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Lo bueno se paga

Redacción República
29 de octubre, 2014

En una ocasión anterior reciente, escribí que Guatemala debería de apostar a un modelo de ingresos y gastos fiscales del 20% del Producto Interno Bruto, como máximo. Agregue así también una deuda pública del 20% del Producto Interno Bruto, como máximo. En cuanto a ingresos y gastos, mi propuesta era un incremento sustancial, pero con límites. En cuanto a la deuda pública, era una reducción sustancial, pero no óptima, dado que el nivel óptimo de deuda es cero.

Sigo en esa línea. En este artículo quisiera ampliar sobre el tema. La mejor manera de llegar a la recaudación fiscal óptima es ampliar la base tributaria. Esto se hace simplificando el sistema impositivo, haciendo que la reglas impositivas sean clarísimas, y de aplicación general. Un impuesto único cumple esto a cabalidad. De hecho, un impuesto único cumpliría tan bien la meta de recaudación, que la meta debería de ser un superávit fiscal anual constante, para acumular ahorros nacionales a lo largo del tiempo. Por regla fiscal, es este superávit fiscal que se debería de gastar de manera deficitaria para estimular la economía en momentos de crisis económica. De no ser así, la práctica de política fiscal anti cíclica, o sea deficitaria, se presta a demasiada discrecionalidad, que hundiría a cualquier país latinoamericano carente de la institucionalidad necesaria como para practicar política fiscal anti cíclica de una manera responsable. Si Estados Unidos no es capaz de hacerlo, ¿cómo vamos a esperar que Guatemala lo haga?
De manera preliminar recomendaría un impuesto único del 15%. Todo ingreso recaudado arriba del 20% del Producto Interno Bruto debería de guardarse en un fondo reservado, para que sean recursos de este fondo que se gastasen en tiempos de crisis económico, o desastres naturales, o emergencias nacionales. Pero una política económica fiscal seria debería de ser… seria. Por seria se quiere decir balanceada, y por balanceada se quiere decir que los gastos no deberían de exceder los ingresos. El mejor déficit fiscal, por regla general, es cero. 
Una cosa es establecer cómo y cuándo el Estado debería de gastar, otra es establecer en qué. Se dice mucho que el Estado guatemalteco está desfinanciado. Pero esto ocurre tanto por fuga de fondos como falta de fondos. La corrupción en el país es galopante, lo que queda en evidencia por las notas de 29/100 en Control de la Corrupción y 15/100 en Efectividad del Gobierno, según los Indicadores Globales de Gobernanza del Banco Mundial. Por esto, el Foro Económico Mundial califica Guatemala como 137 de 144 países en materia países en materia de Confianza. Cuando el estado es famoso por corrupto, y no brinda servicios públicos de una mínima calidad, la reacción racional del pueblo es practicar evasión fiscal.
Queda claro, el Estado guatemalteco es corrupto, gasta mal y nadie le cree nada. Sin embargo, seamos consecuentes. El secreto sucio de la cosa pública en Guatemala es que aún si la corrupción se reduciese a cero, los ingresos fiscales no alcanzarían para cubrir los retos que afronta el Estado guatemalteco en el cumplimiento de sus tareas primordiales que son seguridad, clima de negocios y de clima de inversión, porque sólo la creación de empresas y de empleo puede sacar un país de la pobreza. Es obvio que mucho menos alcanzarían los ingresos del gobierno después que se incluyen los gastos ilegítimos de pago de favores, compadrazgo, clientelismo y corrupción. Imaginémonos una Guatemala sin corrupción. 
Yo propongo que aun así, habría que aumentar las tasas impositivas en Guatemala. Aumentar el número de pagadores de impuestos no va a incrementar las arcas fiscales lo suficiente como para cubrir las tareas pendientes del Estado guatemalteco. Conviene aclarar. Las tareas pendientes del Estado guatemalteco NO incluyen pagar los chantajes de los sindicatos estatales. Tampoco incluyen pagar los chantajes de las protestas violentas de algunas agrupaciones de la autodenominada sociedad civil. 
Las tareas pendientes del Estado guatemalteco, en vista de su interés primordial, desde una perspectiva Ordoliberal, de lograr la paz social, incluyen mitigar las condiciones de pobreza, extrema pobreza, hambruna, desnutrición, etcétera. Estas serían tareas primordiales de cualquier Estado, y además, de nobleza y dignidad humana. 
En lo personal, concuerdo con los que dicen que la tarea de seguridad es la tarea primordial del Estado. Y concuerdo que esa tarea es bastante retadora, considerando el hecho que el actualmente el Estado guatemalteco no controla tres cuartas partes de su territorio nacional. Habiendo dicho eso, todos los ingresos provenientes de nuevos pagadores de impuestos serían insuficientes como para pagar la deuda pendiente a todos los guatemaltecos — solo en materia de seguridad. 
Pero la deuda pendiente se extiende más allá de la seguridad. Incluye también mitigar las condiciones socioeconómicas negativas de los más marginados y excluidos de la sociedad guatemalteca. ¿Con quien es la tan hablada deuda pendiente de Guatemala? Yo propondría que la tarea pendiente no es con los pobres, sino con nosotros mismos. 
Nadie que aspira al noble título de Liberal en el mejor sentido de la tradición de la civilización Occidental debería de engañarse. Mientras la mitad de nosotros viven en condiciones extremadamente precarias, no somos una civilización, mucho menos Liberales. Tener como meta eliminar esa tremenda falla que nos impide llevar el título de civilizados es algo bueno. Y lo bueno se paga.

