Guatemala es un país que se mueve al ritmo que marcan los tambores de los movimientos sociales. Es es un hecho que sale a relucir periódicamente, y con demasiada frecuencia la gente llega a momentos en que los ánimos se exaltan y los diversos sectores de la sociedad consideran que sus derechos han sido violentados y toca defenderlos hasta la misma muerte de ser necesario.
El último movimiento social en escena fue el trágico desenlace entre vecinos del caserío Los Pajoques en San Juan Sacatepéquez, causado por los que están en contra y a favor de la construcción de una carretera. Acontecimiento noticioso dantesco que hizo aflorar la extrema condición de ingobernabilidad social y anarquía, y de nuevo, la incapacidad gubernamental para prevenir y reaccionar ante situaciones de crisis.
La preocupación por la situación que vivimos en el país se entremezcla con la solidaridad y los sentimientos de tristeza porque otra vez nos enfrentamos entre guatemaltecos, dejando séquelas irreparables por la perdida de mas vidas humanas.
Para que hayamos llegado a esta situación paranoica y dañina ha sido necesario, primero, que nuestros gobernantes hayan demostrado una absoluta ineficiencia para hacer gestión pública. Si las personas protestan es porque no ven resultados concretos que mejoren sustancialmente sus condiciones de vida, independientemente de lo que puedan hacer ellas por sí mismas. Segundo, debido a esa falta de resultados y descrédito político se propició su empoderamiento, es decir, se le dio a la gente poder político, social o económico para ejercerlo en circunstancias adversas y en oposición a las decisiones adoptadas por los gobernantes. Este es al menos el significado que tengo sobre el empoderamiento negativo, dada la interminable cadena de eventos que nos conducen casi siempre al mismo resultado: la convulsión social y la crisis de derechos. Y, tercero, está claro que ningún dirigente de ningún conflicto social va a dejar que su conflicto se muera porque el gobierno no lo atiende, y por eso se radicaliza y se llega a niveles muchísimo más altos de violencia como los trágicamente vividos por la comunidad de Pajoques, San Juan Sacatepéquez.
Esa falta de autoridad y respeto a las reglas sobre posiciona la anarquía como el estadio mas efectivo para lograr objetivos. Eso también lo aprovecha el narcotráfico y el crimen organizado para actuar a sus anchas.
Guatemala es un país que se mueve al ritmo que marcan los tambores de los movimientos sociales. Es es un hecho que sale a relucir periódicamente, y con demasiada frecuencia la gente llega a momentos en que los ánimos se exaltan y los diversos sectores de la sociedad consideran que sus derechos han sido violentados y toca defenderlos hasta la misma muerte de ser necesario.
El último movimiento social en escena fue el trágico desenlace entre vecinos del caserío Los Pajoques en San Juan Sacatepéquez, causado por los que están en contra y a favor de la construcción de una carretera. Acontecimiento noticioso dantesco que hizo aflorar la extrema condición de ingobernabilidad social y anarquía, y de nuevo, la incapacidad gubernamental para prevenir y reaccionar ante situaciones de crisis.
La preocupación por la situación que vivimos en el país se entremezcla con la solidaridad y los sentimientos de tristeza porque otra vez nos enfrentamos entre guatemaltecos, dejando séquelas irreparables por la perdida de mas vidas humanas.
Para que hayamos llegado a esta situación paranoica y dañina ha sido necesario, primero, que nuestros gobernantes hayan demostrado una absoluta ineficiencia para hacer gestión pública. Si las personas protestan es porque no ven resultados concretos que mejoren sustancialmente sus condiciones de vida, independientemente de lo que puedan hacer ellas por sí mismas. Segundo, debido a esa falta de resultados y descrédito político se propició su empoderamiento, es decir, se le dio a la gente poder político, social o económico para ejercerlo en circunstancias adversas y en oposición a las decisiones adoptadas por los gobernantes. Este es al menos el significado que tengo sobre el empoderamiento negativo, dada la interminable cadena de eventos que nos conducen casi siempre al mismo resultado: la convulsión social y la crisis de derechos. Y, tercero, está claro que ningún dirigente de ningún conflicto social va a dejar que su conflicto se muera porque el gobierno no lo atiende, y por eso se radicaliza y se llega a niveles muchísimo más altos de violencia como los trágicamente vividos por la comunidad de Pajoques, San Juan Sacatepéquez.
Esa falta de autoridad y respeto a las reglas sobre posiciona la anarquía como el estadio mas efectivo para lograr objetivos. Eso también lo aprovecha el narcotráfico y el crimen organizado para actuar a sus anchas.