacer que México se aliara con Alemania. Por el otro lado, permitir la
expropiación podría complicar a EE.UU. el suministro de petróleo, tan vital
para un país que pronto podría verse obligado a entrar en guerra. Al final,
Roosevelt prefirió aceptar la nacionalización y evitar que Alemania encontrara
un amigo en México. Unos autores atribuyen el éxito de la nacionalización
mexicana a que sus hombres se portaron como verdaderos estadistas y no como
Arbenz y su pandilla, que creyeron que Guatemala, un pueblo pobre y hambriento,
podía levantarse valiente frente a un Estados Unidos que acababa de derrotar a
la Alemania nazi y el Japón imperial.


Habrá que hacer una comparación exhaustiva para
determinar por qué EE.UU. en un caso sí contribuyó a derrocar a un gobierno y
en otro no. Este análisis deberá incluir un profundo examen de la figura de
Eisenhower. Como general durante la Segunda Guerra Mundial, fue testigo del
barbarismo de la guerra y de los campos de concentración judíos. El hombre
sabía muy bien que el comunismo era igual o peor que el nazismo y su voluntad
expansionista en América Latina no debía ser tolerada.


En lo personal, creo que debemos abrir nuestro
criterio un poco más y aceptar que el apoyo de EE.UU. al derrocamiento de Arbenz
obedeció más a políticas de seguridad nacional que a intereses económicos. El
propio Fortuny, uno de los comunistas de Arbenz, reconoció que EE.UU. no
hubiera cambiado su parecer aunque el gobierno le devolviera todas las tierras
a la UFCO.


“Para ellos (los comunistas) se trabajaba y cultivaba
el odio de los guatemaltecos hacia los norteamericanos que, si bien es cierto
que son explotadores, no explotan más que las riquezas, pero dejan libre el
espíritu y el alma de los explotados. Siquiera se puede gritar el dolor, y no
besar, como allá sucede (en la Unión Soviética), la mano del verdugo”, Clemente
Marroquín Rojas.