Con frecuencia oigo hablar de lo monótona que se ha convertido la vida de las personas. Oigo sobre como la rutina los agobia. Ese ritual diario en donde uno se levanta maldiciendo al despertador y luego de dejarlo sonar un par de veces más, lo apaga. Sin fuerzas y con pereza, cada paso se convierte en un recordatorio del cansancio y el frio que experimenta el cuerpo. Los ojos así como los pies se sienten pesados; como que si cada metro que nos moviésemos lejos de nuestra cama agregara un nudo más a las ataduras que sentimos nos llaman de regreso a dormir. El café, esa bebida que ha perdido relevancia conforme van saliendo al mercado nuevas y más fuertes formas de permanecer despierto. A partir de este punto el día pasa a ser más llevadero.
Con frecuencia oigo hablar de lo monótona que se ha convertido la vida de las personas. Oigo sobre como la rutina los agobia. Ese ritual diario en donde uno se levanta maldiciendo al despertador y luego de dejarlo sonar un par de veces más, lo apaga. Sin fuerzas y con pereza, cada paso se convierte en un recordatorio del cansancio y el frio que experimenta el cuerpo. Los ojos así como los pies se sienten pesados; como que si cada metro que nos moviésemos lejos de nuestra cama agregara un nudo más a las ataduras que sentimos nos llaman de regreso a dormir. El café, esa bebida que ha perdido relevancia conforme van saliendo al mercado nuevas y más fuertes formas de permanecer despierto. A partir de este punto el día pasa a ser más llevadero.