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Egoísmo racional

Redacción
09 de marzo, 2014

El “egoísmo” es, según la Real Academia de la Lengua Española, el “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.” Sin embargo la lengua no contempla una palabra para el “justo amor a sí mismo, que haga atender correctamente al propio interés.” ¿Por qué? ¿Cuánto amor es inmoderado? ¿Cuánto amor es excesivo? ¿Se puede amar excesivamente a los hijos? ¿A los padres? ¿A otro? ¿O solamente es inmoderado cuando es amor propio? 

¿Es lo mismo, actuar sin cuidarse del interés de los demás, que actuar lesionando el interés de los demás? ¿Es buscar la propia felicidad, atender desmedidamente al propio interés, si ésta no implica lesionar los intereses legítimos de otros? ¿Acaso no es la acción prudente, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para buscar lo primero y evitar lo segundo, una acción que busca el propio interés? 
La connotación negativa que se le ha dado a esta palabra impide identificar la conducta éticamente correcta que recomendaba Aristóteles en su Ética a Nicómaco: quien distingue entre egoísmo racional y egoísmo irracional:
“Por lo tanto el hombre bueno debe ser un amante de sí mismo (porque se beneficiará a sí mismo y a sus compañeros haciendo actos nobles), pero el hombre perverso no debería, porque se dañará a sí mismo y a sus vecinos, al seguir, como hace, sus malas pasiones. Porque lo que hace el hombre perverso riñe con lo que debería hacer, pero lo que el hombre bueno debe hacer, lo hace; porque la razón en cada uno de los que la tienen elige lo que es mejor para sí mismos, y el hombre bueno obedece a su razón.” (1)
El que para conseguir lo que quiere, daña a los demás, es perverso y nocivo. Pero, ¿puede calificarse su conducta como la que objetivamente atienda mejor a su propio interés? ¿No son, acaso, las consecuencias de su conducta perjudiciales para sí mismo? ¿Cuáles fueron las consecuencias, para otros y para sí, de las acciones de Hitler, Mussolini, o Bernie Madoff? ¿Y para todo aquel que causó daño en el camino de conseguir lo que deseaba? ¿No es, entonces, esta conducta producto de no razonar bien, de no identificar cual conducta conduce a una vida feliz? Este tipo de conducta difícilmente puede calificarse de racional, más bien debe en efecto calificarse como “estupidez irracional”. 
El hombre bueno, quien atiende su propio interés sin dañar a otros, usa su razón para identificar que conducta conduce a una vida feliz. Valora aquello que sustenta su vida, aquello que lo beneficia. Exige libertad para actuar de acuerdo a su mejor juicio. Valora la productividad. Valora la cooperación, intercambiando bienes, dando valor a cambio de valor. Valora la paz y la concordia. Es cortés, respetuoso y benevolente. Respeta la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la propia felicidad de cada uno. Éste es el “egoísta racional”. 
Y al contrario de lo que suponen muchos, es precisamente el egoísmo racional la virtud que da origen a la sociedad. Ludwig von Mises, nos dice en Socialismo, “Una Contribución al Entendimiento del Eudamonismo:
“El que cada quien viva y desee vivir primeramente para sí mismo no disturba la vida social sino que la promueve, porque sólo en y por medio de la sociedad es que es posible la más alta realización de la vida del individuo. Este es el verdadero significado de la doctrina de que el egoísmo es la ley básica de la sociedad.” (2)
(1) Aristóteles. Ética a Nicómaco, 1169ª.
(2) Von Mises, Ludwig. Socialismo.
“Una Contribución al Entendimiento del Eudamonismo”

Egoísmo racional

Redacción
09 de marzo, 2014

El “egoísmo” es, según la Real Academia de la Lengua Española, el “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.” Sin embargo la lengua no contempla una palabra para el “justo amor a sí mismo, que haga atender correctamente al propio interés.” ¿Por qué? ¿Cuánto amor es inmoderado? ¿Cuánto amor es excesivo? ¿Se puede amar excesivamente a los hijos? ¿A los padres? ¿A otro? ¿O solamente es inmoderado cuando es amor propio? 

¿Es lo mismo, actuar sin cuidarse del interés de los demás, que actuar lesionando el interés de los demás? ¿Es buscar la propia felicidad, atender desmedidamente al propio interés, si ésta no implica lesionar los intereses legítimos de otros? ¿Acaso no es la acción prudente, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para buscar lo primero y evitar lo segundo, una acción que busca el propio interés? 
La connotación negativa que se le ha dado a esta palabra impide identificar la conducta éticamente correcta que recomendaba Aristóteles en su Ética a Nicómaco: quien distingue entre egoísmo racional y egoísmo irracional:
“Por lo tanto el hombre bueno debe ser un amante de sí mismo (porque se beneficiará a sí mismo y a sus compañeros haciendo actos nobles), pero el hombre perverso no debería, porque se dañará a sí mismo y a sus vecinos, al seguir, como hace, sus malas pasiones. Porque lo que hace el hombre perverso riñe con lo que debería hacer, pero lo que el hombre bueno debe hacer, lo hace; porque la razón en cada uno de los que la tienen elige lo que es mejor para sí mismos, y el hombre bueno obedece a su razón.” (1)
El que para conseguir lo que quiere, daña a los demás, es perverso y nocivo. Pero, ¿puede calificarse su conducta como la que objetivamente atienda mejor a su propio interés? ¿No son, acaso, las consecuencias de su conducta perjudiciales para sí mismo? ¿Cuáles fueron las consecuencias, para otros y para sí, de las acciones de Hitler, Mussolini, o Bernie Madoff? ¿Y para todo aquel que causó daño en el camino de conseguir lo que deseaba? ¿No es, entonces, esta conducta producto de no razonar bien, de no identificar cual conducta conduce a una vida feliz? Este tipo de conducta difícilmente puede calificarse de racional, más bien debe en efecto calificarse como “estupidez irracional”. 
El hombre bueno, quien atiende su propio interés sin dañar a otros, usa su razón para identificar que conducta conduce a una vida feliz. Valora aquello que sustenta su vida, aquello que lo beneficia. Exige libertad para actuar de acuerdo a su mejor juicio. Valora la productividad. Valora la cooperación, intercambiando bienes, dando valor a cambio de valor. Valora la paz y la concordia. Es cortés, respetuoso y benevolente. Respeta la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la propia felicidad de cada uno. Éste es el “egoísta racional”. 
Y al contrario de lo que suponen muchos, es precisamente el egoísmo racional la virtud que da origen a la sociedad. Ludwig von Mises, nos dice en Socialismo, “Una Contribución al Entendimiento del Eudamonismo:
“El que cada quien viva y desee vivir primeramente para sí mismo no disturba la vida social sino que la promueve, porque sólo en y por medio de la sociedad es que es posible la más alta realización de la vida del individuo. Este es el verdadero significado de la doctrina de que el egoísmo es la ley básica de la sociedad.” (2)
(1) Aristóteles. Ética a Nicómaco, 1169ª.
(2) Von Mises, Ludwig. Socialismo.
“Una Contribución al Entendimiento del Eudamonismo”