El asesinato en España de Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación de León, por parte, presuntamente, de dos compañeras de partido (del Partido Popular) – Montserrat González Fernández y su hija Montserrat Triana Martínez- ha mostrado muy vivamente el triste estado en el que se encuentra el periodismo en España producto de la escasa capacidad intelectual de muchos de sus integrantes que han pasado por la Universidad como quien viaja dormido en un tren. No se han enterado absolutamente de nada. Ellos me recuerdan a Jean Paul Marat porque destilan bilis en cada uno de sus artículos que se convierten en una incitación a la ira.
Sus deseos reprimidos y su frustración habían encontrado una vía de escape. Esos periodistas de baja estofa, paniaguados, incapaces de elevarse ni moral, ni ética ni intelectualmente dieron rienda suelta a su inquina. Como nuevos Marat creyeron que “el pueblo” se tomaba la justicia por su mano asesinando políticos, convertidos para ellos, en su ignorancia infecunda, en culpables de todo.
Somos todos hijos del mundo en el que vivimos y con sinceridad, y pesadumbre, qué se puede esperar de un pueblo que se conmueve más por la muerte de un deportista que por logros científicos de sus compatriotas o que expulsa a sus académicos o los mantiene arrinconados mientras la escoria intelectual se apropia de las pantallas de televisión.
La clase política española debe renovarse y sintonizar mejor con la población, eso nadie lo niega.
El asesinato en España de Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación de León, por parte, presuntamente, de dos compañeras de partido (del Partido Popular) – Montserrat González Fernández y su hija Montserrat Triana Martínez- ha mostrado muy vivamente el triste estado en el que se encuentra el periodismo en España producto de la escasa capacidad intelectual de muchos de sus integrantes que han pasado por la Universidad como quien viaja dormido en un tren. No se han enterado absolutamente de nada. Ellos me recuerdan a Jean Paul Marat porque destilan bilis en cada uno de sus artículos que se convierten en una incitación a la ira.
Sus deseos reprimidos y su frustración habían encontrado una vía de escape. Esos periodistas de baja estofa, paniaguados, incapaces de elevarse ni moral, ni ética ni intelectualmente dieron rienda suelta a su inquina. Como nuevos Marat creyeron que “el pueblo” se tomaba la justicia por su mano asesinando políticos, convertidos para ellos, en su ignorancia infecunda, en culpables de todo.
Somos todos hijos del mundo en el que vivimos y con sinceridad, y pesadumbre, qué se puede esperar de un pueblo que se conmueve más por la muerte de un deportista que por logros científicos de sus compatriotas o que expulsa a sus académicos o los mantiene arrinconados mientras la escoria intelectual se apropia de las pantallas de televisión.
La clase política española debe renovarse y sintonizar mejor con la población, eso nadie lo niega.