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Las casas Baldetti o la trama de la corrupción

Redacción
13 de julio, 2014
En los medios de comunicación televisados e impresos leemos diariamente sobre actos de corrupción, pequeños, medianos o grandes, agujeros por los que se cuela el dinero que el Estado le arranca a los ciudadanos que los pagan por medio de los impuestos y los “redistribuye” a los compinches de turno. Pero de tanto escucharlo o leerlo nos hemos ido inmunizando ante las noticias y por salud mental y física tratamos (por lo menos yo) de ya no enojarnos por las cosas que pasan. 
De pronto, un suceso nos vuelve a sacudir y a derrumbar el muro de indiferencia en que la vida cotidiana y sus retos nos envuelven. En esta ocasión el suceso fue el terremoto que volvió a azotar la región occidental del país el pasado lunes 7 en horas de la madrugada y que arrasó a Sibinal y otras poblaciones del departamento de San Marcos y del sur de Huehuetenango. 
Este terrible acontecimiento, dramático para quienes sufrieron destrucción en sus propiedades, destapó nuevamente las consecuencias reales y tangibles del azote de la cleptocracia en que estamos sumidos. En el año 2012, un primer terremoto arrasó con poblaciones del departamento de San Marcos, y el gobierno ni tardo ni perezoso corrió a declarar el Estado de Calamidad, que le permite, (fuera de los inocentes que creen que es una medida responsable y misericordiosa para atender a los damnificados) contratar bienes y servicios saltándose las leyes que regulan las adquisiciones del Estado. Bajo ese marco, el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda –MICIVI-, diseñó y construyó un tipo de casas para los damnificados, que la poco prudente propaganda estatal (los lambiscones que constituyen la rosca) bautizó como “Casas Baldetti”. Digo poco prudente porque las tales casas, construidas con un préstamo de emergencia del BID, se levantaron en un dos por tres en algunos lugares, y tras este segundo terremoto han quedado dañadas estructuralmente un buen número de ellas. 
El Colegio de Ingenieros ha denunciado que las tales “Casas Baldetti” no fueron diseñadas siguiendo las normas básicas antisísmicas, y con materiales de segunda calidad, lo que sugiere que se operó como toda obra pública en Guatemala, sobrevalorándolas para que los constructores y los burócratas que les asignan los contratos reciban sus respectivas tajadas. Esto no es nada nuevo, incluso leyendo la fantástica novela de Francisco Pérez de Antón, Callejón de Dolores, uno se topa con estas tramas de corrupción en la lejana Guatemala de 1929, pero sí es una metáfora del gobierno: políticos mediocres, construidos sin normas morales y éticas, que resultan ser personajes de segundo orden que se derrumban al momento de asumir el gobierno y sus responsabilidades. Mal tino ese el de ponerle por nombre “Casas Baldetti” a estos productos de latrocinio gubernamental, pero habla muchísimo de la actual administración. Sus paredes rajadas, sus columnas vencidas, sus techos derrumbados son la imagen más patente del actual gobierno. 
Pero no sólo se trata de obras sobrevaloradas y del dinero que se roban constructores y burócratas. Se trata también del fracaso moral de nuestra clase política, que por embolsarse unos miles de quetzales están dispuestos a sacrificar vidas de personas a las que simulan ayudar, entregándoles unas casas que pueden convertirse en trampas mortales. Esas paredes rajadas, esas columnas vencidas y sus techos derrumbados deben gritarnos que los que nos gobiernan son una jauría de perros ávidos de dinero y poder, que están dispuestos a todo para llevarse a los bolsillos el último centavo, para sufragarse sus cuestionables gustos de nuevos ricos, sin importarles que cada uno de esos billetes que malgastan en carros de lujos y televisiones inmensas, lleven marcados de forma indeleble los nombres de los guatemaltecos que votaron por ellos, y que mueren diariamente en hospitales desabastecidos, en asaltos que florecen por la inoperancia de la policía, por derrumbes de casas y puentes construidos de paja. 
Bien visto, las “Casas Baldetti” nos ofrecen una reflexión moral que acusa directamente al presidente, vicepresidenta, ministros y demás gobierno de asesinos.

