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Síndrome “Juan Manuel Santos” afecta a Dilma y Tabaré

Redacción
25 de julio, 2014
Usted seguramente se preguntará qué cosa es el “síndrome Santos”. Es algo que le ocurrió a este presidente en las elecciones colombianas y ahora puede pasarle a Dilma Rousseff o Tabaré Vázquez. El síndrome es el que afecta a presidentes o expresidentes que buscan la reelección, que no generan entusiasmo y se quedan anclados en las preferencias electorales. Corren así el riesgo de no ganar en primera vuelta y que algún candidato opositor encauce el malestar o el voto en contra. 
Las elecciones presidenciales en Colombia dibujaron el fenómeno: un presidente hasta un año antes en la cresta de la ola (Santos rondaba el 70% de opinión favorable en 2011 y casi el 50% en 2013) veía como sus expectativas se hundían hasta el 25-30% y era incapaz durante la campaña de romper ese nuevo techo.
Finalmente se veía abocado a disputar la segunda vuelta contra un candidato, el uribista Óscar Iván Zuluaga que había logrado superarle en primera vuelta captando el voto protesta. fundamentalmente urbano. 
El síndrome Santos está viviendo un segundo capítulo en el Brasil de Dilma Rousseff. Hasta 2013, poco antes de la celebración de la Copa Confederaciones, Dilma gozaba de un 88% de opinión favorable y una intención de voto que frisaba el 60%. Pero desde hace más de un año su popularidad ha caído hasta el 41% y su intención de voto apenas araña el 40%. 
A diferencia de Colombia por ahora ningún candidato opositor ha logrado capitalizar el descontento, pero al menos sí parece claro que habrá segunda vuelta. Y todo balotaje es un nuevo reparto de cartas. De hecho, la Presidenta brasileña Dilma Rousseff y el senador Aécio Neves aparecen técnicamente empatados para esa eventual segunda vuelta. Rousseff contaría con 44% por ciento de las intenciones de voto frente a 40% de Neves en una segunda ronda. Con un margen de error de dos puntos porcentuales, los candidatos están técnicamente empatados. 
En Uruguay, no se trata de un presidente que desea seguir en el poder sino de un expresidente que aspira a regresar. Es el caso de Tabaré Vázquez quien fuera Jefe de Estado entre 2005 y 2010 y quien llevara por primera vez al poder al Frente Amplio. 
En un Uruguay polarizado entre el Frente Amplio y los partidos tradicionales (blancos y colorados), Vázquez no parece capaz de romper el techo electoral del 44% que le obliga a disputar una segunda vuelta donde los votos colorados y blancos se juntarían. Según la empresa Factum, el 42% de los uruguayos tiene la intención de votar al Frente Amplio en las elecciones nacionales de octubre, mientras que un 44% votaría al Partido Nacional o al Partido Colorado.
La encuesta señala que el 30% votaría al Partido Nacional y a su candidato Luis Lacalle Pou, el 14% se inclina por Pedro Bordaberry, candidato del Partido Colorado. Pablo Mieres, del Partido Independiente, suma el 3% de las adhesiones. 
En sus propios discursos se percibe cómo Vázquez, a sus 74 años, protagoniza una campaña muy activa que trata de recuperar la mística política de hace diez años. Pero eso sí, en un país que ha cambiado mucho y que pide otras cosas. El analista Oscar Bottinelli lo explica así: “Lo que vemos es lo siguiente, primero, el Frente Amplio aparece con dificultades, aparece un desgaste en la figura de Tabaré Vázquez”. 
¿Qué indican todas estas cifras y expectativas de voto? 
Sin duda que cada día es más difícil ganar unas elecciones y ser reelegido. Las sociedades latinoamericanas son más complejas (más de clase medias), más urbanas, mejor educadas y con más conciencia crítica con respecto a la corrupción y al clientelismo. Y con unas demandas muy claras y concretas: mejores servicios públicos, más transparencia y mayor seguridad. 
Si los liderazgos políticos no se dan cuenta de esto y no canalizan el descontento y le entran a esas demandas, están condenados al fracaso o a ganar “por los pelos” y tras pasarlo muy mal, como le ocurriera a Santos el primero en experimentar su propio síndrome.

