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Venezuela: socialismo, pobreza y represión

Redacción
25 de febrero, 2014

Luego de una década de inconstitucional aplicación en Venezuela del llamado “Socialismo del siglo XXI” (modelo de ejercicio limitado del poder, militarista y anti-democrático, basado en la planificación central de la economía que se ancla en el manejo populista y corrupto de divisas provenientes del petróleo), en este 2014 se padecen los más nefastos y violentos efectos de su vigencia (represión, intolerancia, asesinatos, escasez, inflación, etc.), a los que se suman los derivados de la negativa del Estado a brindar seguridad ciudadana y bienes públicos de calidad (impunidad para el hampa común y organizada, falla o inexistencia de servicios básicos, deterioro de la educación, salud y alimentos administrados por el Estado, etc.), todo ello a poco tiempo de la muerte de su impulsor, Hugo Chávez, a quien sólo una irónica fortuna le libró de ser testigo del horror creado por su delirante proyecto autoritario. 

Los Estados que a diferencia de Venezuela obtienen sus ingresos de la acción creadora de riqueza de sus ciudadanos vía cobro de impuestos, difícilmente harán padecer a su gente a estas altura de la historia situaciones similares, ya que en ellos los Gobiernos no pueden imponer por ideología controles ineficaces a la economía, contrarios a la libertad (de precios, de libre cambio de la moneda, de producción y distribución de bienes, etc.), ni mucho menos pueden acabar con la división de Poderes o con la propiedad privada, ya que en tales sociedades las personas en general, tendrán la autonomía y contarán con la institucionalidad necesaria para frenar cualquier intento por abusar del poder, mediante la dependencia de la población en su conjunto a los servicios, bienes y actividades que el Gobierno ofrece, y de la criminalización (en casos deshumanización) de toda forma de disidencia. ¿Por qué pudo esto pasar en Venezuela? Porque en este país el Estado no vive de sus ciudadanos, sino que éstos viven de aquél, debido al monopolio estatal sobre la explotación petrolera, causa a su vez de la inexistencia de una economía abierta y competitiva, que impida que el petróleo sea la única fuente de divisas para el país. 
Puede decirse que los venezolanos del siglo XXI pagan muy caro la terrible decisión que tomaron los venezolanos del siglo XX, con los socialistas partidos Acción Democrática y COPEI al frente del Gobierno, al crear ese monopolio estatal petrolero, y sentar así las bases definitivas del camino de servidumbre que, con gran superficialidad y arrogancia, ha transitado este país suramericano, lleno de potencial aún sin aprovechar, y quizá incluso sin conocer. Quiere decir lo anterior, que el “Socialismo del Siglo XXI” tiene sus raíces más hondas en lo que a la economía toca, en el modelo económico de corte intervencionista y planificador, contrario a la propiedad, libre empresa y competencia, que imperó durante la mayor parte del período de la democracia civil (1958-1998), siendo lo más grave que muchos venezolanos de hoy todavía siguen sin saberlo o aceptarlo. 
Las múltiples y cada vez más cruentas violaciones a derechos humanos que hoy reportan a diario las agencias de noticias (todas según Nicolás Maduro “títeres del imperio”), no pocas constitutivas de crímenes de lesa humanidad, son la expresión más cruel de lo que el colectivismo causa a Naciones ricas en dinero pero pobres en ideas de libertad como Venezuela, siendo el aumento de la pobreza, la falta de instituciones, la destrucción del conocimiento productivo y humanístico, de valores como el trabajo y la responsabilidad, el pluralismo y la libertad de expresión, otras expresiones del legado de esa visión del mundo hipócrita y violenta que es el socialismo.
*Luis Alfonso Herrera es profesor de la Universidad Central de Venezuela e investigador de CEDICE.

Venezuela: socialismo, pobreza y represión

Redacción
25 de febrero, 2014

Luego de una década de inconstitucional aplicación en Venezuela del llamado “Socialismo del siglo XXI” (modelo de ejercicio limitado del poder, militarista y anti-democrático, basado en la planificación central de la economía que se ancla en el manejo populista y corrupto de divisas provenientes del petróleo), en este 2014 se padecen los más nefastos y violentos efectos de su vigencia (represión, intolerancia, asesinatos, escasez, inflación, etc.), a los que se suman los derivados de la negativa del Estado a brindar seguridad ciudadana y bienes públicos de calidad (impunidad para el hampa común y organizada, falla o inexistencia de servicios básicos, deterioro de la educación, salud y alimentos administrados por el Estado, etc.), todo ello a poco tiempo de la muerte de su impulsor, Hugo Chávez, a quien sólo una irónica fortuna le libró de ser testigo del horror creado por su delirante proyecto autoritario. 

Los Estados que a diferencia de Venezuela obtienen sus ingresos de la acción creadora de riqueza de sus ciudadanos vía cobro de impuestos, difícilmente harán padecer a su gente a estas altura de la historia situaciones similares, ya que en ellos los Gobiernos no pueden imponer por ideología controles ineficaces a la economía, contrarios a la libertad (de precios, de libre cambio de la moneda, de producción y distribución de bienes, etc.), ni mucho menos pueden acabar con la división de Poderes o con la propiedad privada, ya que en tales sociedades las personas en general, tendrán la autonomía y contarán con la institucionalidad necesaria para frenar cualquier intento por abusar del poder, mediante la dependencia de la población en su conjunto a los servicios, bienes y actividades que el Gobierno ofrece, y de la criminalización (en casos deshumanización) de toda forma de disidencia. ¿Por qué pudo esto pasar en Venezuela? Porque en este país el Estado no vive de sus ciudadanos, sino que éstos viven de aquél, debido al monopolio estatal sobre la explotación petrolera, causa a su vez de la inexistencia de una economía abierta y competitiva, que impida que el petróleo sea la única fuente de divisas para el país. 
Puede decirse que los venezolanos del siglo XXI pagan muy caro la terrible decisión que tomaron los venezolanos del siglo XX, con los socialistas partidos Acción Democrática y COPEI al frente del Gobierno, al crear ese monopolio estatal petrolero, y sentar así las bases definitivas del camino de servidumbre que, con gran superficialidad y arrogancia, ha transitado este país suramericano, lleno de potencial aún sin aprovechar, y quizá incluso sin conocer. Quiere decir lo anterior, que el “Socialismo del Siglo XXI” tiene sus raíces más hondas en lo que a la economía toca, en el modelo económico de corte intervencionista y planificador, contrario a la propiedad, libre empresa y competencia, que imperó durante la mayor parte del período de la democracia civil (1958-1998), siendo lo más grave que muchos venezolanos de hoy todavía siguen sin saberlo o aceptarlo. 
Las múltiples y cada vez más cruentas violaciones a derechos humanos que hoy reportan a diario las agencias de noticias (todas según Nicolás Maduro “títeres del imperio”), no pocas constitutivas de crímenes de lesa humanidad, son la expresión más cruel de lo que el colectivismo causa a Naciones ricas en dinero pero pobres en ideas de libertad como Venezuela, siendo el aumento de la pobreza, la falta de instituciones, la destrucción del conocimiento productivo y humanístico, de valores como el trabajo y la responsabilidad, el pluralismo y la libertad de expresión, otras expresiones del legado de esa visión del mundo hipócrita y violenta que es el socialismo.
*Luis Alfonso Herrera es profesor de la Universidad Central de Venezuela e investigador de CEDICE.