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Se despeja el cielo sobre La Habana

Redacción
22 de diciembre, 2014

No hay duda que causó sorpresa y asombro el anuncio hecho hace unos días por el presidente Obama sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, luego de una larga interrupción de más de un siglo. Sin embargo, el anuncio fue recibido de forma dispar, según se sondee en los grupos de opinión dentro y fuera de los Estados Unidos y Cuba.

Cuba por ejemplo, ha sido muy cauta en sus declaraciones, apuntando más a un optimismo mesurado al saberse la noticia. Tras bambalinas sin embargo, el anuncio habrá representado un gran alivio ante el permanente fracaso económico de la isla, desde que se estatizó la economía allá a inicios de la década de los sesenta del siglo XX. Un par de semanas atrás se anunció el relevo del Ministro de Economía de la isla, y su sustitución por un supuesto tecnócrata que tiene en las manos un nuevo plan para dotar a los cubanos de una sola moneda, suprimiendo esa monstruosidad de tres monedas circulantes en una economía estancada: el peso cubano, el peso cubano convertible y el dólar de los Estados Unidos. La posibilidad de reconstruir lazos diplomáticos con el gigante económico podría significar nuevos acuerdos comerciales que vayan derrumbando poco a poco, sin traumas económicos, el odiado bloqueo económico dictado en contra de Cuba por el presidente Kennedy, que a mi juicio constituyó uno de los más grandes (e inexplicablemente perdurable) de todos sus errores.

El bloqueo fue un error asumido por el ala dura del exilio cubano en Miami como una la forma de estrangular al régimen, logrando en cambio, que se estrangulara al cubano que carece de familia en el extranjero y que debe sobrevivir con las magras asignaciones a que le da derecho una cartilla de racionamiento herencia del Che Guevara, que cabe recordar, murió asesinado en Bolivia en 1967… una pieza arqueológica pues. Los jerarcas del régimen, lograron hacer negocios con países europeos menos escrupulosos a la hora de buscar socios comerciales que violan derechos humanos en nombre de una revolución, y así uno puede ver en las calles de La Habana a los capitostes del Partido Comunista circular por la ancha y hermosa Avenida de Las Américas en relucientes Mercedes Benz, SEATS, FIATS o Peugeots. El cubano común y corriente, en cambio, o se camina toda la ciudad, o pedalea por ella si tiene la suerte de poseer una desvencijada bicicleta china o bien, se resigna a esperar horas a que pase una guagua, un “camello”, o que un burócrata pare a darle un aventón para evitarse una denuncia. El bloqueo entonces se convirtió en esa maldición a la que puede achacársele la culpa de todas las ineficiencias, estupideces y corrupción del régimen cubano para pretender lavarse la cara.

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Por su parte, los Estados Unidos no está haciendo tampoco una revolución de sus relaciones diplomáticas. Regularmente, un anuncio de este tipo lleva un trasfondo de años de negociaciones, que podemos aventurar, habrán empezado en el momento en que el senil de Fidel Castro trasladó el poder a su hermano Raúl, otrora el más radical de los hermanos, pero hoy en día al parecer, el más realista frente al desastre que su revolución hizo de Cuba. Puedo aventurar también, que el sorpresivo anuncio de la administración Obama obedece a un plan orquestado a ambos lados del estrecho de Cayo Hueso, para que la transición a otro esquema económico en la isla no cause un trauma a sus pobladores, que han vivido en una especie de “parque jurásico” detenido en el tiempo, desde ese enero de 1961 en que Castro anunció el carácter socialista de “su” revolución. Creo que lo que se pretende evitar es un nuevo éxodo de marielitos, que se sume a la crisis actual de migración que la administración no ha logrado solucionar.

Por último, el viraje de la política exterior con Cuba tiene que ver más con los Estados Unidos que con Cuba, en realidad. Fuera de las consideraciones prácticas abordadas en el párrafo anterior, quizás la más importante razón fue la plena conciencia del presidente Obama de la mediocridad de su administración, que en los términos usados por el politólogo George Friedman, en su interesante libro The next decade: “…creó expectativas que no pudo cumplir y fracasó en crear la ilusión de que las estaba cumpliendo…”, es decir, nada que envidiarle a sus colegas latinoamericanos.

Ante el fracaso de la reforma migratoria, ante la imposibilidad de cerrar la anomalía jurídica que es la prisión de Guantánamo, la imposibilidad de garantizarle a sus paisanos que el mundo es un lugar más seguro hoy, ante su incapacidad de enfrentar las crisis internacionales detonadas por una Rusia cada vez más desafiante, ante su fracaso de ofrecer resultados concretos en la guerra en Afganistán y su lastimoso traspié en Irak, (que luego de evacuar sus tropas ha tenido que, discretamente enviar nuevamente tropas para evitar que caiga en manos de la temida agrupación Estado Islámico), el legado de Obama para la historia será el acercamiento con Cuba, que ahora con el rostro de Raúl es menos repugnante que la barba de Fidel… Algo es algo pensará él…

Se despeja el cielo sobre La Habana

Redacción
22 de diciembre, 2014

No hay duda que causó sorpresa y asombro el anuncio hecho hace unos días por el presidente Obama sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, luego de una larga interrupción de más de un siglo. Sin embargo, el anuncio fue recibido de forma dispar, según se sondee en los grupos de opinión dentro y fuera de los Estados Unidos y Cuba.

