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Los desastres del presupuesto

Redacción
05 de diciembre, 2014

El viernes el Congreso de la República aprobó finalmente el presupuesto de ingresos y egresos para 2015.  El resultado no puede recibir otro calificativo que el de nefasto.  Las razones para atribuirle semejante adjetivo son varias y a continuación intentaré explicar al lector.

En primer lugar el presupuesto está desfinanciado.  De los 70,600 millones de quetzales que aprobaron 9,300 millones serán financiados con deuda.  Es decir que un 13.2% del presupuesto será financiado con deuda.  Un porcentaje muy alto para un país con unos ingresos bajos.

He insistido en múltiples ocasiones que nos han vendido la idea equivocada de que somos un país con un bajo nivel de endeudamiento ya que la deuda está alrededor del 26% sobre el PIB.  No obstante, está no es la mejor manera de ver el problema.  El dato relevante es el porcentaje de la deuda sobre los ingresos fiscales y eso nos llevaría a ver que el nivel de deuda con relación  a ingresos fiscales llegaría al 226%.

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Otro mito que debemos quitarnos es que la carga tributaria es baja.  El asunto es que el 10% de los guatemaltecos generan el 90% de los ingresos fiscales.  Esto quiere decir que cualquier incremento efectivo de impuestos es ponerle un gravamen adicional al 10% de los habitantes.  El impacto de los impuestos es entonces altamente distorsionador.

Y ahí viene el otro desastre del decreto que aprobó el presupuesto.  Dentro del paquete establecen un incremento al impuesto al cemento, un incremento al 10% a las regalías de las mineras y un nuevo impuesto de Q.60.00 anuales por línea telefónica.

Este último impuesto causa mucha controversia.  El señor presidente ingenuamente (o cínicamente) asegura que el impuesto está dirigido a las empresas telefónicas y no al  usuario final.  Sin embargo es completamente imposible que un impuesto afecte a quien yo quiera.

Los impuestos son un mecanismo sumamente distorsionador.  En realidad los efectos de un impuesto son difíciles de rastrear. Los economistas utilizan una serie de herramientas para evaluar el impacto de los impuestos para hacerse una idea del efecto de los mismos sobre la estructura productiva.

En el caso de los impuestos a las telefónicas el asunto es claro: aquellos usuarios de bajos ingresos que tienen una línea telefónica principalmente para recibir llamadas y que hacen recargas de Q.5.00 y Q.10.00 quedarán fuera del mercado.  Sería sumamente improductivo para las compañías tener un cliente que no consuma lo suficiente para compensar sus costos fijos y ahora el impuesto.

Luego un efecto secundario será el efecto sobre aquellas personas que suelen tener dos o tres teléfonos de diferentes compañías y que rara vez recargan y esperan para recargar la oferta más atractiva.  De esta forma las tres compañías compiten para ofrecer precios más bajos.  La víctima será el consumidor.

Por último hay que advertir que el Congreso pudo haber incurrido en un vicio formal al aprobar disposiciones fiscales en el decreto del presupuesto.  Son disposiciones que no siguieron el proceso legislativo y deliberativo tan deseable y necesario en un parlamento.  Veremos si se somete a conocimiento de las cortes.

Los desastres del presupuesto

Redacción
05 de diciembre, 2014

El viernes el Congreso de la República aprobó finalmente el presupuesto de ingresos y egresos para 2015.  El resultado no puede recibir otro calificativo que el de nefasto.  Las razones para atribuirle semejante adjetivo son varias y a continuación intentaré explicar al lector.

En primer lugar el presupuesto está desfinanciado.  De los 70,600 millones de quetzales que aprobaron 9,300 millones serán financiados con deuda.  Es decir que un 13.2% del presupuesto será financiado con deuda.  Un porcentaje muy alto para un país con unos ingresos bajos.

He insistido en múltiples ocasiones que nos han vendido la idea equivocada de que somos un país con un bajo nivel de endeudamiento ya que la deuda está alrededor del 26% sobre el PIB.  No obstante, está no es la mejor manera de ver el problema.  El dato relevante es el porcentaje de la deuda sobre los ingresos fiscales y eso nos llevaría a ver que el nivel de deuda con relación  a ingresos fiscales llegaría al 226%.

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Otro mito que debemos quitarnos es que la carga tributaria es baja.  El asunto es que el 10% de los guatemaltecos generan el 90% de los ingresos fiscales.  Esto quiere decir que cualquier incremento efectivo de impuestos es ponerle un gravamen adicional al 10% de los habitantes.  El impacto de los impuestos es entonces altamente distorsionador.

Y ahí viene el otro desastre del decreto que aprobó el presupuesto.  Dentro del paquete establecen un incremento al impuesto al cemento, un incremento al 10% a las regalías de las mineras y un nuevo impuesto de Q.60.00 anuales por línea telefónica.

Este último impuesto causa mucha controversia.  El señor presidente ingenuamente (o cínicamente) asegura que el impuesto está dirigido a las empresas telefónicas y no al  usuario final.  Sin embargo es completamente imposible que un impuesto afecte a quien yo quiera.

Los impuestos son un mecanismo sumamente distorsionador.  En realidad los efectos de un impuesto son difíciles de rastrear. Los economistas utilizan una serie de herramientas para evaluar el impacto de los impuestos para hacerse una idea del efecto de los mismos sobre la estructura productiva.

En el caso de los impuestos a las telefónicas el asunto es claro: aquellos usuarios de bajos ingresos que tienen una línea telefónica principalmente para recibir llamadas y que hacen recargas de Q.5.00 y Q.10.00 quedarán fuera del mercado.  Sería sumamente improductivo para las compañías tener un cliente que no consuma lo suficiente para compensar sus costos fijos y ahora el impuesto.

Luego un efecto secundario será el efecto sobre aquellas personas que suelen tener dos o tres teléfonos de diferentes compañías y que rara vez recargan y esperan para recargar la oferta más atractiva.  De esta forma las tres compañías compiten para ofrecer precios más bajos.  La víctima será el consumidor.

Por último hay que advertir que el Congreso pudo haber incurrido en un vicio formal al aprobar disposiciones fiscales en el decreto del presupuesto.  Son disposiciones que no siguieron el proceso legislativo y deliberativo tan deseable y necesario en un parlamento.  Veremos si se somete a conocimiento de las cortes.