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Entre el viraje y la realidad

Redacción
02 de mayo, 2014

Venezuela enfrenta una compleja situación económica. Quince años de políticas socialistas no pueden pasar desapercibidos, a pesar de que una y otra vez se advirtieron los peligros de tomar el camino del estatismo y el intervencionismo como instrumento rector de la vida ciudadana. 

Hoy el mundo mira con asombro –cuando se toma la molestia de mirar hacia Venezuela– cómo este país latinoamericano tiene una de las tasas de inflación más elevadas del mundo, altos índices de escasez y desabastecimiento, y su aparato productivo en ruinas. 
Los males son conocidos, pero bien vale la pena preguntarse si el gobierno venezolano está dispuesto a tomar los correctivos necesarios para hacer que la economía venezolana reviva. Porque hay que partir de una premisa esencial: la crisis tiene solución, pero requiere, imperativamente, un cambio de modelo y de las políticas implementadas hasta la fecha. 
Tímidamente y a regañadientes, el régimen venezolano ha venido reconociendo la delicada situación de la economía local. Reuniones con algunos empresarios e industriales, la pequeña apertura del control de cambios, la devaluación del bolívar, el ajuste de precios de bienes considerados como esenciales permiten entrever que la administración de Nicolás Maduro ha colocado el tema económico como un elemento primordial de su agenda contra la llamada “guerra económica”. 
Las medidas tomadas hasta ahora, sin embargo, lejos están de solucionar el problema. Venezuela cuenta hoy con cuatro tasas de cambio (incluyendo el mercado negro), la inflación no parece disminuir y la ausencia en los anaqueles de bienes y productos de consumo esencial sigue siendo una constante que deben enfrentar todos los venezolanos a diario. 
En lugar de asumir la responsabilidad de los problemas mencionados, el gobierno ha optado por victimizarse y acusar a diversos actores –casi todos ligados al empresariado, la oposición, gobiernos extranjeros, la denominada burguesía– como artífices de la “guerra económica” que hoy afecta al país. 
Hasta la fecha, la estrategia del gobierno le ha permitido sobrellevar las dificultades desde el punto de vista de la comunicación política, sobre todo con sus seguidores y los sectores más humildes de la población. En el imaginario del venezolano, el mito del empresario maléfico parece otorgar buenos dividendos llegada la hora de mantener el apoyo y la cohesión entre los partidarios del socialismo. 
Dicho proceder, sin embargo, poco aporta para la solución de los males que aquejan la economía. Podrá sostenerse la retórica más efusiva en cuanto a la conquista de derechos sociales, la consecución de oportunidades para los otrora desposeídos y crear los ministerios más rimbombantes en cuanto a la causa de la inclusión social, pero la economía funciona con reglas y principios que si no son respetados inexorablemente conducirán al fracaso y la miseria. 
Si el gobierno quiere recuperar la economía venezolana imperativamente debe (i) preservar el Estado de Derecho y la seguridad jurídica; (ii) respetar derechos de propiedad; (iii) mantener una política monetaria austera y responsable; (iv) tener disciplina fiscal y (v) plantear un marco regulatorio en el cual el cumplimiento de la ley posea suficientes incentivos para llevarse a cabo. 
¿Por qué el gobierno venezolano se empeña en seguir su ruta destructiva de la economía venezolana a pesar de que las soluciones para los problemas están a su entera disposición? La respuesta a esta pregunta será objeto de nuestro próximo análisis. Preliminarmente, les comentamos que el proceso de decision making del gobierno no obedece a una sola directriz. Convergen intereses e incentivos diversos cuyo entramado también se observa en la superficie de la acción política del socialismo bolivariano.

Entre el viraje y la realidad

Redacción
02 de mayo, 2014

Venezuela enfrenta una compleja situación económica. Quince años de políticas socialistas no pueden pasar desapercibidos, a pesar de que una y otra vez se advirtieron los peligros de tomar el camino del estatismo y el intervencionismo como instrumento rector de la vida ciudadana. 

Hoy el mundo mira con asombro –cuando se toma la molestia de mirar hacia Venezuela– cómo este país latinoamericano tiene una de las tasas de inflación más elevadas del mundo, altos índices de escasez y desabastecimiento, y su aparato productivo en ruinas. 
Los males son conocidos, pero bien vale la pena preguntarse si el gobierno venezolano está dispuesto a tomar los correctivos necesarios para hacer que la economía venezolana reviva. Porque hay que partir de una premisa esencial: la crisis tiene solución, pero requiere, imperativamente, un cambio de modelo y de las políticas implementadas hasta la fecha. 
Tímidamente y a regañadientes, el régimen venezolano ha venido reconociendo la delicada situación de la economía local. Reuniones con algunos empresarios e industriales, la pequeña apertura del control de cambios, la devaluación del bolívar, el ajuste de precios de bienes considerados como esenciales permiten entrever que la administración de Nicolás Maduro ha colocado el tema económico como un elemento primordial de su agenda contra la llamada “guerra económica”. 
Las medidas tomadas hasta ahora, sin embargo, lejos están de solucionar el problema. Venezuela cuenta hoy con cuatro tasas de cambio (incluyendo el mercado negro), la inflación no parece disminuir y la ausencia en los anaqueles de bienes y productos de consumo esencial sigue siendo una constante que deben enfrentar todos los venezolanos a diario. 
En lugar de asumir la responsabilidad de los problemas mencionados, el gobierno ha optado por victimizarse y acusar a diversos actores –casi todos ligados al empresariado, la oposición, gobiernos extranjeros, la denominada burguesía– como artífices de la “guerra económica” que hoy afecta al país. 
Hasta la fecha, la estrategia del gobierno le ha permitido sobrellevar las dificultades desde el punto de vista de la comunicación política, sobre todo con sus seguidores y los sectores más humildes de la población. En el imaginario del venezolano, el mito del empresario maléfico parece otorgar buenos dividendos llegada la hora de mantener el apoyo y la cohesión entre los partidarios del socialismo. 
Dicho proceder, sin embargo, poco aporta para la solución de los males que aquejan la economía. Podrá sostenerse la retórica más efusiva en cuanto a la conquista de derechos sociales, la consecución de oportunidades para los otrora desposeídos y crear los ministerios más rimbombantes en cuanto a la causa de la inclusión social, pero la economía funciona con reglas y principios que si no son respetados inexorablemente conducirán al fracaso y la miseria. 
Si el gobierno quiere recuperar la economía venezolana imperativamente debe (i) preservar el Estado de Derecho y la seguridad jurídica; (ii) respetar derechos de propiedad; (iii) mantener una política monetaria austera y responsable; (iv) tener disciplina fiscal y (v) plantear un marco regulatorio en el cual el cumplimiento de la ley posea suficientes incentivos para llevarse a cabo. 
¿Por qué el gobierno venezolano se empeña en seguir su ruta destructiva de la economía venezolana a pesar de que las soluciones para los problemas están a su entera disposición? La respuesta a esta pregunta será objeto de nuestro próximo análisis. Preliminarmente, les comentamos que el proceso de decision making del gobierno no obedece a una sola directriz. Convergen intereses e incentivos diversos cuyo entramado también se observa en la superficie de la acción política del socialismo bolivariano.