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Portillo y las lecciones que dejó Goebbels

Redacción República
03 de junio, 2014

Todavía tengo muy presente los últimos meses de la administración del Presidente Portillo. Existía una sensación de que el país había retrocedido años en cuanto a la modernización del Estado. El enfrentamiento entre funcionarios de gobierno y casi todas las expresiones de la sociedad dejaba un saldo muy negativo en términos de gobernabilidad. La experiencia fallida del Pacto Fiscal, desarmado con precisión matemática por los enemigos de la transparencia, hacía perder la casi única oportunidad de resolver la cuestión fiscal en el país. Casi todos los procesos iniciados con los acuerdos de paz estaban ya abandonados y los escándalos de corrupción se sucedían uno tras otro. A este panorama se sumaban otros más, igualmente surrealistas: la movilización de milicias para imponer una candidatura, la politización de los procesos de elección de autoridades de seguridad y justicia y el comportamiento errático de la economía del país terminaban de ofrecer un panorama muy oscuro para el país. Fueron cuatro años de pausa sino de franco retroceso. 

Luego de entregar la Presidencia de Guatemala, Alfonso Portillo continuó siendo noticia. Una fuga por la puerta de atrás para evitar su procesamiento por actos de corrupción, su detención en un rancho de una playa pérdida en la geografía nacional, su espectacular juicio, -transmitido y retransmitido por la televisión nacional-, su intervención mediática en las últimas horas de la campaña electoral y su sonada deportación a los Estados Unidos, fueron capítulos adicionales de la larga novela que ha resultado su trayectoria política. El remate ha sido su confesión pura y dura de haber cometido actos ilícitos a partir de una donación de gobierno extranjero. 
Sin embargo, cómo es posible que un personaje como el descrito en las líneas precedentes se convierte súbitamente en el “mejor Presidente de Guatemala” según una encuesta levantada por una revista local?. Llama poderosamente la atención que un Presidente que durante su mandato llegó a ser uno de los más impopulares de América, recobre su vigor y simpatía como que si nada hubiera pasado. Pues la explicación no está ni en falta de reconocimiento a una supuesta buena gestión ni en la súbita amnesia de todos aquellos, que por cierto eran la gran mayoría, que ya no le soportaban. La explicación hay que buscarla un poco más allá. Hay que ir a los mecanismos que alguna vez el genio siniestro de la propaganda, Goebbels, recomendó. 
Cuatro elementos concurren aquí. Primero, el mensaje sencillo. Este político ha contado siempre con un lenguaje muy pedestre, muy sencillo. No ha construido grandes teorías, ni es un tecnócrata refinado. Simplemente con unas pocas palabras, que suena mucho a lo que se escucha en cualquier conversación, transmite lo que quiere decir. Esto le ha garantizado audiencia. Segundo, tener un enemigo identificado. Como la propaganda nazi que identificó pronto a su adversario, este político ha escogido la ruta de asignarle a lo que él llama los ricos, los empresarios, la causa y origen de todos los males. Puro cálculo político, pues de un plumazo se suma a las izquierdas, a cierta globocracia y a no pocos incautos. El tercer mecanismo de este engranaje es la repetición constante. Desde que salió del Gobierno, él y sus allegados han desarrollado una campaña sistemática de mensajes que se repiten hasta la saciedad, a tal grado de insistencia que se digieren como compota. “Con el Presidente Portillo bajó el precio del pollo” o “él si veló por la canasta básica” son sus principales mantras. Por cierto no resisten el menor análisis numérico, pues la inflación más alta de la década se registró en pleno gobierno del FRG, pero esas exquisiteces poco importan. Pero la última baraja de su naipe ha sido contar con medios masivos con micrófono abierto. Si pudiéramos medir el tiempo que se ha puesto a su disposición para que haga uso en medios de los 3 recursos anteriores, no encontraríamos en la historia contemporánea de nuestro país a ningún político que se le iguale. 
Estos principios de propaganda son inmutables y han sido utilizados esta vez, con gran habilidad hay que decirlo, en contra de una ciudadanía defraudada por su dirigencia política. Ahora que se avecinan nuevos eventos electorales está en nosotros tomar buena nota de ello pero también desmontar pacientemente “verdades” construidas a partir de estos artificios. Solo así realmente la escogencia ciudadana podrá hacerse por razón del merito y no por razón de un manual de política escrupulosamente seguido.

