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¿Nuevo modelo, a costa de qué?

Redacción
20 de agosto, 2014
El escenario del V Foro Regional de Esquipulas
concentró a expresidentes de Guatemala y de América Latina, aunque fue evidente
la destacada participación del presidente de Ecuador, el señor Rafael Correa.

Una vez más, la inconsistencia de muchos guatemaltecos
se puso en evidencia ante la imagen cuasi heroica del gobernante que acaparó la
atención de los asistentes, quienes según las noticias, respondieron con aplausos entusiastas las diversas expresiones
del gobernante sudamericano.

Y digo una vez más, porque no cabe duda que la
habilidad en el discurso que atrae a las mayorías es determinante para
conseguir el apoyo de las masas, tal como se ha reflejado en el caso del expresidente
guatemalteco Alfonso Portillo, quien según encuestas recientes, es el personaje
con el que más se identifica la población.

Lo terrible del “nuevo modelo” es el caso omiso que se
hace de los principios consignados en instrumentos nacionales e internacionales
sobre derechos humanos que optimizan los derechos de toda persona libre y
responsable, principios que no pueden ser relativizados sin caer en el doble
rasero del populismo ilustrado que hoy día logra la admiración mayoritaria de
los pueblos; esos pueblos que han dejado
de valorar el ejercicio de su libertad, al preferir el sometimiento a la
voluntad del dictador de turno a cambio de determinados avances hacia los
sectores que por falta de oportunidad, quedan rígidamente atascados en la
pobreza.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

¿Pero es válida la restricción al
ejercicio de las libertades y la elusión en la protección a los derechos
individuales de todos, a cambio de ciertos beneficios para algunos? ¿Conviene eso a una nación? ¿Es legítimo sacrificar a todos a cambio de
favorecer parcialmente a las mayorías?

También repugna la tolerancia a la carencia total de
ética en cuanto a la farsa que se maneja con un discurso de denuncia en el que
se señala a las élites como responsables de toda la ineficiencia y falta de
oportunidad. Un poco de investigación
muestra que los propios expositores precisamente han utilizado su poder para
agenciarse de enormes riquezas que ocultan a la población con maniobras “legales”
que les permite aparentar solvencia moral en sus ataques a “las élites” y al
gran capital.

Se ha preguntado el lector cuántos de estos
gobernantes han acumulado riquezas injustificables con el salario devengado en
su paso por la presidencia?

La consigna de la corriente autoritaria en América
Latina ha sido la ruptura de los principios que han sustentado la democracia
occidental mediante cambios graduales en
los que van alcanzando los apoyos políticos requeridos para cooptar a los
órganos del Estado y concentrar así el poder en el cacique moderno. De allí se aseguran los cambios que a conveniencia
reforman las Constituciones de cada país, al conseguir el apoyo mayoritario de
los órganos legislativos

Adiós a la separación de los tres poderes y a los
controles recíprocos tan necesarios para poner freno al abuso de poder
concentrado en el jefe del Ejecutivo. Proceden
a reformar las leyes para garantizarse un mayor control de todas las
actividades ciudadanas, empezando por la persecución de la oposición, la
represión al ejercicio de la libertad de prensa, el uso generalizado de
procedimientos expropiatorios y/o confiscatorios, etc.

Lo hizo así el señor Chávez en Venezuela, personaje
que logró buena parte de sus objetivos gracias a la riqueza de recursos naturales
en esa nación, especialmente provenientes del petróleo y su habilidad como
orador, capaz de capturar la admiración de las mayorías, aunque hoy su sucesor
y el persistente ataque al emprendimiento en aquel país, ya refleja el
deterioro en la calidad de vida de todos los venezolanos, aún de aquellos
favorecidos temporalmente por las medidas redistributivas implementadas
gradualmente desde 15 años atrás.

Algo semejante hace el señor Ortega en Nicaragua,
quien con mayor habilidad y tras la experiencia del sandinismo ha estimulado la
inversión en su país y garantiza la seguridad de los residentes y sus empresas,
pero también controlando el desempeño de todas las instituciones y afianzando
su permanencia en el poder.

Con un estilo más inteligente lo hace el señor Correa,
con la gran ventaja de sus conocimientos de la economía que le han permitido
impulsar avances en el crecimiento de su nación. A cambio, también logró los apoyos políticos
requeridos para imponer su voluntad y el férreo control sobre todos los
sectores a través de las reformas constitucionales
que le permitieron la re elección y de otras leyes que le han permitido
censurar a distintos medios de prensa que han formulado críticas a su gestión,
perseguirlos penalmente y obtener sentencias de tribunales que ignoran de
manera crasa la validez que se reconoce extensamente en el ejercicio de la
libertad de expresión.

Como él dice con enorme descaro, el cree en la libertad de expresión pero la prensa
debe ser de la “buena” porque la mala no contribuye al progreso de una
nación. Por supuesto es buena la que aprueba su
conducta y mala la que cuestiona y señala los excesos de su gestión.

En fin, la corriente tan aplaudida en el foro debe
llamar a la reflexión de los ciudadanos. ¿Por qué queremos alimentar nuevos
dictadores para la región? ¿Será que
todos ellos van a tener éxito en reducir
la pobreza? ¿A qué costo?


