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Cuando los tiburones nos quieren devorar

Redacción
14 de marzo, 2014

Los tiburones, aquellos que nos quieren devorar, lejos de ser una adversidad o maldición en nuestras vidas son una oportunidad para fortalecer nuestro espíritu. Hace unos días un extraordinario amigo me envió una de las anécdotas más inspiradora que he leído, particularmente en estos días en que la crisis y la competencia desmedida se ha vuelto parte de nuestras vidas cotidianas. Este relato, que ahora transcribo, es ideal para que lo comparta con sus hijos, sus amigos y para que usted se tome un tiempo de meditación en la adversidad. 

Los japoneses son reconocidos porque siempre han gustado del pescado fresco. Sin embargo, las aguas cercanas a Japón no han tenido muchos peces por décadas y esto ha causado que para que su población se pueda alimentar los barcos pesqueros fueron fabricados más grandes para ir mar adentro. Mientras más lejos iban los pescadores, más era el tiempo que les tomaba regresar a entregar el pescado. Si el viaje tomaba varios días, el pescado ya no estaba fresco. 
Entonces, para resolver el problema, las compañías instalaron congeladores en los barcos pesqueros. Así podían pescar y poner los pescados en los congeladores. Sin embargo, los japoneses pudieron percibir la diferencia entre el pescado congelado y el fresco e inmediatamente se dieron cuenta que el sabor del congelado era inferior, por lo que tenían que venderlo más barato. 
De esta cuenta, se creó una estrategia donde las compañías instalaron tanques en los barcos, para que los peces pudieran nadar en agua fresca durante el transcurso de la travesía por mar. No obstante, con el paso de los días, los peces dejaban de moverse en el tanque. Estaban aburridos y cansados, aunque vivos. Los consumidores japoneses también notaron la diferencia del sabor porque cuando los peces dejan de moverse por días, pierden el sabor fresco. 
Y ¿cómo resolvieron el problema las compañías japonesas? , ¿cómo consiguieron traer pescado con sabor de pescado fresco? Los japoneses comenzaron a pensar en términos prácticos y hacer analogías. 
Entonces, concluyeron que, tan pronto una persona alcanza sus metas, tales como empezar una nueva empresa, pagar sus deudas, encontrar una pareja maravillosa, empieza a perder la pasión. Ha conseguido lo que quiere por lo que ya no necesita esforzarse tanto. Entonces, como pez en el agua, se relaja. 
Este mismo problema lo experimentan quienes se ganan la lotería, o quienes heredan fortunas. Son personas que viven con una seguridad económica que las hace nunca madurar, quedarse en casa o simplemente pasar el día adictos al dinero, el despilfarro, la vida material y que al final acaban consumidos por los medicamentos para la depresión o la ansiedad, ya que nunca han encontrado el sentido ni su misión en la vida.

Y entonces, la resolución del problema de los pescadores japoneses fue inspirado en esta premisa: Las personas prosperan más cuando hay desafíos en su medio ambiente. Y si esta es una realidad, la única salida para mantener el sabor fresco de los peces fue que las compañías pesqueras pusieran un tiburón pequeño dentro de los tanques en los botes para que rompiera el esquema relajado de los peces. 

Es evidente que el tiburón se come algunos peces, pero los demás llegan muy muy vivos. ¡Los peces son desafiados! Tienen que nadar durante todo el trayecto dentro del tanque, para mantenerse vivos. Si no nadan, sucumben.

Este relato japonés es simplemente una meditación en tiempo de crisis. Todos necesitamos tener nuestro tiburón en las aguas donde nadamos porque así aprenderemos que cuando alcancemos nuestras metas, el reto será alcanzar otras mayores. 

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Jamás debemos de crear el éxito para luego descansar en él. 
Y la lección aprendida es, invita a un tiburón a tu tanque, y qué tan lejos realmente puedes llegar. Los “tiburones” que aparecen en nuestras vidas nos hacen conocer nuestro potencial. Nunca debemos dejarnos asustar por sus dientes ni sus trampas. El secreto es seguir alerta, pero siempre ‘fresco’. La ley de la vida es así, siempre nos pondrá tiburones, donde quiera que vayamos allí estarán. 
La vida nos pone dificultades y éstas se convertirán en lecciones de aprendizaje si las aprendemos a ver como oportunidades para encontrar nuevos caminos. Los tiburones, aquellos que nos quieren comer o destruir, lejos de ser una adversidad o maldición en nuestras vidas son una oportunidad para fortalecer nuestro espíritu y sacar lo mejor de nosotros mismos. Nos obligan a descubrir la fortaleza y la valentía que tenemos dentro de nosotros mismos y que desde el conformismo jamás hubiéramos explorado. 
sylviagereda.com 
@sgereda 
Facebook: Sylvia Gereda Valenzuela 

Cuando los tiburones nos quieren devorar

Redacción
14 de marzo, 2014

Los tiburones, aquellos que nos quieren devorar, lejos de ser una adversidad o maldición en nuestras vidas son una oportunidad para fortalecer nuestro espíritu. Hace unos días un extraordinario amigo me envió una de las anécdotas más inspiradora que he leído, particularmente en estos días en que la crisis y la competencia desmedida se ha vuelto parte de nuestras vidas cotidianas. Este relato, que ahora transcribo, es ideal para que lo comparta con sus hijos, sus amigos y para que usted se tome un tiempo de meditación en la adversidad. 