Portillo y las lecciones que dejó Goebbels

Redacción República
03 de junio, 2014

Todavía tengo muy presente los últimos meses de la administración del Presidente Portillo. Existía una sensación de que el país había retrocedido años en cuanto a la modernización del Estado. El enfrentamiento entre funcionarios de gobierno y casi todas las expresiones de la sociedad dejaba un saldo muy negativo en términos de gobernabilidad. La experiencia fallida del Pacto Fiscal, desarmado con precisión matemática por los enemigos de la transparencia, hacía perder la casi única oportunidad de resolver la cuestión fiscal en el país. Casi todos los procesos iniciados con los acuerdos de paz estaban ya abandonados y los escándalos de corrupción se sucedían uno tras otro. A este panorama se sumaban otros más, igualmente surrealistas: la movilización de milicias para imponer una candidatura, la politización de los procesos de elección de autoridades de seguridad y justicia y el comportamiento errático de la economía del país terminaban de ofrecer un panorama muy oscuro para el país. Fueron cuatro años de pausa sino de franco retroceso. 

Luego de entregar la Presidencia de Guatemala, Alfonso Portillo continuó siendo noticia. Una fuga por la puerta de atrás para evitar su procesamiento por actos de corrupción, su detención en un rancho de una playa pérdida en la geografía nacional, su espectacular juicio, -transmitido y retransmitido por la televisión nacional-, su intervención mediática en las últimas horas de la campaña electoral y su sonada deportación a los Estados Unidos, fueron capítulos adicionales de la larga novela que ha resultado su trayectoria política. El remate ha sido su confesión pura y dura de haber cometido actos ilícitos a partir de una donación de gobierno extranjero. 
Sin embargo, cómo es posible que un personaje como el descrito en las líneas precedentes se convierte súbitamente en el “mejor Presidente de Guatemala” según una encuesta levantada por una revista local?. Llama poderosamente la atención que un Presidente que durante su mandato llegó a ser uno de los más impopulares de América, recobre su vigor y simpatía como que si nada hubiera pasado. Pues la explicación no está ni en falta de reconocimiento a una supuesta buena gestión ni en la súbita amnesia de todos aquellos, que por cierto eran la gran mayoría, que ya no le soportaban. La explicación hay que buscarla un poco más allá. Hay que ir a los mecanismos que alguna vez el genio siniestro de la propaganda, Goebbels, recomendó. 
Cuatro elementos concurren aquí. Primero, el mensaje sencillo. Este político ha contado siempre con un lenguaje muy pedestre, muy sencillo. No ha construido grandes teorías, ni es un tecnócrata refinado. Simplemente con unas pocas palabras, que suena mucho a lo que se escucha en cualquier conversación, transmite lo que quiere decir. Esto le ha garantizado audiencia. Segundo, tener un enemigo identificado. Como la propaganda nazi que identificó pronto a su adversario, este político ha escogido la ruta de asignarle a lo que él llama los ricos, los empresarios, la causa y origen de todos los males. Puro cálculo político, pues de un plumazo se suma a las izquierdas, a cierta globocracia y a no pocos incautos. El tercer mecanismo de este engranaje es la repetición constante. Desde que salió del Gobierno, él y sus allegados han desarrollado una campaña sistemática de mensajes que se repiten hasta la saciedad, a tal grado de insistencia que se digieren como compota. “Con el Presidente Portillo bajó el precio del pollo” o “él si veló por la canasta básica” son sus principales mantras. Por cierto no resisten el menor análisis numérico, pues la inflación más alta de la década se registró en pleno gobierno del FRG, pero esas exquisiteces poco importan. Pero la última baraja de su naipe ha sido contar con medios masivos con micrófono abierto. Si pudiéramos medir el tiempo que se ha puesto a su disposición para que haga uso en medios de los 3 recursos anteriores, no encontraríamos en la historia contemporánea de nuestro país a ningún político que se le iguale. 
Estos principios de propaganda son inmutables y han sido utilizados esta vez, con gran habilidad hay que decirlo, en contra de una ciudadanía defraudada por su dirigencia política. Ahora que se avecinan nuevos eventos electorales está en nosotros tomar buena nota de ello pero también desmontar pacientemente “verdades” construidas a partir de estos artificios. Solo así realmente la escogencia ciudadana podrá hacerse por razón del merito y no por razón de un manual de política escrupulosamente seguido.