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La lectura política del presupuesto

Redacción
03 de diciembre, 2014

Escuché decir a Mario Vargas Llosa hace varios años en un programa de televisión, que en una ocasión mientras visitaba Nueva Zelanda, desde la habitación del hotel en donde él se alojaba, alcanzó a divisar muy temprano en la mañana una larga fila de personas que se agolpaban frente a las puertas de una librería local. Movido por la curiosidad, o más bien por el interés de identificar cuál era la novedad bibliográfica del momento, decidió incorporarse a la fila, y cuál no sería su sorpresa, que al preguntar qué era lo que motivaba tan mañanera cola, uno de los paisanos atinó a decirle que era porque ese día publicaban el Presupuesto General de su país. ¡los ciudadanos de esta remota isla se tomaban el tiempo de comprar y leer el presupuesto aprobado por los políticos¡

Esta es una gran lección si de ella extraemos algunas consideraciones. Primero, una ciudadanía adecuadamente informada, toma mejores decisiones. Un elemento de información crítico es pues en que invierte y en qué gasta el gobierno los impuestos que pagan los ciudadanos. Dado que el arte de la política es tomar de unos para dar a otros, leer adecuadamente el rumbo de esos gastos nos dice mucho de las orientaciones políticas del momento. Pero también, lo que pareciera ser una discusión muy técnica y llena de números, para un lector precavido se convierte en un instrumento de pronóstico político/económico, pues deduce de los contenidos del presupuesto en donde están las grandes prioridades, en qué áreas de la economía habrá particular movimiento y dónde es esperable que incluso haya recortes en programas y empleos. Una tercera consideración, es quién gana y quien pierde en la política.  Como en el caso de los grandes bailes europeos, en donde uno puede medir quién está adentro y quien está afuera de los círculos de la élite y la farándula simplemente con revisar la lista de los invitados, pues aquí con el presupuesto funciona igual. Una rápida mirada a quién ha logrado colocar su tema, su ONG o su proyecto, nos ofrece una clara indicación de cómo están los balances de intereses y poderes en torno al poder público. En esto se aplica aquella máxima que profesaba un conocido ex presidente Mexicano, Adolfo Ruíz Cortines, quien sin el menor pestañeo sostenía que “es un error vivir fuera del presupuesto”. Por último, un presupuesto público es un muestrario actualizado de la maña, el truco del oficio y la táctica parlamentaria, pues no hay lugar en donde las comas y los puntos sean tan cruciales como en las disposiciones asociadas a la distribución del dinero público.

Todo lo anterior, lo he comentado con el propósito de plantear la necesidad de aprender a leer los presupuestos públicos. Esta discusión no puede seguir estando confinada solo a los políticos. Tampoco puede quedar confinada a dos variables, necesarias sí pero muy rudimentarias, como son el  monto o sus fuentes de financiamiento. Hay que aprender el modo de hacer una “lectura política” de los presupuestos. Ello tiene que ver con las tendencias, las omisiones, los candados, los sube y bajas de los que piden recursos, los actores que aparecen y los que desparecen, etc.  Estoy convencido que una disciplina que debe ser parte obligada del currículo de las escuelas de gestión gubernamental, es este tipo de lecturas, que trascienden lo meramente matemático, lo contable e incluso lo económico.  Solo así podremos profesionalizar a la política y darle un contenido político a quienes desde las organizaciones sociales comentan la discusión de un presupuesto año con año.

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Hoy tenemos nuevo presupuesto. Ya sabemos cómo lo aprobaron, pero no está suficientemente discutido aunque si suficientemente claro, para qué.  Hacer una lectura política en los medios de comunicación, en la academia, en los gremios y en los espacios sociales de este presupuesto es vital para poner en su sobre aviso de qué va el próximo año. Digamos pues que este presupuesto, con sus aberraciones, sus ilegalidades y sus torpezas, es una especie de best seller que el buen ciudadano debe pronto leer, para anticipar y por que no prevenir, las graves consecuencias que desde ya se avizoran.

La lectura política del presupuesto

Redacción
03 de diciembre, 2014

Escuché decir a Mario Vargas Llosa hace varios años en un programa de televisión, que en una ocasión mientras visitaba Nueva Zelanda, desde la habitación del hotel en donde él se alojaba, alcanzó a divisar muy temprano en la mañana una larga fila de personas que se agolpaban frente a las puertas de una librería local. Movido por la curiosidad, o más bien por el interés de identificar cuál era la novedad bibliográfica del momento, decidió incorporarse a la fila, y cuál no sería su sorpresa, que al preguntar qué era lo que motivaba tan mañanera cola, uno de los paisanos atinó a decirle que era porque ese día publicaban el Presupuesto General de su país. ¡los ciudadanos de esta remota isla se tomaban el tiempo de comprar y leer el presupuesto aprobado por los políticos¡

Esta es una gran lección si de ella extraemos algunas consideraciones. Primero, una ciudadanía adecuadamente informada, toma mejores decisiones. Un elemento de información crítico es pues en que invierte y en qué gasta el gobierno los impuestos que pagan los ciudadanos. Dado que el arte de la política es tomar de unos para dar a otros, leer adecuadamente el rumbo de esos gastos nos dice mucho de las orientaciones políticas del momento. Pero también, lo que pareciera ser una discusión muy técnica y llena de números, para un lector precavido se convierte en un instrumento de pronóstico político/económico, pues deduce de los contenidos del presupuesto en donde están las grandes prioridades, en qué áreas de la economía habrá particular movimiento y dónde es esperable que incluso haya recortes en programas y empleos. Una tercera consideración, es quién gana y quien pierde en la política.  Como en el caso de los grandes bailes europeos, en donde uno puede medir quién está adentro y quien está afuera de los círculos de la élite y la farándula simplemente con revisar la lista de los invitados, pues aquí con el presupuesto funciona igual. Una rápida mirada a quién ha logrado colocar su tema, su ONG o su proyecto, nos ofrece una clara indicación de cómo están los balances de intereses y poderes en torno al poder público. En esto se aplica aquella máxima que profesaba un conocido ex presidente Mexicano, Adolfo Ruíz Cortines, quien sin el menor pestañeo sostenía que “es un error vivir fuera del presupuesto”. Por último, un presupuesto público es un muestrario actualizado de la maña, el truco del oficio y la táctica parlamentaria, pues no hay lugar en donde las comas y los puntos sean tan cruciales como en las disposiciones asociadas a la distribución del dinero público.

Todo lo anterior, lo he comentado con el propósito de plantear la necesidad de aprender a leer los presupuestos públicos. Esta discusión no puede seguir estando confinada solo a los políticos. Tampoco puede quedar confinada a dos variables, necesarias sí pero muy rudimentarias, como son el  monto o sus fuentes de financiamiento. Hay que aprender el modo de hacer una “lectura política” de los presupuestos. Ello tiene que ver con las tendencias, las omisiones, los candados, los sube y bajas de los que piden recursos, los actores que aparecen y los que desparecen, etc.  Estoy convencido que una disciplina que debe ser parte obligada del currículo de las escuelas de gestión gubernamental, es este tipo de lecturas, que trascienden lo meramente matemático, lo contable e incluso lo económico.  Solo así podremos profesionalizar a la política y darle un contenido político a quienes desde las organizaciones sociales comentan la discusión de un presupuesto año con año.

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