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COP20: ¿ciencia o ideología?

Redacción
15 de diciembre, 2014

Uno de pilares científicos sobre los cuales descansa la suposición del cambio climático antropogénico es la teoría de los gases de efecto invernadero. Incuestiodo por la mayoría, este fenómeno interesó al experto en astrofísica Joseph E. Postman, quien con un grupo de colegas en 2011 hiciera público un estudio científico que debate dicha teoría y que, como era de esperarse, es ignorado por los pseudo-científicos del IPCC, medios, activistas y políticos que participan de las “Conferencias de las Partes”.

La teoría de los gases de efecto invernadero, dice Postman, es una proposición que establece que la atmósfera calienta la superficie de la tierra a una temperatura más alta de lo que debería estarlo sin atmósfera, mediante un proceso llamado “transferencia de radiación infrarroja retrodifundida”. Un fenómeno muy complejo desde luego pero que, según Postman, contradice los postulados más elementales (12 para ser exactos) de las Leyes de la Termodinámica. “Puede ser que la teoría de los gases de efecto invernadero sea correcta, acota Postman en las conclusiones de su estudio, pero ello implicaría considerar inválidas las Leyes de la Termodinámica”.

Derribar la teoría de los gases de efecto invernadero equivale obviamente a derrumbar la tesis de que el planeta se calienta a mayor concentración de CO2 en la atmósfera y desde luego, que es la actividad humana la causa principal de los fenómenos climáticos extremos que vemos con mayor frecuencia. Pero cuestionar hasta las últimas consecuencias la teoría del cambio climático antropogénico y explorar el tema desde un ámbito meramente científico puede parecer ingenuo y hasta inútil cuando a este movimiento subyace una agenda meramente ideológica: frenar el capitalismo.

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Si por capitalismo se entiende aquel sistema económico basado en la propiedad privada, entendería más bien que lo que hay que frenar es el estatismo y el mercantilismo, pues es a la luz de este sistema perverso que los bienes naturales del planeta son administrados inútilmente por los gobiernos y grupos de interés.

No es el capitalismo el que atenta hoy por hoy contra el Yasuní-ecuatoriano, la Amazonía-brasileña o la selva petenera en Guatemala…es más bien su ausencia, pues de él se deducen claros derechos de propiedad y libertad de elección sobre aquello que es propio (bosques, agua, subsuelo); de él surge un sistema de precios (información) que permite intercambiar valor por valor, de manera pacífica y voluntaria. Es de hecho en los países más cercanos al capitalismo (Suiza, Luxemburgo, Australia o Singapur) y no al socialismo, en los que se observan los mejores índices de desempeño ambiental.

Los fenómenos climáticos extremos afectan principalmente a los más pobres, por eso aquellos verdaderamente interesados en mitigar sus efectos deberán interesarse en reducir su vulnerabilidad y ello se logra sobre la base de gobiernos limitados a sus funciones propias (seguridad y justicia) y de una economía de mercado (capitalismo) que permita, sobre el principio de no coerción ni privilegios, disponer de los medios para mitigar los efectos de los cambios climáticos.

Más allá del dinamismo comercial que seguramente ha representado la estadía de más de 100 mil personas en el Perú durante los últimos 10 días, la COP20 no deja más que populismo ambiental, gasto gubernamental y promesas de redistribución por parte de los políticos tradicionales; daños a las líneas de Nazca por parte de activistas de Greenpeace y un colectivismo mayúsculo (Asamblea Mundial de los Pueblos) que aviva el resentimiento y la división por parte de los pueblos indígenas.

Invito pues a buscar la verdad en la realidad y en la ciencia independiente de los gobiernos; a cuestionar las premisas y a conservar un mínimo de racional optimismo sobre el futuro del planeta.

_________________________

Jorge David Chapas es guatemalteco, empresario forestal y maestro en economía ambiental. Cofundador y CEO de Rana. Investigador asociado al CEES y al PERC.

COP20: ¿ciencia o ideología?

Redacción
15 de diciembre, 2014

Uno de pilares científicos sobre los cuales descansa la suposición del cambio climático antropogénico es la teoría de los gases de efecto invernadero. Incuestiodo por la mayoría, este fenómeno interesó al experto en astrofísica Joseph E. Postman, quien con un grupo de colegas en 2011 hiciera público un estudio científico que debate dicha teoría y que, como era de esperarse, es ignorado por los pseudo-científicos del IPCC, medios, activistas y políticos que participan de las “Conferencias de las Partes”.

La teoría de los gases de efecto invernadero, dice Postman, es una proposición que establece que la atmósfera calienta la superficie de la tierra a una temperatura más alta de lo que debería estarlo sin atmósfera, mediante un proceso llamado “transferencia de radiación infrarroja retrodifundida”. Un fenómeno muy complejo desde luego pero que, según Postman, contradice los postulados más elementales (12 para ser exactos) de las Leyes de la Termodinámica. “Puede ser que la teoría de los gases de efecto invernadero sea correcta, acota Postman en las conclusiones de su estudio, pero ello implicaría considerar inválidas las Leyes de la Termodinámica”.

Derribar la teoría de los gases de efecto invernadero equivale obviamente a derrumbar la tesis de que el planeta se calienta a mayor concentración de CO2 en la atmósfera y desde luego, que es la actividad humana la causa principal de los fenómenos climáticos extremos que vemos con mayor frecuencia. Pero cuestionar hasta las últimas consecuencias la teoría del cambio climático antropogénico y explorar el tema desde un ámbito meramente científico puede parecer ingenuo y hasta inútil cuando a este movimiento subyace una agenda meramente ideológica: frenar el capitalismo.

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No es el capitalismo el que atenta hoy por hoy contra el Yasuní-ecuatoriano, la Amazonía-brasileña o la selva petenera en Guatemala…es más bien su ausencia, pues de él se deducen claros derechos de propiedad y libertad de elección sobre aquello que es propio (bosques, agua, subsuelo); de él surge un sistema de precios (información) que permite intercambiar valor por valor, de manera pacífica y voluntaria. Es de hecho en los países más cercanos al capitalismo (Suiza, Luxemburgo, Australia o Singapur) y no al socialismo, en los que se observan los mejores índices de desempeño ambiental.

Los fenómenos climáticos extremos afectan principalmente a los más pobres, por eso aquellos verdaderamente interesados en mitigar sus efectos deberán interesarse en reducir su vulnerabilidad y ello se logra sobre la base de gobiernos limitados a sus funciones propias (seguridad y justicia) y de una economía de mercado (capitalismo) que permita, sobre el principio de no coerción ni privilegios, disponer de los medios para mitigar los efectos de los cambios climáticos.

Más allá del dinamismo comercial que seguramente ha representado la estadía de más de 100 mil personas en el Perú durante los últimos 10 días, la COP20 no deja más que populismo ambiental, gasto gubernamental y promesas de redistribución por parte de los políticos tradicionales; daños a las líneas de Nazca por parte de activistas de Greenpeace y un colectivismo mayúsculo (Asamblea Mundial de los Pueblos) que aviva el resentimiento y la división por parte de los pueblos indígenas.

Invito pues a buscar la verdad en la realidad y en la ciencia independiente de los gobiernos; a cuestionar las premisas y a conservar un mínimo de racional optimismo sobre el futuro del planeta.

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Jorge David Chapas es guatemalteco, empresario forestal y maestro en economía ambiental. Cofundador y CEO de Rana. Investigador asociado al CEES y al PERC.