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Muros

Redacción República
10 de noviembre, 2014
El pasado domingo se celebraron los 25 años de la caída del muro de Berlín que prácticamente marcó el final de la guerra fría. El muro simbolizó los extremos a los que llegó no solo la confrontación ideológica de la época sino también la irracionalidad humana. Los prejuicios ideológicos entre los dos bloques desataron una serie de conflictos alrededor del mundo que las dos grandes potencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética, llamaron de baja intensidad, aunque los países que los sufrimos sabemos muy bien que no fueron así.

Para los años ochentas la confrontación ideológica inició a mostrar síntomas de su irracionalidad. ¿Cuál era acaso la gran diferencia entre un anticomunista como Pinochet en Chile o un comunista como Jaruzelski en Polonia? Ambos persiguieron, reprimieron y asesinaron estudiantes, sindicalistas y miembros de la iglesia católica. En la práctica su diferencia no era más que el numero de sus víctimas. Y fue así, como ese muro, que buscaba marcar una frontera entre las ideas fue superado por las ideas mismas, en particular aquella de la libertad que junto a la razón derribaron el mismo.


Lamentablemente, 25 años más tarde, los humanos seguimos construyendo muros.Estos son físicos como el que existe y se pretende ampliar en la frontera entre México y EEUU y que constituye un monumento al fracaso del conservadurismo de los EEUU;o el muro “anti – terrorista”que divide a Jerusalén entre occidente y oriente; como la zona desmilitarizadaentre las dos Coreas ycomo los diferentes muros que cruzan calles y avenidas para dividir los barrios católicos de los protestantes en Irlanda del Norte.


Pero también construimos otros tipos de muros como aquellos que no nos permiten poder hablar con otras personas por nuestros prejuicios ideológicos o religiosos. Los muros que construyen los políticos para alejarlos más de los intereses nacionales y encausarlos en la ruta de sus intereses personales. O los muros que construimos nosotros para negar la realidad política, social y económica en la que vivimosy acomodarnos a la rutina diaria sin exigir o luchar por cambios de fondo. Ojalá y no pasen otros 25 años para celebrar la caída de estos muros.

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@robertoantoniow


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El pasado domingo se celebraron los 25 años de la caída del muro de Berlín que prácticamente marcó el final de la guerra fría. El muro simbolizó los extremos a los que llegó no solo la confrontación ideológica de la época sino también la irracionalidad humana. Los prejuicios ideológicos entre los dos bloques desataron una serie de conflictos alrededor del mundo que las dos grandes potencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética, llamaron de baja intensidad, aunque los países que los sufrimos sabemos muy bien que no fueron así.

Para los años ochentas la confrontación ideológica inició a mostrar síntomas de su irracionalidad. ¿Cuál era acaso la gran diferencia entre un anticomunista como Pinochet en Chile o un comunista como Jaruzelski en Polonia? Ambos persiguieron, reprimieron y asesinaron estudiantes, sindicalistas y miembros de la iglesia católica. En la práctica su diferencia no era más que el numero de sus víctimas. Y fue así, como ese muro, que buscaba marcar una frontera entre las ideas fue superado por las ideas mismas, en particular aquella de la libertad que junto a la razón derribaron el mismo.


Lamentablemente, 25 años más tarde, los humanos seguimos construyendo muros.Estos son físicos como el que existe y se pretende ampliar en la frontera entre México y EEUU y que constituye un monumento al fracaso del conservadurismo de los EEUU;o el muro “anti – terrorista”que divide a Jerusalén entre occidente y oriente; como la zona desmilitarizadaentre las dos Coreas ycomo los diferentes muros que cruzan calles y avenidas para dividir los barrios católicos de los protestantes en Irlanda del Norte.


Pero también construimos otros tipos de muros como aquellos que no nos permiten poder hablar con otras personas por nuestros prejuicios ideológicos o religiosos. Los muros que construyen los políticos para alejarlos más de los intereses nacionales y encausarlos en la ruta de sus intereses personales. O los muros que construimos nosotros para negar la realidad política, social y económica en la que vivimosy acomodarnos a la rutina diaria sin exigir o luchar por cambios de fondo. Ojalá y no pasen otros 25 años para celebrar la caída de estos muros.

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