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Objetivismo y existencia

Redacción
29 de abril, 2014

El principio de racionalidad del Objetivismo exige examinar racionalmente la naturaleza del universo. Ayn Rand sostuvo que una metafísica u ontología racional consiste en un principio fundamental: Existencia y sus corolarios: Identidad, Causalidad y Consciencia. 

Existencia expresa que algo “es” con independencia de nuestro quererlo o no. Este hecho irreducible queda asentado en el axioma: la existencia existe y sólo la existencia existe. (Un axioma es una verdad primaria que no tiene antecedente, y que no puede refutarse, porque en el intento hay que aceptarlo). Al ver por la ventana, por ejemplo, al árbol digo: esto es. Algo existe. Y relacionado a este hecho es que no hay tal cosa como la no-existencia, la nada como alternativa o competencia con la existencia. La nada no existe. Parménides lo expresó brevemente así: “lo que es, es; lo que no es, no es.” 
Implícito en el primero hay un segundo axioma: el de Identidad. Expresa de algo “lo que es”. Ser es ser algo específico, es tener una naturaleza, es tener una identidad. Los entes constituyen el contenido del mundo que percibimos. No hay ninguna otra cosa que observar. Al observarlas, desde luego, observamos sus atributos, acciones y relaciones. Una vez existe, es un ente, sea este real o de razón. Así un ente dado puede ser un hombre real, fáctico, como usted que lee; o un hombre ficticio, como John Galt, producto de la imaginación de Rand. Sin embargo, todo ente es una identidad, así como toda acción, todo atributo y toda relación es algo específico, con características específicas que lo distinguen de todo lo demás que existe. Existir es ser una identidad. Es imposible separar a un existente de su naturaleza, de lo que es. Un hombre es un hombre; es todo lo que es, un todo indivisible. No es el caso de que se da un ente –un hombre –y una serie de características –ojos, brazos, piernas, cerebro, racionalidad, etc.– distinguibles del ente que existan separadas. Si existe es algo específico, con atributos específicos, es identidad. 
La Ley de Causalidad es la Ley de Identidad aplicada a la acción. Lo que una entidad es determina lo que puede hacer. Un humano no puede desnudarse, enterrar sus pies en la tierra, extender los brazos, y esperar que el sol y la lluvia lo nutran hasta convertirlo en una criatura tan fuerte como un roble. Un perro no puede vivir y respirar bajo el agua. Un rascacielos no se puede construir pegándolo con chicle. Un café no se endulza con ácido sulfúrico. Ningún ente puede comportarse desafiando su naturaleza. Y como la existencia es identidad, la identidad en acción o causalidad es universal. Cada existente es algo específico y consecuentemente, necesariamente se comporta de acuerdo a su naturaleza. Por tanto el universo es una vasta red, entrelazada, de identidades interrelacionadas, o sea de patrones causales compuesto de entidades actuando como deben. 
Una vez uno ha entendido el axioma “la existencia existe”, uno capta otro axioma, derivado de éste: que uno existe poseyendo consciencia, siendo ésta la facultad de percibir lo que existe. Uno puede darse cuenta del olor de un asado, del sonido de la música de Piazzolla, de las ideas de este ensayo, etc. La consciencia puede ser sensorial, perceptual o conceptual, pero ésta requiere necesariamente un objeto de que ser consciente. Ser consciente de nada es una imposibilidad. De la misma manera, una consciencia, consciente de nada excepto de sí misma es también imposible. Primero ha de ser consciente de algún objeto para poder identificarse como consciencia, es decir, para ser consciente de que es consciente. Lo que nos lleva al principio de la primacía de la existencia. Es perfectamente posible para el universo existir sin la presencia de consciencia alguna. De hecho la consciencia es inherente a la comprensión del hecho de la existencia. No se podría ser consciente ante la ausencia de una realidad independiente cognoscible. 
Estos cuatro principios básicos se encuentran siempre en todo conocimiento humano, desde la percepción más simple a la teoría más compleja. Por ejemplo, cuando un niño lanza una pelota y la ve rodar sobre el suelo, se da cuenta primero de que hay algo que lanza y alguien que lanza –existencia; lo que lanza es algo específico: una pelota –identidad; ésta rueda sobre el suelo porque es esférica –causalidad; y él la ve con sus ojos, oye cuando golpea el suelo con sus oídos, y comprende con su mente que la acción de lanzarla causará que la pelota se aleje de él –consciencia. 
El punto importante de la relación entre estos principios es que la consciencia es algo específico –la facultad de percibir objetos –y por tanto, un medio de conocer la realidad, no de crearla o alterarla. Lo que es, es, una vez es. Ningún acto consciente, como desear, querer, odiar, etc., puede afectar la existencia. La existencia es totalmente impermeable a todo acto de la consciencia, pues tiene supremacía sobre ésta última. El principio de la “primacía de la existencia” identifica la relación entre estos dos axiomas fundamentales del conocimiento humano: la existencia es lógicamente antecedente a su conocimiento. Ayn Rand describió muy bien esta relación en su aforismo: “Existencia es Identidad, Consciencia es Identificación.”

