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'Que veinte años no es nada'. Más papistas que el Papa

Redacción
06 de abril, 2014

‘Que veinte años no es nada’, dice el tango ‘Volver’ de Carlos Gardel, y la verdad es que no es nada y es mucho a la vez. Para la historia de nuestro país y de la humanidad, veinte años es un suspiro, no es nada, se pasan volando. Sin embargo, cuando nos empezamos a volver exquisitos puristas y queremos ser más ‘Papistas que el Papa’ nos puede pasar lo que dice el refrán: ‘Tanto hace el diablo con sus hijos que les sacó los ojos’. Y eso es lo que ha sucedido en los últimos veinte años en Guatemala, con tanta ley de transparencia hay un enredo irresoluble de la administración pública. 

Se mire para donde se mire ya nada es fácil, cualquier trámite es cada día más enredado y más proclive al poder discrecional de un funcionario menor que aprovecha el galimatías burocrático para hacerse de unos centavos o millones. ¿O no? Pero eso es lo de menos, lograr una gestión eficiente hoy es imposible. Hace veinte años cualquier ministerio de gobierno tenía, como jefe al ministro y un viceministro, y los muy grandes si mucho dos viceministros, que coadyuvaban en el trabajo ministerial y el trabajo se hacía y se hacía bien y con honradez. Hoy todos o casi todos los ministros cuentan con tres o con cinco viceministros con todo lo que ello implica: burocracia, equipo, papeleo, asesores, vehículos, y presupuesto. Se ha triplicado o quintuplicado la burocracia y el presupuesto que además nunca alcanza. 
Para los ‘asesores’ hace veinte años los contratos se hacían por un año. Ahora en el trabalenguas de clasificación (bastante engorrosa y estúpida de 0-11, 0-22, 0-29) hay contratos por tres meses; sí leyó bien, por tres meses con todo el enredo y desgaste que implica estar haciendo permanentemente contratos, y hay también afortunados que tienen contrato de un año, que son los más eficientes. Por otro lado los afortunados que están en ‘planilla’ son inamovibles porque en todos los ministerios hay uno, dos y hasta diez sindicatos, que sólo sirven, si eso es servir, para negociar cada año aumentos de sueldos y la inamovilidad de sus miembros. 
Pero aún hay más, en veinte años el Ministerio de Finanzas se ha convertido en el ‘Santo Oficio’ del gobierno y ya nada ni nadie puede accionarse eficientemente sin que tan peripatético ministerio intervenga, nunca para facilitar el negocio público sino sólo para entorpecerlo. Hay muchos, quizá cientos o miles de contratados que cada año no pueden cobrar sus salarios sino hasta abril por la ineficiencia del Ministerio de Finanzas en colocar los fondos. Para más Inri está la grotesca Secretaría de Planificación Económica que es el mayor aquelarre de inamovilidad plagada de contadores con complejo de abogados que no permiten agilizar algo. Por no hablar de la abracadabrante Carabina de Ambrosio, llamada Contraloría General de Cuentas de la Nación. 
 Y todo estaría muy bien pero no, nada está muy bien, en veinte años la corrupción se apropió de toda la administración pública y ésta, la administración pública, se ha convertido en un nudo gordiano que nadie puede desenredar. Para cualquier gestión gubernamental se requiere un dictamen ‘técnico'(?), un dictamen jurídico, además se necesita que haya presupuesto y que haya techo(?), se requiere además dictamen de la Procuraduría General de la Nación y de la Segeplan. ¿Qué talito? Además debe cumplirse con todo lo que exige la Ley de Compras o como se llame que no evita la corrupción ni agiliza la ejecución presupuestaria. Todo por la transparencia (¡Joder!).

'Que veinte años no es nada'. Más papistas que el Papa

Redacción
06 de abril, 2014

‘Que veinte años no es nada’, dice el tango ‘Volver’ de Carlos Gardel, y la verdad es que no es nada y es mucho a la vez. Para la historia de nuestro país y de la humanidad, veinte años es un suspiro, no es nada, se pasan volando. Sin embargo, cuando nos empezamos a volver exquisitos puristas y queremos ser más ‘Papistas que el Papa’ nos puede pasar lo que dice el refrán: ‘Tanto hace el diablo con sus hijos que les sacó los ojos’. Y eso es lo que ha sucedido en los últimos veinte años en Guatemala, con tanta ley de transparencia hay un enredo irresoluble de la administración pública. 

Se mire para donde se mire ya nada es fácil, cualquier trámite es cada día más enredado y más proclive al poder discrecional de un funcionario menor que aprovecha el galimatías burocrático para hacerse de unos centavos o millones. ¿O no? Pero eso es lo de menos, lograr una gestión eficiente hoy es imposible. Hace veinte años cualquier ministerio de gobierno tenía, como jefe al ministro y un viceministro, y los muy grandes si mucho dos viceministros, que coadyuvaban en el trabajo ministerial y el trabajo se hacía y se hacía bien y con honradez. Hoy todos o casi todos los ministros cuentan con tres o con cinco viceministros con todo lo que ello implica: burocracia, equipo, papeleo, asesores, vehículos, y presupuesto. Se ha triplicado o quintuplicado la burocracia y el presupuesto que además nunca alcanza. 
Para los ‘asesores’ hace veinte años los contratos se hacían por un año. Ahora en el trabalenguas de clasificación (bastante engorrosa y estúpida de 0-11, 0-22, 0-29) hay contratos por tres meses; sí leyó bien, por tres meses con todo el enredo y desgaste que implica estar haciendo permanentemente contratos, y hay también afortunados que tienen contrato de un año, que son los más eficientes. Por otro lado los afortunados que están en ‘planilla’ son inamovibles porque en todos los ministerios hay uno, dos y hasta diez sindicatos, que sólo sirven, si eso es servir, para negociar cada año aumentos de sueldos y la inamovilidad de sus miembros. 
Pero aún hay más, en veinte años el Ministerio de Finanzas se ha convertido en el ‘Santo Oficio’ del gobierno y ya nada ni nadie puede accionarse eficientemente sin que tan peripatético ministerio intervenga, nunca para facilitar el negocio público sino sólo para entorpecerlo. Hay muchos, quizá cientos o miles de contratados que cada año no pueden cobrar sus salarios sino hasta abril por la ineficiencia del Ministerio de Finanzas en colocar los fondos. Para más Inri está la grotesca Secretaría de Planificación Económica que es el mayor aquelarre de inamovilidad plagada de contadores con complejo de abogados que no permiten agilizar algo. Por no hablar de la abracadabrante Carabina de Ambrosio, llamada Contraloría General de Cuentas de la Nación. 
 Y todo estaría muy bien pero no, nada está muy bien, en veinte años la corrupción se apropió de toda la administración pública y ésta, la administración pública, se ha convertido en un nudo gordiano que nadie puede desenredar. Para cualquier gestión gubernamental se requiere un dictamen ‘técnico'(?), un dictamen jurídico, además se necesita que haya presupuesto y que haya techo(?), se requiere además dictamen de la Procuraduría General de la Nación y de la Segeplan. ¿Qué talito? Además debe cumplirse con todo lo que exige la Ley de Compras o como se llame que no evita la corrupción ni agiliza la ejecución presupuestaria. Todo por la transparencia (¡Joder!).