Síndrome “Juan Manuel Santos” afecta a Dilma y Tabaré

Redacción
25 de julio, 2014
Usted seguramente se preguntará qué cosa es el “síndrome Santos”. Es algo que le ocurrió a este presidente en las elecciones colombianas y ahora puede pasarle a Dilma Rousseff o Tabaré Vázquez. El síndrome es el que afecta a presidentes o expresidentes que buscan la reelección, que no generan entusiasmo y se quedan anclados en las preferencias electorales. Corren así el riesgo de no ganar en primera vuelta y que algún candidato opositor encauce el malestar o el voto en contra. 
Las elecciones presidenciales en Colombia dibujaron el fenómeno: un presidente hasta un año antes en la cresta de la ola (Santos rondaba el 70% de opinión favorable en 2011 y casi el 50% en 2013) veía como sus expectativas se hundían hasta el 25-30% y era incapaz durante la campaña de romper ese nuevo techo.
Finalmente se veía abocado a disputar la segunda vuelta contra un candidato, el uribista Óscar Iván Zuluaga que había logrado superarle en primera vuelta captando el voto protesta. fundamentalmente urbano. 
El síndrome Santos está viviendo un segundo capítulo en el Brasil de Dilma Rousseff. Hasta 2013, poco antes de la celebración de la Copa Confederaciones, Dilma gozaba de un 88% de opinión favorable y una intención de voto que frisaba el 60%. Pero desde hace más de un año su popularidad ha caído hasta el 41% y su intención de voto apenas araña el 40%. 
A diferencia de Colombia por ahora ningún candidato opositor ha logrado capitalizar el descontento, pero al menos sí parece claro que habrá segunda vuelta. Y todo balotaje es un nuevo reparto de cartas. De hecho, la Presidenta brasileña Dilma Rousseff y el senador Aécio Neves aparecen técnicamente empatados para esa eventual segunda vuelta. Rousseff contaría con 44% por ciento de las intenciones de voto frente a 40% de Neves en una segunda ronda. Con un margen de error de dos puntos porcentuales, los candidatos están técnicamente empatados. 
En Uruguay, no se trata de un presidente que desea seguir en el poder sino de un expresidente que aspira a regresar. Es el caso de Tabaré Vázquez quien fuera Jefe de Estado entre 2005 y 2010 y quien llevara por primera vez al poder al Frente Amplio. 
En un Uruguay polarizado entre el Frente Amplio y los partidos tradicionales (blancos y colorados), Vázquez no parece capaz de romper el techo electoral del 44% que le obliga a disputar una segunda vuelta donde los votos colorados y blancos se juntarían. Según la empresa Factum, el 42% de los uruguayos tiene la intención de votar al Frente Amplio en las elecciones nacionales de octubre, mientras que un 44% votaría al Partido Nacional o al Partido Colorado.
La encuesta señala que el 30% votaría al Partido Nacional y a su candidato Luis Lacalle Pou, el 14% se inclina por Pedro Bordaberry, candidato del Partido Colorado. Pablo Mieres, del Partido Independiente, suma el 3% de las adhesiones. 
En sus propios discursos se percibe cómo Vázquez, a sus 74 años, protagoniza una campaña muy activa que trata de recuperar la mística política de hace diez años. Pero eso sí, en un país que ha cambiado mucho y que pide otras cosas. El analista Oscar Bottinelli lo explica así: “Lo que vemos es lo siguiente, primero, el Frente Amplio aparece con dificultades, aparece un desgaste en la figura de Tabaré Vázquez”. 
¿Qué indican todas estas cifras y expectativas de voto? 
Sin duda que cada día es más difícil ganar unas elecciones y ser reelegido. Las sociedades latinoamericanas son más complejas (más de clase medias), más urbanas, mejor educadas y con más conciencia crítica con respecto a la corrupción y al clientelismo. Y con unas demandas muy claras y concretas: mejores servicios públicos, más transparencia y mayor seguridad. 
Si los liderazgos políticos no se dan cuenta de esto y no canalizan el descontento y le entran a esas demandas, están condenados al fracaso o a ganar “por los pelos” y tras pasarlo muy mal, como le ocurriera a Santos el primero en experimentar su propio síndrome.