Los repartidores de la riqueza de los demás (¡que los hay!), han buscado siempre formas de posicionar la idea de quitarle a unos para repartir entre quienes ellos consideran reúnen las condiciones que ellos mismos promueven. En el siglo XXI el mensaje se sustenta en la “desigualdad social”.
Partimos de la base de que nacemos desnudos, pero desiguales. Unos son altos, con determinada genética, otros morenos, algunos discapacitados, y otros con índices y capacidades superlativas. Igualar o equiparar ese tipo de condiciones (por no hablar de la actitud) es imposible y requeriría de leyes desiguales que tampoco conseguirían el igualitario propósito. Lo racional, por tanto, es presentar al ser humano como igual ante ley, con idénticos derechos y también obligaciones, que normalmente se olvida. La única igualdad posible es precisamente esa: todos los seres humanos son iguales en derechos, obligaciones y ante la ley.
Los repartidores de la riqueza de los demás (¡que los hay!), han buscado siempre formas de posicionar la idea de quitarle a unos para repartir entre quienes ellos consideran reúnen las condiciones que ellos mismos promueven. En el siglo XXI el mensaje se sustenta en la “desigualdad social”.
Partimos de la base de que nacemos desnudos, pero desiguales. Unos son altos, con determinada genética, otros morenos, algunos discapacitados, y otros con índices y capacidades superlativas. Igualar o equiparar ese tipo de condiciones (por no hablar de la actitud) es imposible y requeriría de leyes desiguales que tampoco conseguirían el igualitario propósito. Lo racional, por tanto, es presentar al ser humano como igual ante ley, con idénticos derechos y también obligaciones, que normalmente se olvida. La única igualdad posible es precisamente esa: todos los seres humanos son iguales en derechos, obligaciones y ante la ley.