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¡Es la productividad (y la competitividad), estúpido!

Redacción
04 de julio, 2014

América latina ha vivido un década dorada (2003-2013) en el ámbito económico (alto y continuado crecimiento) y social (millones de personas han dejado de ser pobres y han pasado a engrosar las emergentes clases medias). 

Esos diez años prodigiosos se han debido a una doble circunstancia: un contexto internacional de altos precios de las materias primas, unido a que la región “hizo los deberes” en los años 90 para adecuar su modelo y estructuras económicas a la realidad mundial. 
El error que se cometió en esos diez años fue el de caer en la autocomplacencia. Algunos hablaron de la década de América latina y otros hasta del siglo latinoamericano. Los gobiernos se durmieron en los laureles y se olvidaron que las reformas son como una “revolución permanente”, la cual nunca debe dejar de impulsarse. 
Incluso en los momentos dorados se podían percibir las debilidades que ahora, en tiempos de ralentización para la región, se convierten en serios hándicaps. Fue en esa época virtuosa cuando se debieron acometer las reformas estructurales que para 2014 ya son inaplazables. ¿Y qué reformas son esas? Fundamentalmente aquellas que vayan dirigidas a transformar a las economías latinoamericanas en más productivas y competitivas. 
Los resultados de la última edición del Informe de Competitividad Global 2013-2014 muestran que la mayoría de los países de América Latina y el Caribe se han estancado en este aspecto. Una de las formas de salir de este estancamiento es apostar por aumentar la productividad. El economista jefe del BID, José Juan Ruiz, señala que si en los siguientes 10 años los países latinoamericanos impulsan reformas que eleven su productividad, cada nación aumentaría casi 2 puntos su crecimiento anual. 
El ciclo virtuoso de 2003-2013 se basó en los buenos precios de las exportaciones pero con el menor crecimiento proyectado para China esta coyuntura y ese viento de cola puede desaparecer. Por eso Juan Ruiz, del BBVA, considera que “si la región quiere consolidar las altas tasas de crecimiento, tiene que reconocer que un crecimiento sostenible de la renta per cápita no se puede basar solamente en la acumulación de capital y el aumento del empleo, sino que requiere mejoras de la productividad. Así, resulta esencial generar un consenso sobre la importancia de las reformas estructurales, incluida la mejora del clima de negocios, una mayor competencia en los mercados de productos y factores, así como el aumento de la tasa de ahorro para sostener la inversión en capital físico, sobre todo infraestructura, pero también en capital humano”. 
La poca productividad es, además, indicio de otros males que aquejan a la economía latinoamericana. Como apunta Alicia Bárcena de la CEPAL, “la baja productividad es uno de los factores que impiden un desarrollo mayor, lo digo porque las economías en la región Asia-Pacífico son muy competitivas, con ello han encontrado nichos de mercado potentes. La baja productividad tiene su correlación con trabajadores de baja preparación”. 
Por lo tanto, la falta de productividad se antoja como un desafío urgente para la región. En ese sentido, Augusto de la Torre, del Banco Mundial, alerta de que “con el retroceso del viento de cola mundial, la región tendrá que depender de sus propios dispositivos para impulsar el crecimiento. Estos dispositivos tienen un solo nombre: productividad. Con escasos ahorros nacionales y ralas entradas de capital externo, el crecimiento del ingreso se puede sostener solo mediante el aumento de la productividad”. 
Una agenda que debe contener reformas estructurales que favorezcan un mayor crecimiento de la productividad, fortalecer las infraestructura, mejorar los sistemas educativos, favorecer el clima de negocios, promoviendo la competencia y recompensando la innovación y las buenas prácticas empresariales. También el camino es el de reducir las trabas a la inversión privada y combatir la informalidad. La productividad está relacionada también con la creación de una clase empresarial innovadora. 
Pocos países de la región están en esa línea de reformas estructurales para potenciar la productividad. Ese camino, que ya han emprendido Chile y México, es la asignatura pendiente de todos los demás. Guatemala incluida. Dejar escapar el tren es quedarse varado al menos una década.

