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El divorcio con la ciudadanía

Redacción
01 de junio, 2014

Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga disputarán el próximo 15 de junio una segunda vuelta para definir al futuro presidente de Colombia. Sin embargo, el gran protagonista de la jornada fue el abstencionismo con casi un 60%. 

En el “viejo continente” las elecciones al parlamento europeo marcaron dos tendencias que llaman la atención. Primero, la fuerte presencia de los partidos de extrema derecha que se caracterizaron por sus plataformas en contra de la migración y en contra de la Unión Europea. Segundo, el abstencionismo que termino favoreciendo a estos partidos. 
En 1992 Robert Cox acuñó el concepto de la “Internacionalización del Estado” mediante el cual “ciertas responsabilidades del gobierno nacional se definen en el marco de un régimen internacional”. En otras palabras, muchos gobiernos actúan hoy en día más preocupados por las agendas internacionales (tanto sociales como económicas) que por las necesidades de su población, que de paso fueron quienes los eligieron democráticamente lo que provoca una separación entre la clase política y la ciudadanía. Sumado a esto están las promesas incumplidas durante campaña, ya sea por ineptitud o por corrupción, que generan tal desgaste que permiten que la separación pase a divorcio. 
Este divorcio se refleja en el malestar de la ciudadanía que se expresa de varias formas: las primaveras árabes, las protestas contra el mundial en Brasil, el voto por la extrema derecha en Europa y el abstencionismo. En cada una de ellas la gente ha expresado su malestar contra gobiernos caracterizados por la corrupción, la impunidad y que representan “más de lo mismo” mientras expanden un aparato burocrático que no solo no ayuda sino que encima estorba. 
El caso de Guatemala es más complejo, previo a hablar de divorcio habría primero que preguntarnos en qué momento realmente le ha correspondido la clase política a la ciudadanía. Habrá dos, tal vez tres momentos en nuestra historia. El pasado no cambiará el presente pero si nos da una lección: el divorcio entre la ciudadanía y la clase política es el combustible de los mediocres, de los fanáticos, de los corruptos entonces no dejemos que “los mismos” hagan lo que les venga en gana. No espere una propuesta, sea usted quien propone. 
@robertoantoniow

El divorcio con la ciudadanía

Redacción
01 de junio, 2014

Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga disputarán el próximo 15 de junio una segunda vuelta para definir al futuro presidente de Colombia. Sin embargo, el gran protagonista de la jornada fue el abstencionismo con casi un 60%. 

En el “viejo continente” las elecciones al parlamento europeo marcaron dos tendencias que llaman la atención. Primero, la fuerte presencia de los partidos de extrema derecha que se caracterizaron por sus plataformas en contra de la migración y en contra de la Unión Europea. Segundo, el abstencionismo que termino favoreciendo a estos partidos. 
En 1992 Robert Cox acuñó el concepto de la “Internacionalización del Estado” mediante el cual “ciertas responsabilidades del gobierno nacional se definen en el marco de un régimen internacional”. En otras palabras, muchos gobiernos actúan hoy en día más preocupados por las agendas internacionales (tanto sociales como económicas) que por las necesidades de su población, que de paso fueron quienes los eligieron democráticamente lo que provoca una separación entre la clase política y la ciudadanía. Sumado a esto están las promesas incumplidas durante campaña, ya sea por ineptitud o por corrupción, que generan tal desgaste que permiten que la separación pase a divorcio. 
Este divorcio se refleja en el malestar de la ciudadanía que se expresa de varias formas: las primaveras árabes, las protestas contra el mundial en Brasil, el voto por la extrema derecha en Europa y el abstencionismo. En cada una de ellas la gente ha expresado su malestar contra gobiernos caracterizados por la corrupción, la impunidad y que representan “más de lo mismo” mientras expanden un aparato burocrático que no solo no ayuda sino que encima estorba. 
El caso de Guatemala es más complejo, previo a hablar de divorcio habría primero que preguntarnos en qué momento realmente le ha correspondido la clase política a la ciudadanía. Habrá dos, tal vez tres momentos en nuestra historia. El pasado no cambiará el presente pero si nos da una lección: el divorcio entre la ciudadanía y la clase política es el combustible de los mediocres, de los fanáticos, de los corruptos entonces no dejemos que “los mismos” hagan lo que les venga en gana. No espere una propuesta, sea usted quien propone. 
@robertoantoniow