Las casas Baldetti o la trama de la corrupción

Redacción
13 de julio, 2014
En los medios de comunicación televisados e impresos leemos diariamente sobre actos de corrupción, pequeños, medianos o grandes, agujeros por los que se cuela el dinero que el Estado le arranca a los ciudadanos que los pagan por medio de los impuestos y los “redistribuye” a los compinches de turno. Pero de tanto escucharlo o leerlo nos hemos ido inmunizando ante las noticias y por salud mental y física tratamos (por lo menos yo) de ya no enojarnos por las cosas que pasan. 
De pronto, un suceso nos vuelve a sacudir y a derrumbar el muro de indiferencia en que la vida cotidiana y sus retos nos envuelven. En esta ocasión el suceso fue el terremoto que volvió a azotar la región occidental del país el pasado lunes 7 en horas de la madrugada y que arrasó a Sibinal y otras poblaciones del departamento de San Marcos y del sur de Huehuetenango. 
Este terrible acontecimiento, dramático para quienes sufrieron destrucción en sus propiedades, destapó nuevamente las consecuencias reales y tangibles del azote de la cleptocracia en que estamos sumidos. En el año 2012, un primer terremoto arrasó con poblaciones del departamento de San Marcos, y el gobierno ni tardo ni perezoso corrió a declarar el Estado de Calamidad, que le permite, (fuera de los inocentes que creen que es una medida responsable y misericordiosa para atender a los damnificados) contratar bienes y servicios saltándose las leyes que regulan las adquisiciones del Estado. Bajo ese marco, el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda –MICIVI-, diseñó y construyó un tipo de casas para los damnificados, que la poco prudente propaganda estatal (los lambiscones que constituyen la rosca) bautizó como “Casas Baldetti”. Digo poco prudente porque las tales casas, construidas con un préstamo de emergencia del BID, se levantaron en un dos por tres en algunos lugares, y tras este segundo terremoto han quedado dañadas estructuralmente un buen número de ellas. 
El Colegio de Ingenieros ha denunciado que las tales “Casas Baldetti” no fueron diseñadas siguiendo las normas básicas antisísmicas, y con materiales de segunda calidad, lo que sugiere que se operó como toda obra pública en Guatemala, sobrevalorándolas para que los constructores y los burócratas que les asignan los contratos reciban sus respectivas tajadas. Esto no es nada nuevo, incluso leyendo la fantástica novela de Francisco Pérez de Antón, Callejón de Dolores, uno se topa con estas tramas de corrupción en la lejana Guatemala de 1929, pero sí es una metáfora del gobierno: políticos mediocres, construidos sin normas morales y éticas, que resultan ser personajes de segundo orden que se derrumban al momento de asumir el gobierno y sus responsabilidades. Mal tino ese el de ponerle por nombre “Casas Baldetti” a estos productos de latrocinio gubernamental, pero habla muchísimo de la actual administración. Sus paredes rajadas, sus columnas vencidas, sus techos derrumbados son la imagen más patente del actual gobierno. 
Pero no sólo se trata de obras sobrevaloradas y del dinero que se roban constructores y burócratas. Se trata también del fracaso moral de nuestra clase política, que por embolsarse unos miles de quetzales están dispuestos a sacrificar vidas de personas a las que simulan ayudar, entregándoles unas casas que pueden convertirse en trampas mortales. Esas paredes rajadas, esas columnas vencidas y sus techos derrumbados deben gritarnos que los que nos gobiernan son una jauría de perros ávidos de dinero y poder, que están dispuestos a todo para llevarse a los bolsillos el último centavo, para sufragarse sus cuestionables gustos de nuevos ricos, sin importarles que cada uno de esos billetes que malgastan en carros de lujos y televisiones inmensas, lleven marcados de forma indeleble los nombres de los guatemaltecos que votaron por ellos, y que mueren diariamente en hospitales desabastecidos, en asaltos que florecen por la inoperancia de la policía, por derrumbes de casas y puentes construidos de paja. 
Bien visto, las “Casas Baldetti” nos ofrecen una reflexión moral que acusa directamente al presidente, vicepresidenta, ministros y demás gobierno de asesinos.