Los japoneses son reconocidos porque siempre han gustado del pescado fresco. Sin embargo, las aguas cercanas a Japón no han tenido muchos peces por décadas y esto ha causado que para que su población se pueda alimentar los barcos pesqueros fueron fabricados más grandes para ir mar adentro. Mientras más lejos iban los pescadores, más era el tiempo que les tomaba regresar a entregar el pescado. Si el viaje tomaba varios días, el pescado ya no estaba fresco. 
Entonces, para resolver el problema, las compañías instalaron congeladores en los barcos pesqueros. Así podían pescar y poner los pescados en los congeladores. Sin embargo, los japoneses pudieron percibir la diferencia entre el pescado congelado y el fresco e inmediatamente se dieron cuenta que el sabor del congelado era inferior, por lo que tenían que venderlo más barato. 
De esta cuenta, se creó una estrategia donde las compañías instalaron tanques en los barcos, para que los peces pudieran nadar en agua fresca durante el transcurso de la travesía por mar. No obstante, con el paso de los días, los peces dejaban de moverse en el tanque. Estaban aburridos y cansados, aunque vivos. Los consumidores japoneses también notaron la diferencia del sabor porque cuando los peces dejan de moverse por días, pierden el sabor fresco. 
Y ¿cómo resolvieron el problema las compañías japonesas? , ¿cómo consiguieron traer pescado con sabor de pescado fresco? Los japoneses comenzaron a pensar en términos prácticos y hacer analogías. 
Entonces, concluyeron que, tan pronto una persona alcanza sus metas, tales como empezar una nueva empresa, pagar sus deudas, encontrar una pareja maravillosa, empieza a perder la pasión. Ha conseguido lo que quiere por lo que ya no necesita esforzarse tanto. Entonces, como pez en el agua, se relaja. 
Este mismo problema lo experimentan quienes se ganan la lotería, o quienes heredan fortunas. Son personas que viven con una seguridad económica que las hace nunca madurar, quedarse en casa o simplemente pasar el día adictos al dinero, el despilfarro, la vida material y que al final acaban consumidos por los medicamentos para la depresión o la ansiedad, ya que nunca han encontrado el sentido ni su misión en la vida.

Y entonces, la resolución del problema de los pescadores japoneses fue inspirado en esta premisa: Las personas prosperan más cuando hay desafíos en su medio ambiente. Y si esta es una realidad, la única salida para mantener el sabor fresco de los peces fue que las compañías pesqueras pusieran un tiburón pequeño dentro de los tanques en los botes para que rompiera el esquema relajado de los peces. 

Es evidente que el tiburón se come algunos peces, pero los demás llegan muy muy vivos. ¡Los peces son desafiados! Tienen que nadar durante todo el trayecto dentro del tanque, para mantenerse vivos. Si no nadan, sucumben.

Este relato japonés es simplemente una meditación en tiempo de crisis. Todos necesitamos tener nuestro tiburón en las aguas donde nadamos porque así aprenderemos que cuando alcancemos nuestras metas, el reto será alcanzar otras mayores. 

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Y la lección aprendida es, invita a un tiburón a tu tanque, y qué tan lejos realmente puedes llegar. Los “tiburones” que aparecen en nuestras vidas nos hacen conocer nuestro potencial. Nunca debemos dejarnos asustar por sus dientes ni sus trampas. El secreto es seguir alerta, pero siempre ‘fresco’. La ley de la vida es así, siempre nos pondrá tiburones, donde quiera que vayamos allí estarán. 
La vida nos pone dificultades y éstas se convertirán en lecciones de aprendizaje si las aprendemos a ver como oportunidades para encontrar nuevos caminos. Los tiburones, aquellos que nos quieren comer o destruir, lejos de ser una adversidad o maldición en nuestras vidas son una oportunidad para fortalecer nuestro espíritu y sacar lo mejor de nosotros mismos. Nos obligan a descubrir la fortaleza y la valentía que tenemos dentro de nosotros mismos y que desde el conformismo jamás hubiéramos explorado. 
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@sgereda 
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