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Educación: Sindicalizar la mente infantil

Redacción
13 de julio, 2014
El sistema de educación primaria en Guatemala está dirigido por cuadrillas de maestros sindicalizados, descontentos, desincentivados, desmotivados, pesimistas, y que no pueden imaginar el futuro ni para ellos ni para los niños que están malformando. 
Ese sistema sindicalizado es una estafa que no sólo le roba a los tributarios recursos producidos legítimamente, sino que arranca oportunidades a los niños más pobres del país. 
Pero la estafa más grande, la de efectos infinitos, la que no tiene reparación, es la metodológica. Digo, aquella en la cual se presupone que todos los niños son “iguales” y que por lo tanto todos aprenderán de la misma manera, ah, y quien no lo haga sale “expulsado” del sistema. 
La idea de igualdad, de todos los niños “cortados” con la misma tijera, tiene su origen en la sindicalización magisterial, un proceso por el cual se iguala y se premia la mediocridad, y no permite las diferencias individuales, es más, castiga con rigor a los diferentes, a maestros que hagan, digan, piensen, sueñen más allá que los demás, y premia a los bochincheros, a los disruptivos, a los maestros que siempre quieren alcanzar privilegios sin hacer algo. 
Maestros sindicalizados sólo sindicalizan las mentes infantiles bajo la destructiva idea de igualdad.
Un niño sindicalizado ha sido víctima de una de las más groseras violaciones a los Derechos de Niños, la capacidad de crecer, aprehender (sí, con “h”), comprender, experimentar, construir, aplicar, equivocarse, evaluar, enmendar, calcular, y volver a afectar cualquier paso del proceso con fines de cambiar el “outcome” de su experiencia. 
Y en esto el aprendizaje está no en la experiencia, sino en la reflexión acerca de la misma experiencia. 
Otra estafa, por cómplice con el omnipotente sindicalismo, es la misma burocracia, la cual presupone un “currículum nacional base.” Esa es la cosa más sindicalista, socialista, colectivista que se ha forzado sobre muchas naciones. 
Ah, y presuponen que con esa “base” todos entonces tendrán educación. Errada ecuación de la que parte nuestro sistema sindicalizado al creer que “educación es igual a aprendizaje.” 
Existen escuelas, malas por cierto, existen maestros, sindicalizados por cierto, existe un sistema, caro y malo por cierto, pero ¿existe aprendizaje en cada niña, en cada niño? Y la respuesta es un tajante ¡NO! 
Los maestros sindicalizados que sindicalizan la mente de los niños creen que con cantidades industriales de tareas entonces habrá aprendizaje. Nada que ver una cosa con la otra. Eso sí, tendremos niños cansados, aburridos, idiotizados, engañados, y muchas veces expulsados del sistema, pero a quienes es más fácil culpar llamándolos “desertores”, porque los incluimos en las estadísticas de “deserción” escolar. 
Los niños no son “desertores.” Es el maestro sindicalizado quien los expulsa con las letanías que llama lecciones, con los “deberes” que con funde con aprendizaje, y con la premisa que si el niño hace la tarea entonces se están alcanzando los “objetivos” de “logro.” Martirizar al niño sindicalizado con interminables “deberes” sólo logra un repudio por parte del niño hacia todo el proceso de aprendizaje, y no lo invita a continuar, sino a ver las posibilidades de escapar. 
Yo pasé por ese sistema sindicalizado. Intentaron sindicalizarme, pero no pudieron. Mi responsabilidad es “des-sindicalizar” este sistema, sea el estatal o el privado, porque el privado también padece del mismo mal. 
La sindicalización de las mentes infantiles, con la complicidad del Estado, es la tragedia más grande que golpea Guatemala. Y este es el tiempo de pensar en el largo plazo, en ese futuro que hemos soñado y que usted y yo empezamos a construir hoy y aquí.

Educación: Sindicalizar la mente infantil

Redacción
13 de julio, 2014
El sistema de educación primaria en Guatemala está dirigido por cuadrillas de maestros sindicalizados, descontentos, desincentivados, desmotivados, pesimistas, y que no pueden imaginar el futuro ni para ellos ni para los niños que están malformando. 
Ese sistema sindicalizado es una estafa que no sólo le roba a los tributarios recursos producidos legítimamente, sino que arranca oportunidades a los niños más pobres del país. 
Pero la estafa más grande, la de efectos infinitos, la que no tiene reparación, es la metodológica. Digo, aquella en la cual se presupone que todos los niños son “iguales” y que por lo tanto todos aprenderán de la misma manera, ah, y quien no lo haga sale “expulsado” del sistema. 
La idea de igualdad, de todos los niños “cortados” con la misma tijera, tiene su origen en la sindicalización magisterial, un proceso por el cual se iguala y se premia la mediocridad, y no permite las diferencias individuales, es más, castiga con rigor a los diferentes, a maestros que hagan, digan, piensen, sueñen más allá que los demás, y premia a los bochincheros, a los disruptivos, a los maestros que siempre quieren alcanzar privilegios sin hacer algo. 
Maestros sindicalizados sólo sindicalizan las mentes infantiles bajo la destructiva idea de igualdad.
Un niño sindicalizado ha sido víctima de una de las más groseras violaciones a los Derechos de Niños, la capacidad de crecer, aprehender (sí, con “h”), comprender, experimentar, construir, aplicar, equivocarse, evaluar, enmendar, calcular, y volver a afectar cualquier paso del proceso con fines de cambiar el “outcome” de su experiencia. 
Y en esto el aprendizaje está no en la experiencia, sino en la reflexión acerca de la misma experiencia. 
Otra estafa, por cómplice con el omnipotente sindicalismo, es la misma burocracia, la cual presupone un “currículum nacional base.” Esa es la cosa más sindicalista, socialista, colectivista que se ha forzado sobre muchas naciones. 
Ah, y presuponen que con esa “base” todos entonces tendrán educación. Errada ecuación de la que parte nuestro sistema sindicalizado al creer que “educación es igual a aprendizaje.” 
Existen escuelas, malas por cierto, existen maestros, sindicalizados por cierto, existe un sistema, caro y malo por cierto, pero ¿existe aprendizaje en cada niña, en cada niño? Y la respuesta es un tajante ¡NO! 
Los maestros sindicalizados que sindicalizan la mente de los niños creen que con cantidades industriales de tareas entonces habrá aprendizaje. Nada que ver una cosa con la otra. Eso sí, tendremos niños cansados, aburridos, idiotizados, engañados, y muchas veces expulsados del sistema, pero a quienes es más fácil culpar llamándolos “desertores”, porque los incluimos en las estadísticas de “deserción” escolar. 
Los niños no son “desertores.” Es el maestro sindicalizado quien los expulsa con las letanías que llama lecciones, con los “deberes” que con funde con aprendizaje, y con la premisa que si el niño hace la tarea entonces se están alcanzando los “objetivos” de “logro.” Martirizar al niño sindicalizado con interminables “deberes” sólo logra un repudio por parte del niño hacia todo el proceso de aprendizaje, y no lo invita a continuar, sino a ver las posibilidades de escapar. 
Yo pasé por ese sistema sindicalizado. Intentaron sindicalizarme, pero no pudieron. Mi responsabilidad es “des-sindicalizar” este sistema, sea el estatal o el privado, porque el privado también padece del mismo mal. 
La sindicalización de las mentes infantiles, con la complicidad del Estado, es la tragedia más grande que golpea Guatemala. Y este es el tiempo de pensar en el largo plazo, en ese futuro que hemos soñado y que usted y yo empezamos a construir hoy y aquí.