Cuba por ejemplo, ha sido muy cauta en sus declaraciones, apuntando más a un optimismo mesurado al saberse la noticia. Tras bambalinas sin embargo, el anuncio habrá representado un gran alivio ante el permanente fracaso económico de la isla, desde que se estatizó la economía allá a inicios de la década de los sesenta del siglo XX. Un par de semanas atrás se anunció el relevo del Ministro de Economía de la isla, y su sustitución por un supuesto tecnócrata que tiene en las manos un nuevo plan para dotar a los cubanos de una sola moneda, suprimiendo esa monstruosidad de tres monedas circulantes en una economía estancada: el peso cubano, el peso cubano convertible y el dólar de los Estados Unidos. La posibilidad de reconstruir lazos diplomáticos con el gigante económico podría significar nuevos acuerdos comerciales que vayan derrumbando poco a poco, sin traumas económicos, el odiado bloqueo económico dictado en contra de Cuba por el presidente Kennedy, que a mi juicio constituyó uno de los más grandes (e inexplicablemente perdurable) de todos sus errores.

El bloqueo fue un error asumido por el ala dura del exilio cubano en Miami como una la forma de estrangular al régimen, logrando en cambio, que se estrangulara al cubano que carece de familia en el extranjero y que debe sobrevivir con las magras asignaciones a que le da derecho una cartilla de racionamiento herencia del Che Guevara, que cabe recordar, murió asesinado en Bolivia en 1967… una pieza arqueológica pues. Los jerarcas del régimen, lograron hacer negocios con países europeos menos escrupulosos a la hora de buscar socios comerciales que violan derechos humanos en nombre de una revolución, y así uno puede ver en las calles de La Habana a los capitostes del Partido Comunista circular por la ancha y hermosa Avenida de Las Américas en relucientes Mercedes Benz, SEATS, FIATS o Peugeots. El cubano común y corriente, en cambio, o se camina toda la ciudad, o pedalea por ella si tiene la suerte de poseer una desvencijada bicicleta china o bien, se resigna a esperar horas a que pase una guagua, un “camello”, o que un burócrata pare a darle un aventón para evitarse una denuncia. El bloqueo entonces se convirtió en esa maldición a la que puede achacársele la culpa de todas las ineficiencias, estupideces y corrupción del régimen cubano para pretender lavarse la cara.

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Por su parte, los Estados Unidos no está haciendo tampoco una revolución de sus relaciones diplomáticas. Regularmente, un anuncio de este tipo lleva un trasfondo de años de negociaciones, que podemos aventurar, habrán empezado en el momento en que el senil de Fidel Castro trasladó el poder a su hermano Raúl, otrora el más radical de los hermanos, pero hoy en día al parecer, el más realista frente al desastre que su revolución hizo de Cuba. Puedo aventurar también, que el sorpresivo anuncio de la administración Obama obedece a un plan orquestado a ambos lados del estrecho de Cayo Hueso, para que la transición a otro esquema económico en la isla no cause un trauma a sus pobladores, que han vivido en una especie de “parque jurásico” detenido en el tiempo, desde ese enero de 1961 en que Castro anunció el carácter socialista de “su” revolución. Creo que lo que se pretende evitar es un nuevo éxodo de marielitos, que se sume a la crisis actual de migración que la administración no ha logrado solucionar.

Por último, el viraje de la política exterior con Cuba tiene que ver más con los Estados Unidos que con Cuba, en realidad. Fuera de las consideraciones prácticas abordadas en el párrafo anterior, quizás la más importante razón fue la plena conciencia del presidente Obama de la mediocridad de su administración, que en los términos usados por el politólogo George Friedman, en su interesante libro The next decade: “…creó expectativas que no pudo cumplir y fracasó en crear la ilusión de que las estaba cumpliendo…”, es decir, nada que envidiarle a sus colegas latinoamericanos.

Ante el fracaso de la reforma migratoria, ante la imposibilidad de cerrar la anomalía jurídica que es la prisión de Guantánamo, la imposibilidad de garantizarle a sus paisanos que el mundo es un lugar más seguro hoy, ante su incapacidad de enfrentar las crisis internacionales detonadas por una Rusia cada vez más desafiante, ante su fracaso de ofrecer resultados concretos en la guerra en Afganistán y su lastimoso traspié en Irak, (que luego de evacuar sus tropas ha tenido que, discretamente enviar nuevamente tropas para evitar que caiga en manos de la temida agrupación Estado Islámico), el legado de Obama para la historia será el acercamiento con Cuba, que ahora con el rostro de Raúl es menos repugnante que la barba de Fidel… Algo es algo pensará él…