Objetivismo y existencia

Redacción
29 de abril, 2014

El principio de racionalidad del Objetivismo exige examinar racionalmente la naturaleza del universo. Ayn Rand sostuvo que una metafísica u ontología racional consiste en un principio fundamental: Existencia y sus corolarios: Identidad, Causalidad y Consciencia. 

Existencia expresa que algo “es” con independencia de nuestro quererlo o no. Este hecho irreducible queda asentado en el axioma: la existencia existe y sólo la existencia existe. (Un axioma es una verdad primaria que no tiene antecedente, y que no puede refutarse, porque en el intento hay que aceptarlo). Al ver por la ventana, por ejemplo, al árbol digo: esto es. Algo existe. Y relacionado a este hecho es que no hay tal cosa como la no-existencia, la nada como alternativa o competencia con la existencia. La nada no existe. Parménides lo expresó brevemente así: “lo que es, es; lo que no es, no es.” 
Implícito en el primero hay un segundo axioma: el de Identidad. Expresa de algo “lo que es”. Ser es ser algo específico, es tener una naturaleza, es tener una identidad. Los entes constituyen el contenido del mundo que percibimos. No hay ninguna otra cosa que observar. Al observarlas, desde luego, observamos sus atributos, acciones y relaciones. Una vez existe, es un ente, sea este real o de razón. Así un ente dado puede ser un hombre real, fáctico, como usted que lee; o un hombre ficticio, como John Galt, producto de la imaginación de Rand. Sin embargo, todo ente es una identidad, así como toda acción, todo atributo y toda relación es algo específico, con características específicas que lo distinguen de todo lo demás que existe. Existir es ser una identidad. Es imposible separar a un existente de su naturaleza, de lo que es. Un hombre es un hombre; es todo lo que es, un todo indivisible. No es el caso de que se da un ente –un hombre –y una serie de características –ojos, brazos, piernas, cerebro, racionalidad, etc.– distinguibles del ente que existan separadas. Si existe es algo específico, con atributos específicos, es identidad. 
La Ley de Causalidad es la Ley de Identidad aplicada a la acción. Lo que una entidad es determina lo que puede hacer. Un humano no puede desnudarse, enterrar sus pies en la tierra, extender los brazos, y esperar que el sol y la lluvia lo nutran hasta convertirlo en una criatura tan fuerte como un roble. Un perro no puede vivir y respirar bajo el agua. Un rascacielos no se puede construir pegándolo con chicle. Un café no se endulza con ácido sulfúrico. Ningún ente puede comportarse desafiando su naturaleza. Y como la existencia es identidad, la identidad en acción o causalidad es universal. Cada existente es algo específico y consecuentemente, necesariamente se comporta de acuerdo a su naturaleza. Por tanto el universo es una vasta red, entrelazada, de identidades interrelacionadas, o sea de patrones causales compuesto de entidades actuando como deben. 
Una vez uno ha entendido el axioma “la existencia existe”, uno capta otro axioma, derivado de éste: que uno existe poseyendo consciencia, siendo ésta la facultad de percibir lo que existe. Uno puede darse cuenta del olor de un asado, del sonido de la música de Piazzolla, de las ideas de este ensayo, etc. La consciencia puede ser sensorial, perceptual o conceptual, pero ésta requiere necesariamente un objeto de que ser consciente. Ser consciente de nada es una imposibilidad. De la misma manera, una consciencia, consciente de nada excepto de sí misma es también imposible. Primero ha de ser consciente de algún objeto para poder identificarse como consciencia, es decir, para ser consciente de que es consciente. Lo que nos lleva al principio de la primacía de la existencia. Es perfectamente posible para el universo existir sin la presencia de consciencia alguna. De hecho la consciencia es inherente a la comprensión del hecho de la existencia. No se podría ser consciente ante la ausencia de una realidad independiente cognoscible. 
Estos cuatro principios básicos se encuentran siempre en todo conocimiento humano, desde la percepción más simple a la teoría más compleja. Por ejemplo, cuando un niño lanza una pelota y la ve rodar sobre el suelo, se da cuenta primero de que hay algo que lanza y alguien que lanza –existencia; lo que lanza es algo específico: una pelota –identidad; ésta rueda sobre el suelo porque es esférica –causalidad; y él la ve con sus ojos, oye cuando golpea el suelo con sus oídos, y comprende con su mente que la acción de lanzarla causará que la pelota se aleje de él –consciencia. 
El punto importante de la relación entre estos principios es que la consciencia es algo específico –la facultad de percibir objetos –y por tanto, un medio de conocer la realidad, no de crearla o alterarla. Lo que es, es, una vez es. Ningún acto consciente, como desear, querer, odiar, etc., puede afectar la existencia. La existencia es totalmente impermeable a todo acto de la consciencia, pues tiene supremacía sobre ésta última. El principio de la “primacía de la existencia” identifica la relación entre estos dos axiomas fundamentales del conocimiento humano: la existencia es lógicamente antecedente a su conocimiento. Ayn Rand describió muy bien esta relación en su aforismo: “Existencia es Identidad, Consciencia es Identificación.”