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Deuda pública y banco central

Redacción
19 de noviembre, 2014

La junta monetaria da su aprobación para cerrar los presupuestos del año fiscal 2015. Se proyecta que el gasto público sea mucho mayor al ingreso público y por fuerza se ha de cubrir la diferencia emitiendo deuda pública. Sin embargo, 1.917 millones de dólares es demasiado para colocar en el mercado sin que el tipo de interés se dispare como consecuencia de ello, es decir, que se torna casi imposible acudir al mercado de deuda y más después de que el déficit desbocado haya provocado una disminución del rating de Guatemala en los mercados internacionales.

Pero todo no está perdido -reza el ingenuo intervencionista-, podemos utilizar el Banco Central y monetizar esa deuda para salvar la peligrosa situación de las cuentas públicas. Sería una solución sin coste ya que el tipo de interés no debe subir porque no tenemos que utilizar los escasos fondos del mercado de capitales guatemalteco o abusar de la poca confianza que tienen los inversores internacionales en el Gobierno guatemalteco. Además, evitaríamos el peligroso efecto crowding out por el cual la financiación del erario público mediante emisiones de deuda tienden a sacar del mercado la financiación del sector productivo. Es decir, el Gobierno recibe fondos que en principio estaban disponibles para el sector privado y también aumenta el tipo de interés del crédito restante que recibe dicho sector.

Estos argumentos son perfectamente válidos contra la emisión de deuda pública, sin embargo, no son un argumento a favor de la monetización de la misma sino de su misma existencia. En realidad, hay poderosos argumentos en contra de la misma monetización

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El primero de ellos y más obvio, casi evidente, es que el aumento de la masa monetaria tiende a incrementar los precios, es decir, a provocar inflación. Por fortuna, el Banco de Guatemala no tiende a monetizar deuda pública y, por ello, el quetzal mantiene su valor de forma consistente contra el dólar, pero el peligro es siempre latente.

El segundo, y también casi evidente, es que la mayor cantidad de quetzales en circulación en comparación con dólares tiende a aumentar el tipo de cambio y la relación de intercambio del comercio internacional.

El tercero, y no por ello menos importante, es que tanto el movimiento de precios interno al alza, como el movimiento del tipo de cambio con dólares conllevan efectos microeconómicos no esperados. De forma interna se producen cambios en los precios relativos de los bienes económicos (el llamado efecto Cantillón) debido al aumento de las nuevas disponibilidades monetarias que conlleva la monetización de deuda pública por parte del banco central.

El principal problema es que estos cambios de precios relativos no vienen de cambios subyacentes en las condiciones del mercado: suelen confundir a los agentes económicos. Habrá empresarios que empiecen a producir bienes y servicios para los cuales, en realidad, no hay demanda o esta es sólo sostenible en base a una creciente inflación; por lo que cuando la inflación se detiene, se produce una crisis económica (o al menos una desaceleración). Por tanto, la monetización de hoy puede conllevar la crisis del mañana.

Pero es que, además, uno de los supuestos beneficios -esto es el aumento de tipo de interés- se ve contrarrestado por la disminución del poder adquisitivo de la moneda, o sea la inflación. A fin de cuentas el tipo de interés va a incorporar la prima de inflación y, tan pronto como esta sea esperada, aumentará el tipo de interés de mercado como consecuencia de la primera monetización que, en principio, no implicaba aumentos del tipo de interés.

Por consiguiente, utilizar al Banco Central para arreglar los desajustes imprudentes de un gobierno irresponsable conlleva inflación, aumento del tipo de cambio contra el dólar, crisis en el futuro y aumentos del tipo de interés que desalientan la creación de nuevos negocios.

Deuda pública y banco central

Redacción
19 de noviembre, 2014

La junta monetaria da su aprobación para cerrar los presupuestos del año fiscal 2015. Se proyecta que el gasto público sea mucho mayor al ingreso público y por fuerza se ha de cubrir la diferencia emitiendo deuda pública. Sin embargo, 1.917 millones de dólares es demasiado para colocar en el mercado sin que el tipo de interés se dispare como consecuencia de ello, es decir, que se torna casi imposible acudir al mercado de deuda y más después de que el déficit desbocado haya provocado una disminución del rating de Guatemala en los mercados internacionales.

Pero todo no está perdido -reza el ingenuo intervencionista-, podemos utilizar el Banco Central y monetizar esa deuda para salvar la peligrosa situación de las cuentas públicas. Sería una solución sin coste ya que el tipo de interés no debe subir porque no tenemos que utilizar los escasos fondos del mercado de capitales guatemalteco o abusar de la poca confianza que tienen los inversores internacionales en el Gobierno guatemalteco. Además, evitaríamos el peligroso efecto crowding out por el cual la financiación del erario público mediante emisiones de deuda tienden a sacar del mercado la financiación del sector productivo. Es decir, el Gobierno recibe fondos que en principio estaban disponibles para el sector privado y también aumenta el tipo de interés del crédito restante que recibe dicho sector.

Estos argumentos son perfectamente válidos contra la emisión de deuda pública, sin embargo, no son un argumento a favor de la monetización de la misma sino de su misma existencia. En realidad, hay poderosos argumentos en contra de la misma monetización

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El primero de ellos y más obvio, casi evidente, es que el aumento de la masa monetaria tiende a incrementar los precios, es decir, a provocar inflación. Por fortuna, el Banco de Guatemala no tiende a monetizar deuda pública y, por ello, el quetzal mantiene su valor de forma consistente contra el dólar, pero el peligro es siempre latente.

El segundo, y también casi evidente, es que la mayor cantidad de quetzales en circulación en comparación con dólares tiende a aumentar el tipo de cambio y la relación de intercambio del comercio internacional.

El tercero, y no por ello menos importante, es que tanto el movimiento de precios interno al alza, como el movimiento del tipo de cambio con dólares conllevan efectos microeconómicos no esperados. De forma interna se producen cambios en los precios relativos de los bienes económicos (el llamado efecto Cantillón) debido al aumento de las nuevas disponibilidades monetarias que conlleva la monetización de deuda pública por parte del banco central.

El principal problema es que estos cambios de precios relativos no vienen de cambios subyacentes en las condiciones del mercado: suelen confundir a los agentes económicos. Habrá empresarios que empiecen a producir bienes y servicios para los cuales, en realidad, no hay demanda o esta es sólo sostenible en base a una creciente inflación; por lo que cuando la inflación se detiene, se produce una crisis económica (o al menos una desaceleración). Por tanto, la monetización de hoy puede conllevar la crisis del mañana.

Pero es que, además, uno de los supuestos beneficios -esto es el aumento de tipo de interés- se ve contrarrestado por la disminución del poder adquisitivo de la moneda, o sea la inflación. A fin de cuentas el tipo de interés va a incorporar la prima de inflación y, tan pronto como esta sea esperada, aumentará el tipo de interés de mercado como consecuencia de la primera monetización que, en principio, no implicaba aumentos del tipo de interés.

Por consiguiente, utilizar al Banco Central para arreglar los desajustes imprudentes de un gobierno irresponsable conlleva inflación, aumento del tipo de cambio contra el dólar, crisis en el futuro y aumentos del tipo de interés que desalientan la creación de nuevos negocios.