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El secreto de todo, es la inversión

Redacción
23 de febrero, 2014

Más que un edificio o una fachada, como podrían pensar algunos, el verdadero capital es el talento y la actitud de emprendimiento; fuente de innumerables historias, como aquella de dos hermanos que hace 30 años empezaron con un pequeño negocio en la avenida Bolívar, cuyo único capital era su deseo, pero que ahora dan empleo formal a más de 200 guatemaltecos y exportan a Centroamérica y El Caribe. 

Es fácil escribirlo, pero si el lector tuviera la oportunidad de escuchar los obstáculos que ellos encontraron en su camino, no juzgarían tan a la ligera a los empresarios que, pese a los gobiernos, pese a las circunstancias propias del negocio, han invertido en una fuente de empleo y de bienestar para sus colaboradores, directos e indirectos. 
¿A qué viene esta rápida historia? En principio, porque hemos tenido la oportunidad de medir la contribución que el sector empresarial ha realizado a la economía, un aporte digno de contarlo, porque no es producto de instituciones jurídicas, abstractas, sino de personas, de guatemaltecos, que como Usted o yo, tienen aspiraciones de superación personal, profesional y familiar. 
En el caso del sector industrial, al que represento, contribuye con más del 30% del Producto Interno Bruto, que aporta el 17% de las afiliaciones privadas al Instituto Guatemalteco de la Seguridad Social (IGSS). Es el principal exportador (el 46% del total), el principal importador (el 43%) y es el sector que más impuestos paga, alrededor del 33% del total recaudado. 
El 85% de las empresas afiliadas a Cámara de Industria de Guatemala son pequeñas y medianas empresas. Por supuesto que las industrias grandes están representadas y contribuyen al desarrollo y la economía del país de manera determinante, pero es bueno desechar la idea de que las entidades empresariales están conformadas únicamente por empresas de tamaño grande. 
Las pequeñas y medianas empresas (PYMES) tienen para nosotros un significado especial, porque son las que cuantitativamente generan más empleo, aseguran el abastecimiento del mercado interno, pero también diversifican la estructura de las exportaciones. 
Planteado lo anterior, surge la pregunta inevitable: ¿estamos bien así? Y la respuesta apareció inmediatamente. Si seguimos al mismo paso, el actual crecimiento económico, que es del 3% sin descontar el aumento de la población, alcanzará el 6% hasta dentro de 20 años, y más por inercia de la economía, que por hacer cosas distintas. 
Para tener más claridad, hasta dentro de 11 años tendremos el PIB percápita de El Salvador y hasta de 119 años, el de Chile, por citar dos ejemplos.
Y entonces, de la satisfacción y la preocupación, pasamos a la propuesta. ¿Qué debemos hacer? Indudablemente, muchas cosas, pero en términos generales aterrizamos en unas cuantas convicciones. La primera, hacer valer principios fundamentales de toda democracia que se precie de tal, como el respeto al Estado del Derecho, certeza jurídica de la propiedad privada, garantía a la inversión y libertad de trabajo, sumados a una constante lucha por crear las condiciones que atraen la inversión productiva. 
La inversión privada sí es garantía de generación de empleo formal y de crecimiento económico. Por supuesto que el Estado tiene la obligación de invertir en seguridad, infraestructura, educación y salud, pero la clave de todo es la inversión productiva, en crear las condiciones para que el inversionista nacional y extranjero se sientan atraídos a correr riegos aquí, pero riesgos del mercado, como se enfrentan en los países desarrollados. 
Necesitamos multiplicar historias de éxito de un sector privado que contribuye, de manera determinante, al crecimiento económico y al desarrollo social de Guatemala. La clave, insisto, es que los dejemos invertir.

El secreto de todo, es la inversión

Redacción
23 de febrero, 2014

Más que un edificio o una fachada, como podrían pensar algunos, el verdadero capital es el talento y la actitud de emprendimiento; fuente de innumerables historias, como aquella de dos hermanos que hace 30 años empezaron con un pequeño negocio en la avenida Bolívar, cuyo único capital era su deseo, pero que ahora dan empleo formal a más de 200 guatemaltecos y exportan a Centroamérica y El Caribe. 

Es fácil escribirlo, pero si el lector tuviera la oportunidad de escuchar los obstáculos que ellos encontraron en su camino, no juzgarían tan a la ligera a los empresarios que, pese a los gobiernos, pese a las circunstancias propias del negocio, han invertido en una fuente de empleo y de bienestar para sus colaboradores, directos e indirectos. 
¿A qué viene esta rápida historia? En principio, porque hemos tenido la oportunidad de medir la contribución que el sector empresarial ha realizado a la economía, un aporte digno de contarlo, porque no es producto de instituciones jurídicas, abstractas, sino de personas, de guatemaltecos, que como Usted o yo, tienen aspiraciones de superación personal, profesional y familiar. 
En el caso del sector industrial, al que represento, contribuye con más del 30% del Producto Interno Bruto, que aporta el 17% de las afiliaciones privadas al Instituto Guatemalteco de la Seguridad Social (IGSS). Es el principal exportador (el 46% del total), el principal importador (el 43%) y es el sector que más impuestos paga, alrededor del 33% del total recaudado. 
El 85% de las empresas afiliadas a Cámara de Industria de Guatemala son pequeñas y medianas empresas. Por supuesto que las industrias grandes están representadas y contribuyen al desarrollo y la economía del país de manera determinante, pero es bueno desechar la idea de que las entidades empresariales están conformadas únicamente por empresas de tamaño grande. 
Las pequeñas y medianas empresas (PYMES) tienen para nosotros un significado especial, porque son las que cuantitativamente generan más empleo, aseguran el abastecimiento del mercado interno, pero también diversifican la estructura de las exportaciones. 
Planteado lo anterior, surge la pregunta inevitable: ¿estamos bien así? Y la respuesta apareció inmediatamente. Si seguimos al mismo paso, el actual crecimiento económico, que es del 3% sin descontar el aumento de la población, alcanzará el 6% hasta dentro de 20 años, y más por inercia de la economía, que por hacer cosas distintas. 
Para tener más claridad, hasta dentro de 11 años tendremos el PIB percápita de El Salvador y hasta de 119 años, el de Chile, por citar dos ejemplos.
Y entonces, de la satisfacción y la preocupación, pasamos a la propuesta. ¿Qué debemos hacer? Indudablemente, muchas cosas, pero en términos generales aterrizamos en unas cuantas convicciones. La primera, hacer valer principios fundamentales de toda democracia que se precie de tal, como el respeto al Estado del Derecho, certeza jurídica de la propiedad privada, garantía a la inversión y libertad de trabajo, sumados a una constante lucha por crear las condiciones que atraen la inversión productiva. 
La inversión privada sí es garantía de generación de empleo formal y de crecimiento económico. Por supuesto que el Estado tiene la obligación de invertir en seguridad, infraestructura, educación y salud, pero la clave de todo es la inversión productiva, en crear las condiciones para que el inversionista nacional y extranjero se sientan atraídos a correr riegos aquí, pero riesgos del mercado, como se enfrentan en los países desarrollados. 
Necesitamos multiplicar historias de éxito de un sector privado que contribuye, de manera determinante, al crecimiento económico y al desarrollo social de Guatemala. La clave, insisto, es que los dejemos invertir.