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El brazo izquierdo de Valle Inclán

Redacción República
21 de octubre, 2014

Cuentan que el intelectual y escritor Español de principios
del siglo XX, Ramón del Valle Inclán, contaba siempre una historia diferente de
cómo había perdido el brazo izquierdo. Siempre solícito para compartir el
origen de la tragedia que lo dejó manco, a cada audiencia con la que se
encontraba contaba una historia muy distinta a la anterior, es decir, ajustaba
los detalles del incidente dependiendo del público a quien se la compartía. Y
así por ejemplo, frente a públicos
femeninos la historia estaba adornada de actitudes heroicas; si el público era joven agregaba los detalles
más fantásticos posibles y si era con colegas, la historia iba desde un duelo
hasta una enfermedad. Incluso era tal su fama, que en una ocasión un escritor
amigo tuvo que interrumpir a un fantasioso Valle Inclán para pedirle que no llegara
al colmo de aseverar que había perdido su extremidad en la batalla de Lepanto.


La esencia de este relato es que hay quienes reinventan la
historia a su mejor parecer. Y así como en este caso el personaje central de la
anécdota es una connotada pluma que vivió hace más de 100 años, también es
cierto que de este tipo de prácticas tenemos ejemplos muchos más cercanos y
vívidos, tan cerca como en nuestro propio país. Todo el drama que se ha vivido
recientemente con la disputa sobre la integración de las Cortes y el proceso de
postulación que le dio origen es un ejemplo de reinvención que no resiste la
menor discusión. A algunas pruebas me remito.


Recuerdo que el año pasado, en una única conferencia de
prensa, distintas organizaciones del sector productivo plantearon públicamente
a la Corte de Constitucionalidad su solicitud para que este alto Tribunal, que
conocía de un amparo planteado por faltas al debido proceso en un conocido
caso, fallara en el sentido de enmendar un proceso que lucía viciado. Tras ese
único acto, público y hecho en ejercicio del derecho de petición, se produjo
una andanada de señalamientos formulados por algunas organizaciones sociales quienes
endilgaban a los peticionarios acusaciones de obstrucción de justicia,
influencias indebidas sobre las cortes, interferencia judicial, presiones
anómalas sobre la independencia de poderes y otros más. Curiosamente, un año y
meses después, estas mismas organizaciones suscriben campos pagados, gestionan
columnas de prensa, organizan plantones ante el Tribunal Constitucional,
generan pronunciamientos de organismos internacionales y realizan cadenas de mensajes en las redes
sociales, exactamente con la misma petición: que el Tribunal Constitucional
revierta un proceso que estiman está viciado. Pero acerca de este hecho, nadie
dice nada. Los mismos que atrás criticaban, hoy procuran. Es un típico caso de
reinvención de la historia, cuando no de utilizar doble parámetro para medir
las cosas. La discusión aquí no es si les asiste el derecho, si no el tener dos
escalas diferentes para juzgar situaciones similares.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Un segundo caso lo tenemos con la denuncia de la Magistrada
Escobar. En el fondo del señalamiento de esta profesional está el hecho de que
no fueron tomados en cuenta los elementos de la ley de la carrera judicial, a
la hora de hacer las escogencias de los candidatos para las magistraturas. El
vendaval que se generó a partir de la denuncia, hizo que muchas organizaciones
se sumaran a este reclamo. Hasta aquí todo bien, si no es por un pequeño
detalle que ha pasado desapercibido. Y es que estas mismas organizaciones
fueron las que criticaron la tabla de gradación que preparó la comisión de
postulación señalando que “favorecían a quienes ya ejercen funciones en el
organismo judicial”. Entonces, ¿en qué quedamos? Es otro caso más de reinvención
de la historia a la mejor conveniencia del momento.


Todo esto me parece muy del caso comentarlo pues la historia
la escribimos hoy y aquí. Dejar testimonio de lo que cada quien hace y dice es
algo sano, pues en este país necesitamos coherencia y congruencia,
particularmente de quienes tienen responsabilidades de formación de opinión
pública. Yo por lo menos he empezado a documentar lo que sucede en el entorno,
con la expectativa de que más adelante me permita hacer un mejor juicio de los
actores del momento. No vaya a ser que como en el caso de Valle Inclán, después
se diga que esta columna no existió o en el peor de los casos, que dije otra
cosa muy diferente a lo que aquí se consigna.

