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Gracias, presidente Suárez

Redacción
28 de marzo, 2014

No le conocí personalmente y, por lo tanto, nunca le pude ni dar las gracias ni el afectuoso abrazo que se merecía. Pero su figura y su obra marcaron mi vida. Mis primeros recuerdos políticos son de Adolfo Suárez, y su obra y su gestión permitieron que pudiera crecer en un país que ganaba la libertad y la democracia, no sin esfuerzo y sacrificios, pero sin sangre ni enfrentamientos civiles. En solo cuatro años y medio de vértigo (1976-81), Suárez, apoyado y respaldado por el Rey Juan Carlos, condujo el proceso de democratización de España, desmanteló el régimen dictatorial, negoció con los partidos de la oposición una nueva constitución, la de 1978, y un acuerdo para afrontar la crisis económica (los Pactos de la Moncloa de 1977). Lo hizo en medio de fuertes tensiones, acosado por el terrorismo y el golpismo de la ultraderecha y en una coyuntura difícil, la de la crisis mundial de 1973. 

No le conocí personalmente pero si eso hubiera ocurrido sé que me habría conquistado desde el primer minuto pues en el cara a cara era imbatible. Era un gran seductor. Felipe González era mejor orador y Manuel Fraga estaba mucho mejor preparado intelectualmente, pero Suárez poseía una empatía que le permitía sintonizar con los propios y con los que se encontraban en las antípodas ideológicas (como por ejemplo el comunista Santiago Carrillo). 
No le conocí personalmente pero su valentía y audacia a la hora de afrontar los problemas y los riesgos han sido un ejemplo a seguir para mí. Daba igual que fuera el terrorismo de Eta, del Grapo o el golpismo de la ultraderecha, Suárez asumía sin complejos el liderazgo de la situación y con su habilidad innata y su pragmatismo bien entendido trataba de llegar a buen puerto. Fue audaz a la hora de desmontar el régimen dictatorial y valiente al enfrentarse al teniente coronel Tejero durante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Cumplió así su propia máxima: ‘La vida siempre te da dos opciones: la cómoda y la difícil. Cuando dudes, elige siempre la difícil, porque así siempre estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti’. 
No le conocí personalmente, pero su apuesta por la concordia, por el diálogo, por entender las razones del otro cambiaron mi forma de entender la vida y el rol de cada uno en el escenario político. Cuando uno es joven, es idealista (y bastante sectario, por cierto). El ejemplo de Suárez limó mis aristas sectarias, me acercó a tratar de entender a aquellos que no pensaban como yo pero que también tenían sus razones. Usando sus palabras: ‘Pertenezco por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que desea hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación’. 
No le conocí personalmente, pero su apuesta por las libertades, por la democracia y, sobre todo, por la reconciliación de los españoles me conquistó. Podía no tener una ideología estructurada y basada en sesudas teorías académicas, pero sabía algo mucho más importante: «No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España». No en vano su epitafio reza así: “La Concordia fue posible”. 
No le conocí personalmente pero sirva esta pequeña contribución para agradecer a Adolfo Suárez el haber liderado tan brillantemente el proceso que condujo a la democratización en España. Su muerte es, como toda muerte, una tragedia familiar pero también nos manda un mensaje: quizá su desaparición física sea el adelanto de lo que está por venir en España, el fin de una época que con todos sus errores abrió las puertas al mayor periodo de democracia en un país que en 200 años experimentó guerras civiles, dictaduras y altas cotas de inestabilidad

Gracias por todo y para siempre, presidente Suárez.

Gracias, presidente Suárez

Redacción
28 de marzo, 2014

No le conocí personalmente y, por lo tanto, nunca le pude ni dar las gracias ni el afectuoso abrazo que se merecía. Pero su figura y su obra marcaron mi vida. Mis primeros recuerdos políticos son de Adolfo Suárez, y su obra y su gestión permitieron que pudiera crecer en un país que ganaba la libertad y la democracia, no sin esfuerzo y sacrificios, pero sin sangre ni enfrentamientos civiles. En solo cuatro años y medio de vértigo (1976-81), Suárez, apoyado y respaldado por el Rey Juan Carlos, condujo el proceso de democratización de España, desmanteló el régimen dictatorial, negoció con los partidos de la oposición una nueva constitución, la de 1978, y un acuerdo para afrontar la crisis económica (los Pactos de la Moncloa de 1977). Lo hizo en medio de fuertes tensiones, acosado por el terrorismo y el golpismo de la ultraderecha y en una coyuntura difícil, la de la crisis mundial de 1973. 

No le conocí personalmente pero si eso hubiera ocurrido sé que me habría conquistado desde el primer minuto pues en el cara a cara era imbatible. Era un gran seductor. Felipe González era mejor orador y Manuel Fraga estaba mucho mejor preparado intelectualmente, pero Suárez poseía una empatía que le permitía sintonizar con los propios y con los que se encontraban en las antípodas ideológicas (como por ejemplo el comunista Santiago Carrillo). 
No le conocí personalmente pero su valentía y audacia a la hora de afrontar los problemas y los riesgos han sido un ejemplo a seguir para mí. Daba igual que fuera el terrorismo de Eta, del Grapo o el golpismo de la ultraderecha, Suárez asumía sin complejos el liderazgo de la situación y con su habilidad innata y su pragmatismo bien entendido trataba de llegar a buen puerto. Fue audaz a la hora de desmontar el régimen dictatorial y valiente al enfrentarse al teniente coronel Tejero durante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Cumplió así su propia máxima: ‘La vida siempre te da dos opciones: la cómoda y la difícil. Cuando dudes, elige siempre la difícil, porque así siempre estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti’. 
No le conocí personalmente, pero su apuesta por la concordia, por el diálogo, por entender las razones del otro cambiaron mi forma de entender la vida y el rol de cada uno en el escenario político. Cuando uno es joven, es idealista (y bastante sectario, por cierto). El ejemplo de Suárez limó mis aristas sectarias, me acercó a tratar de entender a aquellos que no pensaban como yo pero que también tenían sus razones. Usando sus palabras: ‘Pertenezco por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que desea hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación’. 
No le conocí personalmente, pero su apuesta por las libertades, por la democracia y, sobre todo, por la reconciliación de los españoles me conquistó. Podía no tener una ideología estructurada y basada en sesudas teorías académicas, pero sabía algo mucho más importante: «No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España». No en vano su epitafio reza así: “La Concordia fue posible”. 
No le conocí personalmente pero sirva esta pequeña contribución para agradecer a Adolfo Suárez el haber liderado tan brillantemente el proceso que condujo a la democratización en España. Su muerte es, como toda muerte, una tragedia familiar pero también nos manda un mensaje: quizá su desaparición física sea el adelanto de lo que está por venir en España, el fin de una época que con todos sus errores abrió las puertas al mayor periodo de democracia en un país que en 200 años experimentó guerras civiles, dictaduras y altas cotas de inestabilidad

Gracias por todo y para siempre, presidente Suárez.