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El poder del perro

Redacción República
28 de junio, 2014

A veces la realidad es tan dura que cuesta afrontarla. Quizás a eso se deba que Miguel Ángel Asturias, al iniciar su novela Week-end en Guatemala, apuntara la frase “¿No ve las cosas que pasan? ¡Mejor llamarlas novelas!”, que es un consejo valioso para los escritores que se dan a la tarea de tratar los temas actuales que azotan nuestro tiempo. Y en el caso del escritor norteamericano Don Winslow, es un mecanismo necesario para manejar la cuantiosa información que recabó durante 6 años para escribir una novela impresionante: El poder del perro. 

Es una novela bien documentada, extensa y dura, que aborda el tema del narcotráfico en Centroamérica y México desde la década de los setenta hasta el 2004. Su protagonista, el mexico-americano Arthur Keller, veterano de las fuerzas especiales, destacado en Vietnam y Laos, reconvertido en agente especial de la DEA, nos lleva a los intestinos de la famosa guerra contra las drogas, desde los plantíos de amapola en Sinaloa, pasando por las ventas al menoreo en las bocas del metro de las grandes ciudades americanas, hasta el interior de las conspiraciones de las bandas rivales mexicanas y colombianas que se pelean los territorios de control en una frontera que se extiende por 3,000 larguísimos kilómetros con el mercado de las drogas más importante del mundo. 
Con buen ritmo, la novela ahonda en la lógica del combate a las drogas y su impacto en la vida política norteamericana. Así, por sus páginas desfilan el poderoso señor de las drogas, Amado Carrillo Fuentes (El señor de los cielos), el Chapo Guzmán, el general Gutiérrez Rebollo (el zar antidrogas de México, que resultó ser un hombre a sueldo del Cartel de Sinaloa), los hermanos Salinas de Gortari, el asesinado candidato mexicano Colosio, el asesinado candidato colombiano Luis Carlos Galán, George Bush padre y un sinnúmero de personajes siniestros para la historia centroamericana como el coronel Oliver North y John Pointdexter. En su trama aparece también el drama diario que vivimos los países del corredor de las drogas, con sus matanzas irracionales, los castigos animales que ordenan los capos de la droga, la ilógica vida de estos hombres que manejan millones de dólares pero que viven en escondrijos con la vida pendiendo de un hilo, castigando a traidores verdaderos y sospechosos, que incluso, resultan ser sus hermanos, padres o cónyuges, y cuyo consuelo es ordenar actos de violencia. 
Pero Winslow también ahonda en las razones del poder de la droga colombiana, y nos remite al ya olvidado escándalo Irán-Contras, una enrevesada trama que involucró a los Estados Unidos y su agencia de inteligencia (CIA) en una triangulación terrible que Guatemala paga con sangre todos los días. A principios de la década de los ochenta, el grupo extremista palestino Hezbollah, secuestró en Líbano a varios ciudadanos estadounidenses, y su país buscó formas de rescate no económico, que su clase política aceptara. De allí surgió entonces la idea de aprovechar los viajes que los aviones de la Air América (empresa fantasma de la CIA) realizaba hacia los campos de entrenamiento de la Contra nicaragüense en Honduras y Costa Rica para proveerles de armas, para transportar a su regreso, droga colombiana hasta Miami y otros territorios dentro de la federación. Así, con el dinero de las drogas entregadas a capos cubanos en un principio, la CIA obtuvo dinero para comprar armas que entregó a Irán a cambio de la liberación de los rehenes. Esta diabólica transacción, se abrió de un solo golpe, la puerta al inmenso mercado de la adicción a la cocaína de los norteamericanos, mientras que en Sinaloa, la DEA trataba de erradicar las plantaciones de amapola. Ironías de la política norteamericana. 
Mucho se ha escrito sobre esta pesadilla, iniciada por funcionarios inescrupulosos que creían que la guerra contra el comunismo justificaba todo, y fueron mezclando armas, drogas y política en un coctel que alimenta cada línea de esta novela alucinante que no se puede abandonar una vez que se ha leído el primer párrafo. Pero si usted no es amigo de la novela y desea comprender los intersticios del asunto Irán-Contras, también existe otro libro de periodismo puro sin ficción, escrito por el afamado periodista Bob Woodwar, titulado Veil, que también vale la pena devorar en un par de días.

