Guatemala está perdiendo nuevamente un tren de la historia. En este caso el tren de las reformas estructurales. En realidad, gobierno tras gobierno desde los años 90, ninguno ha impulsado los cambios integrales y necesarios. El de Alfonso Portillo cayó en la pocilga de la corrupción, el de Óscar Berger fue un quiero y no puedo que abonó la decepción entre la ciudadanía y el de Álvaro Colom fue, directamente, un cuatrienio perdido. Ahora Otto Pérez Molina ha quedado muy por debajo de las expectativas creadas aunque haya habido algunas mejorías. El futuro no pinta bien sobre todo si el populismo desenfrenado y el capitalismo de amigos que encarga Manuel Baldizón ganara las elecciones en 2015.
Una incertidumbre que ha golpeado a Dilma Rousseff en sus expectativas para conseguir la reelección, a Cristina Kirchner le ha puesto contra las cuerdas por la crisis económica y que ha provocado una oleada de protestas en Venezuela.
En el caso brasileño lo lógico es que Dilma sea reelecta y sea ella quien lidere los cambios necesarios en el próximo cuatrienio aunque lo hará teniendo menos fuerza política y menos apoyos legislativos y con la sensación creciente de que es un “pato cojo”.
Guatemala está perdiendo nuevamente un tren de la historia. En este caso el tren de las reformas estructurales. En realidad, gobierno tras gobierno desde los años 90, ninguno ha impulsado los cambios integrales y necesarios. El de Alfonso Portillo cayó en la pocilga de la corrupción, el de Óscar Berger fue un quiero y no puedo que abonó la decepción entre la ciudadanía y el de Álvaro Colom fue, directamente, un cuatrienio perdido. Ahora Otto Pérez Molina ha quedado muy por debajo de las expectativas creadas aunque haya habido algunas mejorías. El futuro no pinta bien sobre todo si el populismo desenfrenado y el capitalismo de amigos que encarga Manuel Baldizón ganara las elecciones en 2015.
Una incertidumbre que ha golpeado a Dilma Rousseff en sus expectativas para conseguir la reelección, a Cristina Kirchner le ha puesto contra las cuerdas por la crisis económica y que ha provocado una oleada de protestas en Venezuela.
En el caso brasileño lo lógico es que Dilma sea reelecta y sea ella quien lidere los cambios necesarios en el próximo cuatrienio aunque lo hará teniendo menos fuerza política y menos apoyos legislativos y con la sensación creciente de que es un “pato cojo”.