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El Papa, la Vicepresidenta, su hijo y la sefie

Redacción República
05 de mayo, 2014

Han pasado 18 años y aún recuerdo con asombro la luz que emanaba del rostro de Juan Pablo II en aquellos primeros días de febrero de 1996. La dulzura de su mirada y su entereza para soportar las bajas temperaturas que afectaban el valle de la Cuidad de Guatemala eran asombrosas. Las calles de la cuidad se convirtieron en una interminable alfombra de fe y devoción. Los guatemaltecos salían desde temprano a buscar un pequeño espacio donde ver al hombre que ocupaba el trono de Pedro. En esa oportunidad yo realicé uno de mis primeros trabajos periodísticos. Tuve la dicha de recibir la bendición papal muy de cerca, pero sobre todo de ver la fe desbordada de un pueblo sediento de un mensaje de paz. 

La semana pasada la señora Vicepresidenta de la República viajó a El Vaticano a participar de la ceremonia de canonización tanto de Juan XXIII como de Juan Pablo II. Sin duda era un evento de gran relevancia para el pueblo católico guatemalteco, ya que se trataba del ascenso a los altares del Sumo Pontífice más importante para la historia de nuestro país. 
Durante dicho evento, la señora Baldetti Elías fue invitada a saludar a su santidad, El Papa Francisco, un honor reservado para jefes de Estado. La vicemandataria utilizó su alto cargo para lograr un lugar privilegiado para su hijo, quien decidió romper con el protocolo y tomarse un auto-retrato con su teléfono celular al momento de tener cerca al jefe de la iglesia católica. 
En honor a la verdad, no es la primera vez en la que me toca ver la forma en la que los funcionarios públicos aprovechan sus puestos para lograr que sus familiares conozcan a personalidades religiosas, artísticas, literarias o deportivas. Este tipo de escenas van desde el nieto que le pidió un autógrafo al futbolista Ronaldo Nazario, hasta el Presidente que le dijo a un cantante colombiano “Cantate al vos Juanes”. 
La “selfie” del hijo de la vicemandataria con su santidad le ha dado a la vuelta al mundo, ya que algunos de los noticieros más importantes de planeta relataron la nota. Muchos de los espacios informativos no hacían referencia al vínculo de madre-hijo entre el espontáneo fotógrafo y la vicepresidenta, pero si remarcaban su pertenencia a la delegación oficial de Guatemala. 
En realidad no entiendo que objeto tiene romper el protocolo en un acto de tan alta solemnidad para tomar una fotografía de mala calidad. El Vaticano entrega una copia de la fotografía oficial que cada persona tiene con el Papa, por si eso fuera poco, la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia tenía asignado un fotógrafo a dicho evento. 
El auto-retrato no es más que una muestra del irrespeto que ese señor tiene para con las normas establecidas, tomando en cuenta que él ni siquiera se ha ganado el derecho de formar parte de una delegación oficial de Guatemala. La Vicepresidenta salió en defensa de la actitud de su hijo, lo cual es un acto comprensible. Lo incomprensible es su actitud, ya si esto hubiera sucedido hace algunos años, siendo ella diputada, no tengo la menor de duda de que su crítica para con las autoridades de turno sería inclemente. 
Lo que más lamento de todo esto es que de la mujer aguerrida, de crítica aguda ante el nepotismo y el tráfico de influencias que sedujo al electorado guatemalteco, ya solo quedan recuerdos.

El Papa, la Vicepresidenta, su hijo y la sefie

Redacción República
05 de mayo, 2014

Han pasado 18 años y aún recuerdo con asombro la luz que emanaba del rostro de Juan Pablo II en aquellos primeros días de febrero de 1996. La dulzura de su mirada y su entereza para soportar las bajas temperaturas que afectaban el valle de la Cuidad de Guatemala eran asombrosas. Las calles de la cuidad se convirtieron en una interminable alfombra de fe y devoción. Los guatemaltecos salían desde temprano a buscar un pequeño espacio donde ver al hombre que ocupaba el trono de Pedro. En esa oportunidad yo realicé uno de mis primeros trabajos periodísticos. Tuve la dicha de recibir la bendición papal muy de cerca, pero sobre todo de ver la fe desbordada de un pueblo sediento de un mensaje de paz. 

La semana pasada la señora Vicepresidenta de la República viajó a El Vaticano a participar de la ceremonia de canonización tanto de Juan XXIII como de Juan Pablo II. Sin duda era un evento de gran relevancia para el pueblo católico guatemalteco, ya que se trataba del ascenso a los altares del Sumo Pontífice más importante para la historia de nuestro país. 
Durante dicho evento, la señora Baldetti Elías fue invitada a saludar a su santidad, El Papa Francisco, un honor reservado para jefes de Estado. La vicemandataria utilizó su alto cargo para lograr un lugar privilegiado para su hijo, quien decidió romper con el protocolo y tomarse un auto-retrato con su teléfono celular al momento de tener cerca al jefe de la iglesia católica. 
En honor a la verdad, no es la primera vez en la que me toca ver la forma en la que los funcionarios públicos aprovechan sus puestos para lograr que sus familiares conozcan a personalidades religiosas, artísticas, literarias o deportivas. Este tipo de escenas van desde el nieto que le pidió un autógrafo al futbolista Ronaldo Nazario, hasta el Presidente que le dijo a un cantante colombiano “Cantate al vos Juanes”. 
La “selfie” del hijo de la vicemandataria con su santidad le ha dado a la vuelta al mundo, ya que algunos de los noticieros más importantes de planeta relataron la nota. Muchos de los espacios informativos no hacían referencia al vínculo de madre-hijo entre el espontáneo fotógrafo y la vicepresidenta, pero si remarcaban su pertenencia a la delegación oficial de Guatemala. 
En realidad no entiendo que objeto tiene romper el protocolo en un acto de tan alta solemnidad para tomar una fotografía de mala calidad. El Vaticano entrega una copia de la fotografía oficial que cada persona tiene con el Papa, por si eso fuera poco, la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia tenía asignado un fotógrafo a dicho evento. 
El auto-retrato no es más que una muestra del irrespeto que ese señor tiene para con las normas establecidas, tomando en cuenta que él ni siquiera se ha ganado el derecho de formar parte de una delegación oficial de Guatemala. La Vicepresidenta salió en defensa de la actitud de su hijo, lo cual es un acto comprensible. Lo incomprensible es su actitud, ya si esto hubiera sucedido hace algunos años, siendo ella diputada, no tengo la menor de duda de que su crítica para con las autoridades de turno sería inclemente. 
Lo que más lamento de todo esto es que de la mujer aguerrida, de crítica aguda ante el nepotismo y el tráfico de influencias que sedujo al electorado guatemalteco, ya solo quedan recuerdos.