Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Al final es cuestión de pensar y actuar.

Redacción República
23 de mayo, 2014

Con frecuencia oigo hablar de lo monótona que se ha convertido la vida de las personas. Oigo sobre como la rutina los agobia. Ese ritual diario en donde uno se levanta maldiciendo al despertador y luego de dejarlo sonar un par de veces más, lo apaga. Sin fuerzas y con pereza, cada paso se convierte en un recordatorio del cansancio y el frio que experimenta el cuerpo. Los ojos así como los pies se sienten pesados; como que si cada metro que nos moviésemos lejos de nuestra cama agregara un nudo más a las ataduras que sentimos nos llaman de regreso a dormir. El café, esa bebida que ha perdido relevancia conforme van saliendo al mercado nuevas y más fuertes formas de permanecer despierto. A partir de este punto el día pasa a ser más llevadero. 

Ahora somos capaces de enfrentar el tráfico mañanero, la imprudencia de los conductores, el compañero de oficina que sin hacer nada recibe una mejor retroalimentación. Luego regresamos a casa y nos preparamos a repetir el proceso: cama-trabajo, trabajo-cama. Es en este punto cuando me veo obligado a pensar el porqué de todo esto. Inevitablemente termino rememorando una escena de catarsis en la película “Fight Club” en donde Tyler Durden (Braad Pitt) comenta sobre el consumismo actual: “la publicidad nos hace desear autos y ropa. Trabajamos en cosas que odiamos para comprar cosas que no necesitamos”. Pero luego me tomo otra taza de café y digo: no. 
El ser humano, en su gran diversidad, es capaz de realizar una infinita variedad de inventos y hazañas. La humanidad ha desarrollado más avances tecnológicos y mejoras a la salud en los últimos 100 años, que en el resto de su historia. Y es este mismo ser humano, la misma especie, el que me está diciendo que somos víctimas irremediables del consumismo y que estamos destinados a pudrirnos en el trabajo que tenemos. No lo puedo creer; por lo que he concluido que es su actitud hacia el mundo lo que los lleva a pensar así, no la sociedad ni su entorno. Es decir, individuos con no más de 25 años me hablan de su vida como si hubieran experimentado las tragedias más horribles del mundo y sobrevivido, mientras que tal vez lo único que hay en su haber es inconformidad con lo que han hecho con su vida. Porque no es su culpa estar en una situación “irremediable” que los hace estar insatisfechos y buscar el placer momentáneo pero inmediato. Solo son “victimas”. A lo que les respondo: si no les gusta algo en su vida, cámbienlo. 
Estoy consciente de lo breve de mi respuesta al letargo de mi estirpe. Sin embargo la solución es simple, actuar en vez de solo criticar. Y aunque sé que habrá quienes me critiquen con cosas como “pero no podemos cambiar todo lo que queramos”; a lo que les digo que concuerdo, pero, que siempre podremos mejorar y cambiar nuestro entorno. Tal vez no consigamos lo mismo que nuestro vecino o amigos, pero es porte de la responsabilidad de actuar el entender que no todos nos encontramos en el mismo contexto. Al final es cuestión de pensar y actuar.

Al final es cuestión de pensar y actuar.

Redacción República
23 de mayo, 2014

Con frecuencia oigo hablar de lo monótona que se ha convertido la vida de las personas. Oigo sobre como la rutina los agobia. Ese ritual diario en donde uno se levanta maldiciendo al despertador y luego de dejarlo sonar un par de veces más, lo apaga. Sin fuerzas y con pereza, cada paso se convierte en un recordatorio del cansancio y el frio que experimenta el cuerpo. Los ojos así como los pies se sienten pesados; como que si cada metro que nos moviésemos lejos de nuestra cama agregara un nudo más a las ataduras que sentimos nos llaman de regreso a dormir. El café, esa bebida que ha perdido relevancia conforme van saliendo al mercado nuevas y más fuertes formas de permanecer despierto. A partir de este punto el día pasa a ser más llevadero. 

Ahora somos capaces de enfrentar el tráfico mañanero, la imprudencia de los conductores, el compañero de oficina que sin hacer nada recibe una mejor retroalimentación. Luego regresamos a casa y nos preparamos a repetir el proceso: cama-trabajo, trabajo-cama. Es en este punto cuando me veo obligado a pensar el porqué de todo esto. Inevitablemente termino rememorando una escena de catarsis en la película “Fight Club” en donde Tyler Durden (Braad Pitt) comenta sobre el consumismo actual: “la publicidad nos hace desear autos y ropa. Trabajamos en cosas que odiamos para comprar cosas que no necesitamos”. Pero luego me tomo otra taza de café y digo: no. 
El ser humano, en su gran diversidad, es capaz de realizar una infinita variedad de inventos y hazañas. La humanidad ha desarrollado más avances tecnológicos y mejoras a la salud en los últimos 100 años, que en el resto de su historia. Y es este mismo ser humano, la misma especie, el que me está diciendo que somos víctimas irremediables del consumismo y que estamos destinados a pudrirnos en el trabajo que tenemos. No lo puedo creer; por lo que he concluido que es su actitud hacia el mundo lo que los lleva a pensar así, no la sociedad ni su entorno. Es decir, individuos con no más de 25 años me hablan de su vida como si hubieran experimentado las tragedias más horribles del mundo y sobrevivido, mientras que tal vez lo único que hay en su haber es inconformidad con lo que han hecho con su vida. Porque no es su culpa estar en una situación “irremediable” que los hace estar insatisfechos y buscar el placer momentáneo pero inmediato. Solo son “victimas”. A lo que les respondo: si no les gusta algo en su vida, cámbienlo. 
Estoy consciente de lo breve de mi respuesta al letargo de mi estirpe. Sin embargo la solución es simple, actuar en vez de solo criticar. Y aunque sé que habrá quienes me critiquen con cosas como “pero no podemos cambiar todo lo que queramos”; a lo que les digo que concuerdo, pero, que siempre podremos mejorar y cambiar nuestro entorno. Tal vez no consigamos lo mismo que nuestro vecino o amigos, pero es porte de la responsabilidad de actuar el entender que no todos nos encontramos en el mismo contexto. Al final es cuestión de pensar y actuar.