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La suave bofetada de Joe Biden

Redacción
04 de julio, 2014

De lo único que podemos estar seguros tras la visita del vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden a Guatemala el pasado 20 de junio, es que no es un triunfo para el canciller guatemalteco Carrera. Y no lo es por varios aspectos. 

Primero: la visita fue informada al gobierno guatemalteco a última hora, sin incluir una agenda detallada y sin plantear los temas sobre los que versaría la visita del vicemandatario, que siempre tienen un tema o temas específicos para tratar. Por otra parte, para el vicepresidente y su entorno de seguridad el viaje probablemente ya estuviera contemplado desde que se formularon los planes para visitar a los otros países de su gira, y la sorpresa sólo fue para nuestro gobierno. Algunos han aventurado sobre las motivaciones de Biden, asegurando que la visita consistía en un suave guiño hacia Guatemala, en momentos en que las relaciones diplomáticas entre ambos se habrían enfriado, pero creo que la respuesta yace en las palabras pronunciadas por Biden en la breve aparición pública. 
Segundo: la visita fue más bien un jalón de orejas al gobierno de turno, que había estado utilizando el tema de la reforma migratoria para escabullirse de las responsabilidades sobre el Estado y la ola migratoria ilegal que azota la frontera de los Estados Unidos. En este sentido, las palabras de Biden son esclarecedoras, sobre todo cuando resalta la necesidad de que el gobierno guatemalteco revise las razones del éxodo. Es decir que Biden vino no sólo a desactivar la crisis medíatica provocada por las imágenes de niños guatemaltecos ilegales encerrados en jaulas en bases militares estadounidenses, sino también a recordar que ellos sólo “sufren” las consecuencias de nuestro fracaso como naciones. Esas razones del éxodo son la corrupción, la irresponsabilidad, el amiguismo, la violencia y la mediocridad de nuestra clase política, que nos ha llevado al abismo de las naciones fracasadas. Fracasadas política y socialmente. 
Porque yo no puedo aceptar que el gobierno guatemalteco se queje del trato de los niños en el extranjero cuando aquí se les deja morir en la más terrible indiferencia de hambre o de enfermedades que en el país que los acoge temporalmente en un campamento militar son historia. Porque el presidente finge indignarse al ver las imágenes de los niños durmiendo en colchonetas en el suelo y tapados con frazadas térmicas, pero en su propio país se hace el desentendido ante los escándalos de corrupción de su entorno que empujan a estos niños a huir de la violencia y la miseria. Yo no puedo aceptar que le reclame a Biden el trato que le dan a estos niños, cuando el mismo mediocre mandatario evita enfrentarse a la realidad de la que huyen esos niños. El reclamo de Biden en respuesta a las protestas guatemaltecas me parece tímido, pues debió ser contundente al criticar la podredumbre política en la que vive Guatemala. 
La pregunta lícita a hacerse es: ¿Estarían mejor esos niños viviendo en sus aldeas sin el menor servicio básico, desnutridos, llenos de lombrices, sin acceso a salud, educación, sin acceso al futuro o al menos a una vida pasablemente digna? 
No me venga con discursitos doloridos presidente Pérez Molina, termine con el saqueo del Estado, garantice la vida, salud y educación de estos niños, apoye a quienes trabajamos honradamente cada día para mantener a flote a este barco que hace aguas en todas partes y entonces, sólo hasta que haya puesto a todos sus amigotes corruptos tras las rejas y dejado un legado de combate a la impunidad, fínjase dolido por el destino de los desamparados niños migrantes. 
Y esa es sólo una de todas las medidas que debe tomar para legitimarse como defensor de los guatemaltecos que desesperados por el desgobierno y la falta de oportunidades, buscan la frontera como un remedio a su destino. Hasta entonces señor presidente, guárdese sus lágrimas de cocodrilo.

La suave bofetada de Joe Biden

Redacción
04 de julio, 2014

De lo único que podemos estar seguros tras la visita del vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden a Guatemala el pasado 20 de junio, es que no es un triunfo para el canciller guatemalteco Carrera. Y no lo es por varios aspectos. 

Primero: la visita fue informada al gobierno guatemalteco a última hora, sin incluir una agenda detallada y sin plantear los temas sobre los que versaría la visita del vicemandatario, que siempre tienen un tema o temas específicos para tratar. Por otra parte, para el vicepresidente y su entorno de seguridad el viaje probablemente ya estuviera contemplado desde que se formularon los planes para visitar a los otros países de su gira, y la sorpresa sólo fue para nuestro gobierno. Algunos han aventurado sobre las motivaciones de Biden, asegurando que la visita consistía en un suave guiño hacia Guatemala, en momentos en que las relaciones diplomáticas entre ambos se habrían enfriado, pero creo que la respuesta yace en las palabras pronunciadas por Biden en la breve aparición pública. 
Segundo: la visita fue más bien un jalón de orejas al gobierno de turno, que había estado utilizando el tema de la reforma migratoria para escabullirse de las responsabilidades sobre el Estado y la ola migratoria ilegal que azota la frontera de los Estados Unidos. En este sentido, las palabras de Biden son esclarecedoras, sobre todo cuando resalta la necesidad de que el gobierno guatemalteco revise las razones del éxodo. Es decir que Biden vino no sólo a desactivar la crisis medíatica provocada por las imágenes de niños guatemaltecos ilegales encerrados en jaulas en bases militares estadounidenses, sino también a recordar que ellos sólo “sufren” las consecuencias de nuestro fracaso como naciones. Esas razones del éxodo son la corrupción, la irresponsabilidad, el amiguismo, la violencia y la mediocridad de nuestra clase política, que nos ha llevado al abismo de las naciones fracasadas. Fracasadas política y socialmente. 
Porque yo no puedo aceptar que el gobierno guatemalteco se queje del trato de los niños en el extranjero cuando aquí se les deja morir en la más terrible indiferencia de hambre o de enfermedades que en el país que los acoge temporalmente en un campamento militar son historia. Porque el presidente finge indignarse al ver las imágenes de los niños durmiendo en colchonetas en el suelo y tapados con frazadas térmicas, pero en su propio país se hace el desentendido ante los escándalos de corrupción de su entorno que empujan a estos niños a huir de la violencia y la miseria. Yo no puedo aceptar que le reclame a Biden el trato que le dan a estos niños, cuando el mismo mediocre mandatario evita enfrentarse a la realidad de la que huyen esos niños. El reclamo de Biden en respuesta a las protestas guatemaltecas me parece tímido, pues debió ser contundente al criticar la podredumbre política en la que vive Guatemala. 
La pregunta lícita a hacerse es: ¿Estarían mejor esos niños viviendo en sus aldeas sin el menor servicio básico, desnutridos, llenos de lombrices, sin acceso a salud, educación, sin acceso al futuro o al menos a una vida pasablemente digna? 
No me venga con discursitos doloridos presidente Pérez Molina, termine con el saqueo del Estado, garantice la vida, salud y educación de estos niños, apoye a quienes trabajamos honradamente cada día para mantener a flote a este barco que hace aguas en todas partes y entonces, sólo hasta que haya puesto a todos sus amigotes corruptos tras las rejas y dejado un legado de combate a la impunidad, fínjase dolido por el destino de los desamparados niños migrantes. 
Y esa es sólo una de todas las medidas que debe tomar para legitimarse como defensor de los guatemaltecos que desesperados por el desgobierno y la falta de oportunidades, buscan la frontera como un remedio a su destino. Hasta entonces señor presidente, guárdese sus lágrimas de cocodrilo.