Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

¿Monarquía? ¿República? Instituciones

Redacción República
27 de junio, 2014

Con motivo de la abdicación de Juan Carlos I en España y la llegada al trono de Felipe VI se ha planteado un viejo, en realidad añejo, debate en ese país europeo. ¿Qué es mejor, una república en la que se elige al Jefe de Estado o una monarquía donde el máximo mandatario no sale mediante refrendo popular? 

Enseguida han surgido unos (los republicanos) y otros (los monárquicos) a defender sus posturas. Pero ni unos ni otros han ido más allá de las obviedades, los lugares comunes y referencias históricas descontextualizadas. 
Los monárquicos aducen que España ha padecido ya dos republicas, la I en 1873 y la II entre 1931 y 1936 que acabaron, sobre todo la segunda, en una terrible Guerra Civil (1936-39). Semejantes argumentos pasan por alto que la España actual no es la del siglo XIX ni la de hace 80 años. La actual España es un país moderno, con un Estado fuerte, una sociedad de clases medias, plenamente inserta en el mundo. Es decir, la contracara de lo que era en tiempos de aquellas dos repúblicas, ambos experimentos democráticos frustrados. 
Los republicanos acusan al modelo monárquico de poco democrático y más propio de épocas ya pasadas. No poder elegir al jefe del Estado en pleno siglo XXI se les antoja algo casi medieval. En este sentido, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha defendido que ‘la democracia implica que la gente pueda votar’, por lo que si el Gobierno entiende que Felipe de Borbón tiene la confianza de los ciudadanos, debe convocar un referéndum. Iglesias incluso invitó al PSOE a ‘ser valiente’ y a no respaldar la ley orgánica necesaria para formalizar la abdicación y permita que ‘el pueblo’ se pronuncie. 
El problema de unos y otros en el fondo es el mismo. Hay repúblicas modélicas (EEUU) y monarquías que funcionan dentro de sociedades y sistemas políticos muy modernos (Reino Unido o Suecia). También existen monarquías despóticas como la de Arabia Saudí y repúblicas que albergan estados fallidos como Afganistán o estados autoritarios como Venezuela. 
Entonces, ¿en dónde está la clave del buen funcionamiento de una monarquía o una república? Sin duda, en la existencia de sólidas instituciones democráticas. Ellas son las que dan continuidad y estabilidad a los sistemas políticos y las que logran que las reclamaciones sociales puedan vehiculizarse a través de esas mismas instituciones y no se queden enquistadas lo cual es el primer paso para engendrar populismos. 
Además, las instituciones son un perfecto antídoto frente a derivas de tipo personalista y caudillista que están tan vinculada al líder el cual cuando desaparece se desmorona el edificio por él levantado. Ocurrió así con los regímenes de Juan Domingo Perón, Francisco Franco y tantos otros. 
Como señala Juan Luis Cebrián en el diario El País, “hace unos días El Roto, con su habitual ingenio, publicaba un dibujo en este periódico en el que un indigente contestaba a la interrogante sobre Monarquía o República con la escueta demanda de “un trabajo”. Algo parecido a lo que en su día respondió Cambó cuando quiso resolver la papeleta respondiendo así a idéntica cuestión: “¿Monarquía o República? Cataluña”. Ambos ejemplos ilustran que cuando se habla de formas de gobierno se repara demasiado poco en sus contenidos. ¿Monarquía o República?, se preguntaron por su parte los constituyentes, y su contestación fue unánime: Democracia”. 
Y una democracia solo funciona bien si cuenta con sólidos pilares, es decir, instituciones sólidas y reglas claras que se respetan.

¿Monarquía? ¿República? Instituciones

Redacción República
27 de junio, 2014

Con motivo de la abdicación de Juan Carlos I en España y la llegada al trono de Felipe VI se ha planteado un viejo, en realidad añejo, debate en ese país europeo. ¿Qué es mejor, una república en la que se elige al Jefe de Estado o una monarquía donde el máximo mandatario no sale mediante refrendo popular? 

Enseguida han surgido unos (los republicanos) y otros (los monárquicos) a defender sus posturas. Pero ni unos ni otros han ido más allá de las obviedades, los lugares comunes y referencias históricas descontextualizadas. 
Los monárquicos aducen que España ha padecido ya dos republicas, la I en 1873 y la II entre 1931 y 1936 que acabaron, sobre todo la segunda, en una terrible Guerra Civil (1936-39). Semejantes argumentos pasan por alto que la España actual no es la del siglo XIX ni la de hace 80 años. La actual España es un país moderno, con un Estado fuerte, una sociedad de clases medias, plenamente inserta en el mundo. Es decir, la contracara de lo que era en tiempos de aquellas dos repúblicas, ambos experimentos democráticos frustrados. 
Los republicanos acusan al modelo monárquico de poco democrático y más propio de épocas ya pasadas. No poder elegir al jefe del Estado en pleno siglo XXI se les antoja algo casi medieval. En este sentido, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha defendido que ‘la democracia implica que la gente pueda votar’, por lo que si el Gobierno entiende que Felipe de Borbón tiene la confianza de los ciudadanos, debe convocar un referéndum. Iglesias incluso invitó al PSOE a ‘ser valiente’ y a no respaldar la ley orgánica necesaria para formalizar la abdicación y permita que ‘el pueblo’ se pronuncie. 
El problema de unos y otros en el fondo es el mismo. Hay repúblicas modélicas (EEUU) y monarquías que funcionan dentro de sociedades y sistemas políticos muy modernos (Reino Unido o Suecia). También existen monarquías despóticas como la de Arabia Saudí y repúblicas que albergan estados fallidos como Afganistán o estados autoritarios como Venezuela. 
Entonces, ¿en dónde está la clave del buen funcionamiento de una monarquía o una república? Sin duda, en la existencia de sólidas instituciones democráticas. Ellas son las que dan continuidad y estabilidad a los sistemas políticos y las que logran que las reclamaciones sociales puedan vehiculizarse a través de esas mismas instituciones y no se queden enquistadas lo cual es el primer paso para engendrar populismos. 
Además, las instituciones son un perfecto antídoto frente a derivas de tipo personalista y caudillista que están tan vinculada al líder el cual cuando desaparece se desmorona el edificio por él levantado. Ocurrió así con los regímenes de Juan Domingo Perón, Francisco Franco y tantos otros. 
Como señala Juan Luis Cebrián en el diario El País, “hace unos días El Roto, con su habitual ingenio, publicaba un dibujo en este periódico en el que un indigente contestaba a la interrogante sobre Monarquía o República con la escueta demanda de “un trabajo”. Algo parecido a lo que en su día respondió Cambó cuando quiso resolver la papeleta respondiendo así a idéntica cuestión: “¿Monarquía o República? Cataluña”. Ambos ejemplos ilustran que cuando se habla de formas de gobierno se repara demasiado poco en sus contenidos. ¿Monarquía o República?, se preguntaron por su parte los constituyentes, y su contestación fue unánime: Democracia”. 
Y una democracia solo funciona bien si cuenta con sólidos pilares, es decir, instituciones sólidas y reglas claras que se respetan.