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¿Por qué Nicolás Maduro es un presidente amortizado?

Redacción
21 de marzo, 2014

Nicolás Maduro podrá salir airoso, o no, en su actual enfrentamiento con la oposición antichavista pero lo que parece claro es que emergerá muy tocado y debilitado. ¿Pero cuáles son las causas de esa flaqueza? 

En primer lugar, Maduro se enfrenta a una crisis de liderazgo dentro del chavismo, porque no es el líder natural del régimen. Frente al liderazgo hegemónico y apabullante de Hugo Chávez surge el de Maduro menos firme y más compartido. De hecho, en la actualidad a Maduro se le puede considerar como un primus inter pares obligado a tomar decisiones y consensuarlas con otros jerarcas chavistas. En concreto, figuras como Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza, o el canciller, Elías Jaua, tienen un peso específico muy importante y reducen la capacidad y control de la agenda del Presidente. 
Su liderazgo, y legitimidad, se encuentran heridos de muerte desde que, tras ser elegido como sucesor por el propio Hugo Chávez en diciembre de 2012, fuera incapaz de mantener el caudal electoral de su mentor. En abril de 2013 ganaba las presidenciales por un exiguo 1,5% en comparación con lo conseguido en 2012 por el propio Chávez que aventajó en 10 puntos a Henrique Capriles. 
En segundo lugar, Maduro, a diferencia de Chávez, no posee la capacidad de movilización de las masas. En tiempos del fallecido comandante la calle no hubiera sido ganada, como ha sido ganada, por la oposición ante la pasividad del régimen, que solo ha sido capaz de movilizar a los paramilitares, pero no ha inundado las calles con los sectores populares que tanto ha cortejado el chavismo desde 1999. 
En tercer lugar, Maduro ha caído en la inacción en materia económica y permanece agazapado sumido en la dilación en el terreno político. Los graves problemas económicos que el país arrastra desde finales de la pasada década (inflación de dos dígitos superior al 20% -ahora ya por encima del 50%- y desabastecimiento creciente) no se han afrontado desde que Hugo Chávez cayera enfermo a mediados de 2011. 
Sin más compromisos electorales todo hacía suponer que ahora, en 2014, llegaría el momento de enfrentar la inflación, pero la actual dinámica de movilizaciones y protestas mantiene paralizado cualquier intento de tomar medidas, tal y como piden los cerebros económicos del régimen Nelson Merentes, presidente del Banco Central de Venezuela (BCV), y Rafael Ramírez, presidente de Petróleos de Venezuela y vicepresidente para el Área Económica. 
En cuarto lugar, si frente a la crisis económica ha optado por la inacción, con respecto a la crisis política actual se ha decantado por la dilación. Cree Maduro que cuando más resista las movilizaciones opositoras, estas se irán agotando pues es muy difícil mantener inalterable esa dinámica. 
En ese contexto entran sus apelaciones al diálogo que no se concretan en nada y que son sólo una forma de ganar tiempo en medio de la tormenta esperando que amaine. Nicolás Maduro no ha reparado que las protestas pueden debilitarse a medio plazo pero mientras tanto a quien verdaderamente debilitan es a él. Como muy acertadamente sostiene Antonio De la Cruz, director ejecutivo de la firma de asesores Inter American Trends, “cada vez es más obvio que el tiempo de Maduro está contado. Va a costar mucho sostenerlo, porque ya no garantiza estabilidad en el país, ni gobernabilidad”. 
Venezuela quizá se salve de caer en el abismo de la guerra civil y el enfrentamiento, pero el que no escapará de su final político a corto plazo es Nicolás Maduro.

¿Por qué Nicolás Maduro es un presidente amortizado?

Redacción
21 de marzo, 2014

Nicolás Maduro podrá salir airoso, o no, en su actual enfrentamiento con la oposición antichavista pero lo que parece claro es que emergerá muy tocado y debilitado. ¿Pero cuáles son las causas de esa flaqueza? 

En primer lugar, Maduro se enfrenta a una crisis de liderazgo dentro del chavismo, porque no es el líder natural del régimen. Frente al liderazgo hegemónico y apabullante de Hugo Chávez surge el de Maduro menos firme y más compartido. De hecho, en la actualidad a Maduro se le puede considerar como un primus inter pares obligado a tomar decisiones y consensuarlas con otros jerarcas chavistas. En concreto, figuras como Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza, o el canciller, Elías Jaua, tienen un peso específico muy importante y reducen la capacidad y control de la agenda del Presidente. 
Su liderazgo, y legitimidad, se encuentran heridos de muerte desde que, tras ser elegido como sucesor por el propio Hugo Chávez en diciembre de 2012, fuera incapaz de mantener el caudal electoral de su mentor. En abril de 2013 ganaba las presidenciales por un exiguo 1,5% en comparación con lo conseguido en 2012 por el propio Chávez que aventajó en 10 puntos a Henrique Capriles. 
En segundo lugar, Maduro, a diferencia de Chávez, no posee la capacidad de movilización de las masas. En tiempos del fallecido comandante la calle no hubiera sido ganada, como ha sido ganada, por la oposición ante la pasividad del régimen, que solo ha sido capaz de movilizar a los paramilitares, pero no ha inundado las calles con los sectores populares que tanto ha cortejado el chavismo desde 1999. 
En tercer lugar, Maduro ha caído en la inacción en materia económica y permanece agazapado sumido en la dilación en el terreno político. Los graves problemas económicos que el país arrastra desde finales de la pasada década (inflación de dos dígitos superior al 20% -ahora ya por encima del 50%- y desabastecimiento creciente) no se han afrontado desde que Hugo Chávez cayera enfermo a mediados de 2011. 
Sin más compromisos electorales todo hacía suponer que ahora, en 2014, llegaría el momento de enfrentar la inflación, pero la actual dinámica de movilizaciones y protestas mantiene paralizado cualquier intento de tomar medidas, tal y como piden los cerebros económicos del régimen Nelson Merentes, presidente del Banco Central de Venezuela (BCV), y Rafael Ramírez, presidente de Petróleos de Venezuela y vicepresidente para el Área Económica. 
En cuarto lugar, si frente a la crisis económica ha optado por la inacción, con respecto a la crisis política actual se ha decantado por la dilación. Cree Maduro que cuando más resista las movilizaciones opositoras, estas se irán agotando pues es muy difícil mantener inalterable esa dinámica. 
En ese contexto entran sus apelaciones al diálogo que no se concretan en nada y que son sólo una forma de ganar tiempo en medio de la tormenta esperando que amaine. Nicolás Maduro no ha reparado que las protestas pueden debilitarse a medio plazo pero mientras tanto a quien verdaderamente debilitan es a él. Como muy acertadamente sostiene Antonio De la Cruz, director ejecutivo de la firma de asesores Inter American Trends, “cada vez es más obvio que el tiempo de Maduro está contado. Va a costar mucho sostenerlo, porque ya no garantiza estabilidad en el país, ni gobernabilidad”. 
Venezuela quizá se salve de caer en el abismo de la guerra civil y el enfrentamiento, pero el que no escapará de su final político a corto plazo es Nicolás Maduro.