El brazo izquierdo de Valle Inclán

Redacción República
21 de octubre, 2014

Cuentan que el intelectual y escritor Español de principios
del siglo XX, Ramón del Valle Inclán, contaba siempre una historia diferente de
cómo había perdido el brazo izquierdo. Siempre solícito para compartir el
origen de la tragedia que lo dejó manco, a cada audiencia con la que se
encontraba contaba una historia muy distinta a la anterior, es decir, ajustaba
los detalles del incidente dependiendo del público a quien se la compartía. Y
así por ejemplo, frente a públicos
femeninos la historia estaba adornada de actitudes heroicas; si el público era joven agregaba los detalles
más fantásticos posibles y si era con colegas, la historia iba desde un duelo
hasta una enfermedad. Incluso era tal su fama, que en una ocasión un escritor
amigo tuvo que interrumpir a un fantasioso Valle Inclán para pedirle que no llegara
al colmo de aseverar que había perdido su extremidad en la batalla de Lepanto.


La esencia de este relato es que hay quienes reinventan la
historia a su mejor parecer. Y así como en este caso el personaje central de la
anécdota es una connotada pluma que vivió hace más de 100 años, también es
cierto que de este tipo de prácticas tenemos ejemplos muchos más cercanos y
vívidos, tan cerca como en nuestro propio país. Todo el drama que se ha vivido
recientemente con la disputa sobre la integración de las Cortes y el proceso de
postulación que le dio origen es un ejemplo de reinvención que no resiste la
menor discusión. A algunas pruebas me remito.


Recuerdo que el año pasado, en una única conferencia de
prensa, distintas organizaciones del sector productivo plantearon públicamente
a la Corte de Constitucionalidad su solicitud para que este alto Tribunal, que
conocía de un amparo planteado por faltas al debido proceso en un conocido
caso, fallara en el sentido de enmendar un proceso que lucía viciado. Tras ese
único acto, público y hecho en ejercicio del derecho de petición, se produjo
una andanada de señalamientos formulados por algunas organizaciones sociales quienes
endilgaban a los peticionarios acusaciones de obstrucción de justicia,
influencias indebidas sobre las cortes, interferencia judicial, presiones
anómalas sobre la independencia de poderes y otros más. Curiosamente, un año y
meses después, estas mismas organizaciones suscriben campos pagados, gestionan
columnas de prensa, organizan plantones ante el Tribunal Constitucional,
generan pronunciamientos de organismos internacionales y realizan cadenas de mensajes en las redes
sociales, exactamente con la misma petición: que el Tribunal Constitucional
revierta un proceso que estiman está viciado. Pero acerca de este hecho, nadie
dice nada. Los mismos que atrás criticaban, hoy procuran. Es un típico caso de
reinvención de la historia, cuando no de utilizar doble parámetro para medir
las cosas. La discusión aquí no es si les asiste el derecho, si no el tener dos
escalas diferentes para juzgar situaciones similares.

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Un segundo caso lo tenemos con la denuncia de la Magistrada
Escobar. En el fondo del señalamiento de esta profesional está el hecho de que
no fueron tomados en cuenta los elementos de la ley de la carrera judicial, a
la hora de hacer las escogencias de los candidatos para las magistraturas. El
vendaval que se generó a partir de la denuncia, hizo que muchas organizaciones
se sumaran a este reclamo. Hasta aquí todo bien, si no es por un pequeño
detalle que ha pasado desapercibido. Y es que estas mismas organizaciones
fueron las que criticaron la tabla de gradación que preparó la comisión de
postulación señalando que “favorecían a quienes ya ejercen funciones en el
organismo judicial”. Entonces, ¿en qué quedamos? Es otro caso más de reinvención
de la historia a la mejor conveniencia del momento.


Todo esto me parece muy del caso comentarlo pues la historia
la escribimos hoy y aquí. Dejar testimonio de lo que cada quien hace y dice es
algo sano, pues en este país necesitamos coherencia y congruencia,
particularmente de quienes tienen responsabilidades de formación de opinión
pública. Yo por lo menos he empezado a documentar lo que sucede en el entorno,
con la expectativa de que más adelante me permita hacer un mejor juicio de los
actores del momento. No vaya a ser que como en el caso de Valle Inclán, después
se diga que esta columna no existió o en el peor de los casos, que dije otra
cosa muy diferente a lo que aquí se consigna.