Lo bueno se paga

Redacción República
29 de octubre, 2014

En una ocasión anterior reciente, escribí que Guatemala debería de apostar a un modelo de ingresos y gastos fiscales del 20% del Producto Interno Bruto, como máximo. Agregue así también una deuda pública del 20% del Producto Interno Bruto, como máximo. En cuanto a ingresos y gastos, mi propuesta era un incremento sustancial, pero con límites. En cuanto a la deuda pública, era una reducción sustancial, pero no óptima, dado que el nivel óptimo de deuda es cero.

Sigo en esa línea. En este artículo quisiera ampliar sobre el tema. La mejor manera de llegar a la recaudación fiscal óptima es ampliar la base tributaria. Esto se hace simplificando el sistema impositivo, haciendo que la reglas impositivas sean clarísimas, y de aplicación general. Un impuesto único cumple esto a cabalidad. De hecho, un impuesto único cumpliría tan bien la meta de recaudación, que la meta debería de ser un superávit fiscal anual constante, para acumular ahorros nacionales a lo largo del tiempo. Por regla fiscal, es este superávit fiscal que se debería de gastar de manera deficitaria para estimular la economía en momentos de crisis económica. De no ser así, la práctica de política fiscal anti cíclica, o sea deficitaria, se presta a demasiada discrecionalidad, que hundiría a cualquier país latinoamericano carente de la institucionalidad necesaria como para practicar política fiscal anti cíclica de una manera responsable. Si Estados Unidos no es capaz de hacerlo, ¿cómo vamos a esperar que Guatemala lo haga?
De manera preliminar recomendaría un impuesto único del 15%. Todo ingreso recaudado arriba del 20% del Producto Interno Bruto debería de guardarse en un fondo reservado, para que sean recursos de este fondo que se gastasen en tiempos de crisis económico, o desastres naturales, o emergencias nacionales. Pero una política económica fiscal seria debería de ser… seria. Por seria se quiere decir balanceada, y por balanceada se quiere decir que los gastos no deberían de exceder los ingresos. El mejor déficit fiscal, por regla general, es cero. 
Una cosa es establecer cómo y cuándo el Estado debería de gastar, otra es establecer en qué. Se dice mucho que el Estado guatemalteco está desfinanciado. Pero esto ocurre tanto por fuga de fondos como falta de fondos. La corrupción en el país es galopante, lo que queda en evidencia por las notas de 29/100 en Control de la Corrupción y 15/100 en Efectividad del Gobierno, según los Indicadores Globales de Gobernanza del Banco Mundial. Por esto, el Foro Económico Mundial califica Guatemala como 137 de 144 países en materia países en materia de Confianza. Cuando el estado es famoso por corrupto, y no brinda servicios públicos de una mínima calidad, la reacción racional del pueblo es practicar evasión fiscal.
Queda claro, el Estado guatemalteco es corrupto, gasta mal y nadie le cree nada. Sin embargo, seamos consecuentes. El secreto sucio de la cosa pública en Guatemala es que aún si la corrupción se reduciese a cero, los ingresos fiscales no alcanzarían para cubrir los retos que afronta el Estado guatemalteco en el cumplimiento de sus tareas primordiales que son seguridad, clima de negocios y de clima de inversión, porque sólo la creación de empresas y de empleo puede sacar un país de la pobreza. Es obvio que mucho menos alcanzarían los ingresos del gobierno después que se incluyen los gastos ilegítimos de pago de favores, compadrazgo, clientelismo y corrupción. Imaginémonos una Guatemala sin corrupción. 
Yo propongo que aun así, habría que aumentar las tasas impositivas en Guatemala. Aumentar el número de pagadores de impuestos no va a incrementar las arcas fiscales lo suficiente como para cubrir las tareas pendientes del Estado guatemalteco. Conviene aclarar. Las tareas pendientes del Estado guatemalteco NO incluyen pagar los chantajes de los sindicatos estatales. Tampoco incluyen pagar los chantajes de las protestas violentas de algunas agrupaciones de la autodenominada sociedad civil. 
Las tareas pendientes del Estado guatemalteco, en vista de su interés primordial, desde una perspectiva Ordoliberal, de lograr la paz social, incluyen mitigar las condiciones de pobreza, extrema pobreza, hambruna, desnutrición, etcétera. Estas serían tareas primordiales de cualquier Estado, y además, de nobleza y dignidad humana. 
En lo personal, concuerdo con los que dicen que la tarea de seguridad es la tarea primordial del Estado. Y concuerdo que esa tarea es bastante retadora, considerando el hecho que el actualmente el Estado guatemalteco no controla tres cuartas partes de su territorio nacional. Habiendo dicho eso, todos los ingresos provenientes de nuevos pagadores de impuestos serían insuficientes como para pagar la deuda pendiente a todos los guatemaltecos — solo en materia de seguridad. 
Pero la deuda pendiente se extiende más allá de la seguridad. Incluye también mitigar las condiciones socioeconómicas negativas de los más marginados y excluidos de la sociedad guatemalteca. ¿Con quien es la tan hablada deuda pendiente de Guatemala? Yo propondría que la tarea pendiente no es con los pobres, sino con nosotros mismos. 
Nadie que aspira al noble título de Liberal en el mejor sentido de la tradición de la civilización Occidental debería de engañarse. Mientras la mitad de nosotros viven en condiciones extremadamente precarias, no somos una civilización, mucho menos Liberales. Tener como meta eliminar esa tremenda falla que nos impide llevar el título de civilizados es algo bueno. Y lo bueno se paga.