El poder del perro

Redacción República
28 de junio, 2014

A veces la realidad es tan dura que cuesta afrontarla. Quizás a eso se deba que Miguel Ángel Asturias, al iniciar su novela Week-end en Guatemala, apuntara la frase “¿No ve las cosas que pasan? ¡Mejor llamarlas novelas!”, que es un consejo valioso para los escritores que se dan a la tarea de tratar los temas actuales que azotan nuestro tiempo. Y en el caso del escritor norteamericano Don Winslow, es un mecanismo necesario para manejar la cuantiosa información que recabó durante 6 años para escribir una novela impresionante: El poder del perro. 

Es una novela bien documentada, extensa y dura, que aborda el tema del narcotráfico en Centroamérica y México desde la década de los setenta hasta el 2004. Su protagonista, el mexico-americano Arthur Keller, veterano de las fuerzas especiales, destacado en Vietnam y Laos, reconvertido en agente especial de la DEA, nos lleva a los intestinos de la famosa guerra contra las drogas, desde los plantíos de amapola en Sinaloa, pasando por las ventas al menoreo en las bocas del metro de las grandes ciudades americanas, hasta el interior de las conspiraciones de las bandas rivales mexicanas y colombianas que se pelean los territorios de control en una frontera que se extiende por 3,000 larguísimos kilómetros con el mercado de las drogas más importante del mundo. 
Con buen ritmo, la novela ahonda en la lógica del combate a las drogas y su impacto en la vida política norteamericana. Así, por sus páginas desfilan el poderoso señor de las drogas, Amado Carrillo Fuentes (El señor de los cielos), el Chapo Guzmán, el general Gutiérrez Rebollo (el zar antidrogas de México, que resultó ser un hombre a sueldo del Cartel de Sinaloa), los hermanos Salinas de Gortari, el asesinado candidato mexicano Colosio, el asesinado candidato colombiano Luis Carlos Galán, George Bush padre y un sinnúmero de personajes siniestros para la historia centroamericana como el coronel Oliver North y John Pointdexter. En su trama aparece también el drama diario que vivimos los países del corredor de las drogas, con sus matanzas irracionales, los castigos animales que ordenan los capos de la droga, la ilógica vida de estos hombres que manejan millones de dólares pero que viven en escondrijos con la vida pendiendo de un hilo, castigando a traidores verdaderos y sospechosos, que incluso, resultan ser sus hermanos, padres o cónyuges, y cuyo consuelo es ordenar actos de violencia. 
Pero Winslow también ahonda en las razones del poder de la droga colombiana, y nos remite al ya olvidado escándalo Irán-Contras, una enrevesada trama que involucró a los Estados Unidos y su agencia de inteligencia (CIA) en una triangulación terrible que Guatemala paga con sangre todos los días. A principios de la década de los ochenta, el grupo extremista palestino Hezbollah, secuestró en Líbano a varios ciudadanos estadounidenses, y su país buscó formas de rescate no económico, que su clase política aceptara. De allí surgió entonces la idea de aprovechar los viajes que los aviones de la Air América (empresa fantasma de la CIA) realizaba hacia los campos de entrenamiento de la Contra nicaragüense en Honduras y Costa Rica para proveerles de armas, para transportar a su regreso, droga colombiana hasta Miami y otros territorios dentro de la federación. Así, con el dinero de las drogas entregadas a capos cubanos en un principio, la CIA obtuvo dinero para comprar armas que entregó a Irán a cambio de la liberación de los rehenes. Esta diabólica transacción, se abrió de un solo golpe, la puerta al inmenso mercado de la adicción a la cocaína de los norteamericanos, mientras que en Sinaloa, la DEA trataba de erradicar las plantaciones de amapola. Ironías de la política norteamericana. 
Mucho se ha escrito sobre esta pesadilla, iniciada por funcionarios inescrupulosos que creían que la guerra contra el comunismo justificaba todo, y fueron mezclando armas, drogas y política en un coctel que alimenta cada línea de esta novela alucinante que no se puede abandonar una vez que se ha leído el primer párrafo. Pero si usted no es amigo de la novela y desea comprender los intersticios del asunto Irán-Contras, también existe otro libro de periodismo puro sin ficción, escrito por el afamado periodista Bob Woodwar, titulado Veil, que también vale la pena devorar en un par de días.