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Malpensados

Redacción
11 de agosto, 2014

Malpensado es uno de los calificativos para todos aquellos que
desconfiamos del Estado Benefactor-Mercantilista. Malpensados por no entender que son los más
nobles motivos los que impulsan a los políticos a buscar el bienestar de los
ciudadanos. Malpensados por sospechar de las compras por excepción, por dudar
de los estados de calamidad y cuestionar la construcción de los puentes y
carreteras de cartón.

Ser malpensado parece ser cosa del pasado ya que con el paso del
tiempo, los políticos han ido acabando con el sentido común de los
ciudadanos o peor aún, como la leyenda
del flautista de Hamelín, los han llevado con la música placentera e
hipnotizadora del Estado Benefactor-Mercantilista a un lugar donde la
intromisión del estado en actividades privadas no sólo es deseable sino
indispensable para la vida diaria, sin importar el costo ni el resultado.

La promesa del estado benefactor es evitar que sus ciudadanos sufran
pensando cómo van a obtener los recursos para satisfacer sus necesidades básicas
como vivienda, salud, educación y recreación, entre otras; en pocas palabras les
ofrece solucionar todas sus necesidades. Claro que para lograr este “noble”
propósito, los políticos del estado
benefactor deben convertir en derechos las necesidades, así tienen la excusa
perfecta para disponer de mayores recursos de los tributarios.

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El estado mercantilista beneficia a sus aliados, financistas, amigos y
demás afines mediante compras, concesiones y licitaciones por lo general sobrevaloradas
o con la ya conocida comisión de por medio mientras dure la concesión otorgada.

Es fácil detectar que el estado benefactor y el estado mercantilista
son dos caras de una misma moneda, que no pueden ir separadas, que necesitan la
una de la otra para existir. Es una relación donde se necesita de un tercero
que mantenga el “modus vivendi”, un tercero que sea crédulo, abnegado,
esforzado y sumiso, un tercero que no le importe entregar parte de su esfuerzo por
poco o nada a cambio, un tercero que no sea malpensado.

Pero no se confunda, le dirán los políticos, porque todo es por el
bien del pueblo. El bien del pueblo organizado en grupos de presión dirá el
malpensado. Sin embargo, el político insistirá en porqué sufrir y preocuparse
por decidir cómo quiere vivir su retiro, si el estado benefactor-mercantilista
decidirá cuánto obtendrá de pensión, cuándo y cómo empezará a cobrarla. Mientras
que el malpensado cuestionará si la pensión que recibe iguala o supera lo que
recibiría si él mismo decidiera en forma privada e individual.

Los políticos le dirán que para qué sufrir por su salud si el estado
benefactor-mercantilista se encargará de tener hospitales, clínicas y centros
de salud que lo atiendan sin que pague por ello. Por qué preocuparse y vivir
con la angustia por decidir la clase de educación que recibirán sus hijos así
como los recursos para obtener esa educación si el estado
benefactor-mercantilista se encarga de ella y además de forma “gratuita”.

El malpensado se pregunta ¿por qué monopolizar el ahorro para el
retiro? ¿es por el bien del trabajador o es para disponer de cuantiosos fondos
sin dar cuentas del uso y mucho menos del rendimiento?

El malpensado se pregunta ¿qué clase
de servicio de salud puede brindar un hospital sin los insumos básicos?
¿Los millones que se gastan de mi dinero, corresponden al servicio que me
ofrecen? ¿Si el servicio público es tan bueno para los demás porqué los
burócratas exigen seguros médicos privados e incluso se atienden en hospitales
extranjeros?

El malpensado se cuestiona por qué muchos burócratas prefieren
educarse y educar a sus hijos en escuelas privadas cuando las públicas son
gratuitas. Lamentablemente, el
malpensado tiene muchas razones para desconfiar del Estado
Benefactor-Mercantilista, ¿Y a usted aún
le seduce melodía del flautista de Hamelín?