¡Es la productividad (y la competitividad), estúpido!

Redacción
04 de julio, 2014

América latina ha vivido un década dorada (2003-2013) en el ámbito económico (alto y continuado crecimiento) y social (millones de personas han dejado de ser pobres y han pasado a engrosar las emergentes clases medias). 

Esos diez años prodigiosos se han debido a una doble circunstancia: un contexto internacional de altos precios de las materias primas, unido a que la región “hizo los deberes” en los años 90 para adecuar su modelo y estructuras económicas a la realidad mundial. 
El error que se cometió en esos diez años fue el de caer en la autocomplacencia. Algunos hablaron de la década de América latina y otros hasta del siglo latinoamericano. Los gobiernos se durmieron en los laureles y se olvidaron que las reformas son como una “revolución permanente”, la cual nunca debe dejar de impulsarse. 
Incluso en los momentos dorados se podían percibir las debilidades que ahora, en tiempos de ralentización para la región, se convierten en serios hándicaps. Fue en esa época virtuosa cuando se debieron acometer las reformas estructurales que para 2014 ya son inaplazables. ¿Y qué reformas son esas? Fundamentalmente aquellas que vayan dirigidas a transformar a las economías latinoamericanas en más productivas y competitivas. 
Los resultados de la última edición del Informe de Competitividad Global 2013-2014 muestran que la mayoría de los países de América Latina y el Caribe se han estancado en este aspecto. Una de las formas de salir de este estancamiento es apostar por aumentar la productividad. El economista jefe del BID, José Juan Ruiz, señala que si en los siguientes 10 años los países latinoamericanos impulsan reformas que eleven su productividad, cada nación aumentaría casi 2 puntos su crecimiento anual. 
El ciclo virtuoso de 2003-2013 se basó en los buenos precios de las exportaciones pero con el menor crecimiento proyectado para China esta coyuntura y ese viento de cola puede desaparecer. Por eso Juan Ruiz, del BBVA, considera que “si la región quiere consolidar las altas tasas de crecimiento, tiene que reconocer que un crecimiento sostenible de la renta per cápita no se puede basar solamente en la acumulación de capital y el aumento del empleo, sino que requiere mejoras de la productividad. Así, resulta esencial generar un consenso sobre la importancia de las reformas estructurales, incluida la mejora del clima de negocios, una mayor competencia en los mercados de productos y factores, así como el aumento de la tasa de ahorro para sostener la inversión en capital físico, sobre todo infraestructura, pero también en capital humano”. 
La poca productividad es, además, indicio de otros males que aquejan a la economía latinoamericana. Como apunta Alicia Bárcena de la CEPAL, “la baja productividad es uno de los factores que impiden un desarrollo mayor, lo digo porque las economías en la región Asia-Pacífico son muy competitivas, con ello han encontrado nichos de mercado potentes. La baja productividad tiene su correlación con trabajadores de baja preparación”. 
Por lo tanto, la falta de productividad se antoja como un desafío urgente para la región. En ese sentido, Augusto de la Torre, del Banco Mundial, alerta de que “con el retroceso del viento de cola mundial, la región tendrá que depender de sus propios dispositivos para impulsar el crecimiento. Estos dispositivos tienen un solo nombre: productividad. Con escasos ahorros nacionales y ralas entradas de capital externo, el crecimiento del ingreso se puede sostener solo mediante el aumento de la productividad”. 
Una agenda que debe contener reformas estructurales que favorezcan un mayor crecimiento de la productividad, fortalecer las infraestructura, mejorar los sistemas educativos, favorecer el clima de negocios, promoviendo la competencia y recompensando la innovación y las buenas prácticas empresariales. También el camino es el de reducir las trabas a la inversión privada y combatir la informalidad. La productividad está relacionada también con la creación de una clase empresarial innovadora. 
Pocos países de la región están en esa línea de reformas estructurales para potenciar la productividad. Ese camino, que ya han emprendido Chile y México, es la asignatura pendiente de todos los demás. Guatemala incluida. Dejar escapar el tren es quedarse varado al menos una década.