¿Nuevo modelo, a costa de qué?

Redacción
20 de agosto, 2014
El escenario del V Foro Regional de Esquipulas
concentró a expresidentes de Guatemala y de América Latina, aunque fue evidente
la destacada participación del presidente de Ecuador, el señor Rafael Correa.

Una vez más, la inconsistencia de muchos guatemaltecos
se puso en evidencia ante la imagen cuasi heroica del gobernante que acaparó la
atención de los asistentes, quienes según las noticias, respondieron con aplausos entusiastas las diversas expresiones
del gobernante sudamericano.

Y digo una vez más, porque no cabe duda que la
habilidad en el discurso que atrae a las mayorías es determinante para
conseguir el apoyo de las masas, tal como se ha reflejado en el caso del expresidente
guatemalteco Alfonso Portillo, quien según encuestas recientes, es el personaje
con el que más se identifica la población.

Lo terrible del “nuevo modelo” es el caso omiso que se
hace de los principios consignados en instrumentos nacionales e internacionales
sobre derechos humanos que optimizan los derechos de toda persona libre y
responsable, principios que no pueden ser relativizados sin caer en el doble
rasero del populismo ilustrado que hoy día logra la admiración mayoritaria de
los pueblos; esos pueblos que han dejado
de valorar el ejercicio de su libertad, al preferir el sometimiento a la
voluntad del dictador de turno a cambio de determinados avances hacia los
sectores que por falta de oportunidad, quedan rígidamente atascados en la
pobreza.

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¿Pero es válida la restricción al
ejercicio de las libertades y la elusión en la protección a los derechos
individuales de todos, a cambio de ciertos beneficios para algunos? ¿Conviene eso a una nación? ¿Es legítimo sacrificar a todos a cambio de
favorecer parcialmente a las mayorías?

También repugna la tolerancia a la carencia total de
ética en cuanto a la farsa que se maneja con un discurso de denuncia en el que
se señala a las élites como responsables de toda la ineficiencia y falta de
oportunidad. Un poco de investigación
muestra que los propios expositores precisamente han utilizado su poder para
agenciarse de enormes riquezas que ocultan a la población con maniobras “legales”
que les permite aparentar solvencia moral en sus ataques a “las élites” y al
gran capital.

Se ha preguntado el lector cuántos de estos
gobernantes han acumulado riquezas injustificables con el salario devengado en
su paso por la presidencia?

La consigna de la corriente autoritaria en América
Latina ha sido la ruptura de los principios que han sustentado la democracia
occidental mediante cambios graduales en
los que van alcanzando los apoyos políticos requeridos para cooptar a los
órganos del Estado y concentrar así el poder en el cacique moderno. De allí se aseguran los cambios que a conveniencia
reforman las Constituciones de cada país, al conseguir el apoyo mayoritario de
los órganos legislativos

Adiós a la separación de los tres poderes y a los
controles recíprocos tan necesarios para poner freno al abuso de poder
concentrado en el jefe del Ejecutivo. Proceden
a reformar las leyes para garantizarse un mayor control de todas las
actividades ciudadanas, empezando por la persecución de la oposición, la
represión al ejercicio de la libertad de prensa, el uso generalizado de
procedimientos expropiatorios y/o confiscatorios, etc.

Lo hizo así el señor Chávez en Venezuela, personaje
que logró buena parte de sus objetivos gracias a la riqueza de recursos naturales
en esa nación, especialmente provenientes del petróleo y su habilidad como
orador, capaz de capturar la admiración de las mayorías, aunque hoy su sucesor
y el persistente ataque al emprendimiento en aquel país, ya refleja el
deterioro en la calidad de vida de todos los venezolanos, aún de aquellos
favorecidos temporalmente por las medidas redistributivas implementadas
gradualmente desde 15 años atrás.

Algo semejante hace el señor Ortega en Nicaragua,
quien con mayor habilidad y tras la experiencia del sandinismo ha estimulado la
inversión en su país y garantiza la seguridad de los residentes y sus empresas,
pero también controlando el desempeño de todas las instituciones y afianzando
su permanencia en el poder.

Con un estilo más inteligente lo hace el señor Correa,
con la gran ventaja de sus conocimientos de la economía que le han permitido
impulsar avances en el crecimiento de su nación. A cambio, también logró los apoyos políticos
requeridos para imponer su voluntad y el férreo control sobre todos los
sectores a través de las reformas constitucionales
que le permitieron la re elección y de otras leyes que le han permitido
censurar a distintos medios de prensa que han formulado críticas a su gestión,
perseguirlos penalmente y obtener sentencias de tribunales que ignoran de
manera crasa la validez que se reconoce extensamente en el ejercicio de la
libertad de expresión.

Como él dice con enorme descaro, el cree en la libertad de expresión pero la prensa
debe ser de la “buena” porque la mala no contribuye al progreso de una
nación. Por supuesto es buena la que aprueba su
conducta y mala la que cuestiona y señala los excesos de su gestión.

En fin, la corriente tan aplaudida en el foro debe
llamar a la reflexión de los ciudadanos. ¿Por qué queremos alimentar nuevos
dictadores para la región? ¿Será que
todos ellos van a tener éxito en reducir
la pobreza? ¿A qué costo?