@Md30

Malpensados

Redacción
11 de agosto, 2014

Malpensado es uno de los calificativos para todos aquellos que
desconfiamos del Estado Benefactor-Mercantilista. Malpensados por no entender que son los más
nobles motivos los que impulsan a los políticos a buscar el bienestar de los
ciudadanos. Malpensados por sospechar de las compras por excepción, por dudar
de los estados de calamidad y cuestionar la construcción de los puentes y
carreteras de cartón.

Ser malpensado parece ser cosa del pasado ya que con el paso del
tiempo, los políticos han ido acabando con el sentido común de los
ciudadanos o peor aún, como la leyenda
del flautista de Hamelín, los han llevado con la música placentera e
hipnotizadora del Estado Benefactor-Mercantilista a un lugar donde la
intromisión del estado en actividades privadas no sólo es deseable sino
indispensable para la vida diaria, sin importar el costo ni el resultado.

La promesa del estado benefactor es evitar que sus ciudadanos sufran
pensando cómo van a obtener los recursos para satisfacer sus necesidades básicas
como vivienda, salud, educación y recreación, entre otras; en pocas palabras les
ofrece solucionar todas sus necesidades. Claro que para lograr este “noble”
propósito, los políticos del estado
benefactor deben convertir en derechos las necesidades, así tienen la excusa
perfecta para disponer de mayores recursos de los tributarios.

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El estado mercantilista beneficia a sus aliados, financistas, amigos y
demás afines mediante compras, concesiones y licitaciones por lo general sobrevaloradas
o con la ya conocida comisión de por medio mientras dure la concesión otorgada.

Es fácil detectar que el estado benefactor y el estado mercantilista
son dos caras de una misma moneda, que no pueden ir separadas, que necesitan la
una de la otra para existir. Es una relación donde se necesita de un tercero
que mantenga el “modus vivendi”, un tercero que sea crédulo, abnegado,
esforzado y sumiso, un tercero que no le importe entregar parte de su esfuerzo por
poco o nada a cambio, un tercero que no sea malpensado.

Pero no se confunda, le dirán los políticos, porque todo es por el
bien del pueblo. El bien del pueblo organizado en grupos de presión dirá el
malpensado. Sin embargo, el político insistirá en porqué sufrir y preocuparse
por decidir cómo quiere vivir su retiro, si el estado benefactor-mercantilista
decidirá cuánto obtendrá de pensión, cuándo y cómo empezará a cobrarla. Mientras
que el malpensado cuestionará si la pensión que recibe iguala o supera lo que
recibiría si él mismo decidiera en forma privada e individual.

Los políticos le dirán que para qué sufrir por su salud si el estado
benefactor-mercantilista se encargará de tener hospitales, clínicas y centros
de salud que lo atiendan sin que pague por ello. Por qué preocuparse y vivir
con la angustia por decidir la clase de educación que recibirán sus hijos así
como los recursos para obtener esa educación si el estado
benefactor-mercantilista se encarga de ella y además de forma “gratuita”.

El malpensado se pregunta ¿por qué monopolizar el ahorro para el
retiro? ¿es por el bien del trabajador o es para disponer de cuantiosos fondos
sin dar cuentas del uso y mucho menos del rendimiento?

El malpensado se pregunta ¿qué clase
de servicio de salud puede brindar un hospital sin los insumos básicos?
¿Los millones que se gastan de mi dinero, corresponden al servicio que me
ofrecen? ¿Si el servicio público es tan bueno para los demás porqué los
burócratas exigen seguros médicos privados e incluso se atienden en hospitales
extranjeros?

El malpensado se cuestiona por qué muchos burócratas prefieren
educarse y educar a sus hijos en escuelas privadas cuando las públicas son
gratuitas. Lamentablemente, el
malpensado tiene muchas razones para desconfiar del Estado
Benefactor-Mercantilista, ¿Y a usted aún
le seduce melodía del flautista de Hamelín?

@Md30