Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Venezuela en libertad

Redacción
07 de marzo, 2014

Para los venezolanos es relativamente sencillo describir lo que sucede en su país: Violencia, escasez, carestía. Ese es su día a día. Incluso en los sectores más pobres –aquellos que otrora fueron los abanderados del chavismo– se padece un franco deterioro en los subsidios, ayudas y prebendas otorgadas para el “pueblo”. En conclusión: Venezuela vive en la miseria. 

Quien observa a Venezuela desde afuera, sin embargo, no le es tan fácil comprender la situación de este país latinoamericano. No solo tiene que enfrentar la gigantesca propaganda oficial del gobierno venezolano, sino que tiene que sobrellevar las inconsistencias del liderazgo opositor. 
¿Cómo explicarle al mundo que tanto oposición como gobierno se acusan mutuamente de fascistas y que ambos claman por representar el socialismo “verdadero”? No es tarea sencilla. Y si no se tienen bien asentadas estas premisas, cualquier análisis sobre la situación venezolana estará irremediablemente condenado al fracaso. Sobre todo porque el socialismo es sinónimo de servidumbre y esclavitud, y es a todas luces contradictorio buscar el progreso de una nación fundamentándose en ideas de las que germina el fracaso y la desolación. 
Los venezolanos sufren hoy una restricción crónica de sus libertades. Prácticamente no hay un resquicio en la sociedad que no haya sido regulado. Los individuos se encuentran sometidos a férreos controles que van desde la prohibición de comprar y vender divisas, el racionamiento del número de jabones que se puede adquirir per cápita, hasta la imposición de los lugares del cuerpo en los que está permitido hacerse un tatuaje. 
Si ya en la segunda mitad del siglo XX el populismo había erosionado la institucionalidad democrática venezolana, la exacerbación del estatismo desde 1999 hasta nuestros días terminó por desintegrar los trazos republicanos y de civilización que aún quedaban en el país. 
Pero estos desmanes que padece la población no pasan desapercibidos. El cúmulo de adversidades, vejaciones y abusos sufridos a causa del sistema de gobierno impuesto en Venezuela han exacerbado la conflictividad en tal grado que el país se encuentra hoy en un punto de no retorno. O se reconquista la libertad, o el gobierno venezolano termina por arar el camino hacia el comunismo. 
No existen puntos medios. La libertad es contagiosa y en la medida que hayan ventanas para el florecimiento del hombre libre existe un peligro latente para las ansias de control total. De allí que el gobierno venezolano encabezado por Nicolás Maduro se haya visto en la imperativa necesidad de reprimir ferozmente las recientes protestas lideradas por estudiantes y secundadas por diversos sectores de la sociedad. 
Al final, como todo socialismo real, el gobierno venezolano pasará a la historia como un régimen totalitario en el cual la violación de los derechos humanos, de la libertad individual, del Estado de Derecho e incluso de la tan cacareada democracia, constituyen el epicentro del poder total concentrado en manos de una tiranía. 
Ante esta circunstancia, no se puede permanecer indiferente ante lo que sucede en Venezuela. El mundo y, en específico, el continente latinoamericano han sido testigos de suficientes regímenes totalitarios como para estar silentes ante acciones que solo reflejan lo más bajo de la humanidad, lo más atroz de lo que puede ser capaz el ser humano al ser despojado de su dignidad. La tarea fundamental debe consistir en alzar la voz por un pueblo hermano, constituido por ciudadanos que aspiran a vivir su vida en libertad y en paz. Que no impere el cortoplacismo ni la conveniencia del momento. Recordemos que mientras otros seres humanos sigan sin ser libres, la libertad de cada uno no está totalmente conquistada.

Venezuela en libertad

Redacción
07 de marzo, 2014

Para los venezolanos es relativamente sencillo describir lo que sucede en su país: Violencia, escasez, carestía. Ese es su día a día. Incluso en los sectores más pobres –aquellos que otrora fueron los abanderados del chavismo– se padece un franco deterioro en los subsidios, ayudas y prebendas otorgadas para el “pueblo”. En conclusión: Venezuela vive en la miseria. 

Quien observa a Venezuela desde afuera, sin embargo, no le es tan fácil comprender la situación de este país latinoamericano. No solo tiene que enfrentar la gigantesca propaganda oficial del gobierno venezolano, sino que tiene que sobrellevar las inconsistencias del liderazgo opositor. 
¿Cómo explicarle al mundo que tanto oposición como gobierno se acusan mutuamente de fascistas y que ambos claman por representar el socialismo “verdadero”? No es tarea sencilla. Y si no se tienen bien asentadas estas premisas, cualquier análisis sobre la situación venezolana estará irremediablemente condenado al fracaso. Sobre todo porque el socialismo es sinónimo de servidumbre y esclavitud, y es a todas luces contradictorio buscar el progreso de una nación fundamentándose en ideas de las que germina el fracaso y la desolación. 
Los venezolanos sufren hoy una restricción crónica de sus libertades. Prácticamente no hay un resquicio en la sociedad que no haya sido regulado. Los individuos se encuentran sometidos a férreos controles que van desde la prohibición de comprar y vender divisas, el racionamiento del número de jabones que se puede adquirir per cápita, hasta la imposición de los lugares del cuerpo en los que está permitido hacerse un tatuaje. 
Si ya en la segunda mitad del siglo XX el populismo había erosionado la institucionalidad democrática venezolana, la exacerbación del estatismo desde 1999 hasta nuestros días terminó por desintegrar los trazos republicanos y de civilización que aún quedaban en el país. 
Pero estos desmanes que padece la población no pasan desapercibidos. El cúmulo de adversidades, vejaciones y abusos sufridos a causa del sistema de gobierno impuesto en Venezuela han exacerbado la conflictividad en tal grado que el país se encuentra hoy en un punto de no retorno. O se reconquista la libertad, o el gobierno venezolano termina por arar el camino hacia el comunismo. 
No existen puntos medios. La libertad es contagiosa y en la medida que hayan ventanas para el florecimiento del hombre libre existe un peligro latente para las ansias de control total. De allí que el gobierno venezolano encabezado por Nicolás Maduro se haya visto en la imperativa necesidad de reprimir ferozmente las recientes protestas lideradas por estudiantes y secundadas por diversos sectores de la sociedad. 
Al final, como todo socialismo real, el gobierno venezolano pasará a la historia como un régimen totalitario en el cual la violación de los derechos humanos, de la libertad individual, del Estado de Derecho e incluso de la tan cacareada democracia, constituyen el epicentro del poder total concentrado en manos de una tiranía. 
Ante esta circunstancia, no se puede permanecer indiferente ante lo que sucede en Venezuela. El mundo y, en específico, el continente latinoamericano han sido testigos de suficientes regímenes totalitarios como para estar silentes ante acciones que solo reflejan lo más bajo de la humanidad, lo más atroz de lo que puede ser capaz el ser humano al ser despojado de su dignidad. La tarea fundamental debe consistir en alzar la voz por un pueblo hermano, constituido por ciudadanos que aspiran a vivir su vida en libertad y en paz. Que no impere el cortoplacismo ni la conveniencia del momento. Recordemos que mientras otros seres humanos sigan sin ser libres, la libertad de cada uno no está totalmente conquistada.