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Parásitos en política

Redacción
19 de marzo, 2014

Es interesante observar la política nicaragüense y salvadoreña. En ambos países, al igual que en Guatemala, se libraron por años conflictos internos que desangraron esas tierras. No obstante, lo que ocurre aquí dista mucho de lo que pasa en los otros dos. Allá no hay juicios por genocidio, persecución de militares y juzgamiento de subversivos. En una ocasión a un cargo político, militante del FMLN, le pregunté por que razón no le entraban a ciertos temas relacionados con el ejército al que por años habían combatido. La respuesta fue: “ahora los entendemos”. Es decir, desde el poder, las cosas cambian de perspectiva. 

Aquí, sin embargo, las divididas fuerzas de la izquierda insurgente siempre tuvieron liderazgo diferente y objetivos dispersos. Cuando forzadamente se vieron obligadas a unirse para firmar la paz (URNG) lo hicieron porque no había opción. A partir de ahí la participación en política les fue mal -francamente mal- a diferencia de sus homólogos del FMLN y del FSLN. Apenas con cinco diputados en las épocas de gloria, hoy cuentan con dos, lo que hace que la representación política de aquellas izquierdas combatientes no exista en la práctica. Nunca tuvieron poder como grupo político y pareciera que no lo tendrán en el horizonte de mediano plazo. Así las cosas, es de suponer la frustración que ello provoca a muchos militantes que apostaron por aquella forma de ver las cosas, hoy desechada por el votante. 
Esa es la razón por la que no les queda de otra que cooptar las instituciones por otros medios. Se puede ver en la lid a un abogado, excandidato a alcalde por la URNG y motor de reclamos, denuncias y otras güichazadas porque de lo contrario nadie le pone coco. A otra militante desarreglada, directora de una ONG con contratos financiados por la cooperación sueca a favor de CICIG, desde donde promueve lo que no puede hacer por vía política porque los ciudadanos no lo quieren. A cierta oficina del arzobispado, donde laboró la actual fiscal general, quien pretende meter la narices en cualquier tema desde la lanzadera eclesiástica, porque tampoco han tenido éxito en política con sus candidatos. A un columnista -funcionario internacional- quien utiliza su privilegiada tribuna privada para propagar sus ideas y movimientos, a pesar de ser un funcionario público que cobra salario del resto de contribuyentes mundiales. Y así un sin número de personajes que en alguna ocasión intentaron acceder a la política, pero que la ciudadanía, en el ejercicio de esa democracia que tanto reclaman, les cerró la puerta porque no los quieren, no se fían de ellos o ambas cosas. 
Han parasitado la política y cooptado instituciones. Desde sus tribunas difunden mensajes colectivizados a pesar de que en las planillas de sus organizaciones apenas verá a ellos y una secretaria, aunque firman los comunicados de forma personal y colectiva, para proyectar una dimensión de la que carecen. Aliándose con ciertos poderes pretenden manipular el país sobre la base de proyectar el etéreo concepto de sociedad civil y hacen pensar que representan a algunos, a pesar de que nadie los desea. Es el mismo caso de Rigoberta Menchú cuando se presentó a dos elecciones y apenas obtuvo el 3% de los votos válidos, toda una miseria electoral que se contraponer con la presentación de causas “mayoritarias”. 
El parasitismo político es la estrategia de los perdedores de votos. Hablan de mayoría y de derecho pero no están dispuestos a someterse al voto so pena de volver a fracasar, algo que saben pero que se niegan aceptar y reconocer.

www.miradorprensa.blogspot.com

Parásitos en política

Redacción
19 de marzo, 2014

Es interesante observar la política nicaragüense y salvadoreña. En ambos países, al igual que en Guatemala, se libraron por años conflictos internos que desangraron esas tierras. No obstante, lo que ocurre aquí dista mucho de lo que pasa en los otros dos. Allá no hay juicios por genocidio, persecución de militares y juzgamiento de subversivos. En una ocasión a un cargo político, militante del FMLN, le pregunté por que razón no le entraban a ciertos temas relacionados con el ejército al que por años habían combatido. La respuesta fue: “ahora los entendemos”. Es decir, desde el poder, las cosas cambian de perspectiva. 

Aquí, sin embargo, las divididas fuerzas de la izquierda insurgente siempre tuvieron liderazgo diferente y objetivos dispersos. Cuando forzadamente se vieron obligadas a unirse para firmar la paz (URNG) lo hicieron porque no había opción. A partir de ahí la participación en política les fue mal -francamente mal- a diferencia de sus homólogos del FMLN y del FSLN. Apenas con cinco diputados en las épocas de gloria, hoy cuentan con dos, lo que hace que la representación política de aquellas izquierdas combatientes no exista en la práctica. Nunca tuvieron poder como grupo político y pareciera que no lo tendrán en el horizonte de mediano plazo. Así las cosas, es de suponer la frustración que ello provoca a muchos militantes que apostaron por aquella forma de ver las cosas, hoy desechada por el votante. 
Esa es la razón por la que no les queda de otra que cooptar las instituciones por otros medios. Se puede ver en la lid a un abogado, excandidato a alcalde por la URNG y motor de reclamos, denuncias y otras güichazadas porque de lo contrario nadie le pone coco. A otra militante desarreglada, directora de una ONG con contratos financiados por la cooperación sueca a favor de CICIG, desde donde promueve lo que no puede hacer por vía política porque los ciudadanos no lo quieren. A cierta oficina del arzobispado, donde laboró la actual fiscal general, quien pretende meter la narices en cualquier tema desde la lanzadera eclesiástica, porque tampoco han tenido éxito en política con sus candidatos. A un columnista -funcionario internacional- quien utiliza su privilegiada tribuna privada para propagar sus ideas y movimientos, a pesar de ser un funcionario público que cobra salario del resto de contribuyentes mundiales. Y así un sin número de personajes que en alguna ocasión intentaron acceder a la política, pero que la ciudadanía, en el ejercicio de esa democracia que tanto reclaman, les cerró la puerta porque no los quieren, no se fían de ellos o ambas cosas. 
Han parasitado la política y cooptado instituciones. Desde sus tribunas difunden mensajes colectivizados a pesar de que en las planillas de sus organizaciones apenas verá a ellos y una secretaria, aunque firman los comunicados de forma personal y colectiva, para proyectar una dimensión de la que carecen. Aliándose con ciertos poderes pretenden manipular el país sobre la base de proyectar el etéreo concepto de sociedad civil y hacen pensar que representan a algunos, a pesar de que nadie los desea. Es el mismo caso de Rigoberta Menchú cuando se presentó a dos elecciones y apenas obtuvo el 3% de los votos válidos, toda una miseria electoral que se contraponer con la presentación de causas “mayoritarias”. 
El parasitismo político es la estrategia de los perdedores de votos. Hablan de mayoría y de derecho pero no están dispuestos a someterse al voto so pena de volver a fracasar, algo que saben pero que se niegan aceptar y reconocer.

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