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Democracia es liberalismo

Redacción República
28 de agosto, 2014

Norberto Bobbio dice “la única manera de entenderse cuando se habla de democracia, en cuanto contrapuesta a todas las formas de gobierno autocrático, es considerarla caracterizada por un conjunto de reglas que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos […] la regla fundamental de la democracia es la regla de la mayoría”

De esa definición podemos extraer tres elementos: 1. la democracia se opone a las dictaduras; 2. es un instrumento para tomar decisiones; y 3. su regla esencial es que lo que decida la mayoría se vuelve obligatorio para el resto de la colectividad. Con los elementos 2 y 3 no hay problema, existe acuerdo que para eso existe y así funciona la democracia. El primer elemento, sin embargo, es punto de partida de calurosos debates sobre si la democracia por sí sola es suficiente para frenar dictaduras o si bien el mero hecho de que exista democracia en un país (que el pueblo elija al presidente y diputados) imposibilita el asenso de gobiernos dictatoriales.

El núcleo de la polémica es el siguiente: ¿la democracia necesita límites o la voluntad de la mayoría debe gobernar sin freno? Se pueden resumir de la siguiente manera, bajo el riesgo de caer en simplificaciones, a los grupos en contienda: la izquierda, basada en una visión roussoniana del hombre, aboga por una democracia en la que la decisión del pueblo sea siempre acatada; los liberales, para quienes la democracia es necesaria para todo gobierno libre pero no suficiente para evitar abusos o dictaduras.

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Ha habido una corriente que afirma que el liberalismo se opone rotundamente a la democracia. Eso es mentira. Bobbio nos dice: “el Estado liberal no solamente es el supuesto histórico sino también jurídico del Estado democrático”. El liberalismo entiende la importancia de la democracia dado que es imposible que todos los miembros de una sociedad lleguen a tener exactamente las mismas ideas (eso pasa en las dictaduras pero, claro, a punta de pistola). La democracia permite que la lucha política sea de ideas y no de plomo y sangre. Sin embargo, el liberalismo entiende muy bien que la democracia es otra manifestación de poder, y como todo poder, debe ser limitada. ¿Cómo se le frena? Con una constitución escrita y con la revisión judicial de las leyes que puedan contradecirla. Si bien el congreso es la voluntad de la mayoría del pueblo, la constitución es la voluntad de TODO EL PUEBLO, así que cuando una ley (voluntad de la mayoría) entra en conflicto con la constitución (voluntad de todo el pueblo), ésta debe prevalecer. Limitar la democracia es reconocer que hay ciertos derechos que, siendo comunes a todos los hombres sin importar su raza, credo o cultura, no pueden ser negados a unos por voluntad de los que conforman en un momento dado el grupo más numeroso.

América Latina, tan gustosa de los caciques y caudillos, nos da varios ejemplos de democracias degeneradas. Chávez, Correa, Morales, Ortega, todos ellos podrán tener el apoyo de sus pueblos, pero sólo han podido quedarse en el poder destruyendo principios republicanos como la división de poderes y la libertad de prensa. Eso es dictadura, no democracia.

Creo que la izquierda apoya a la democracia como voluntad de la mayoría porque asocian a la mayoría con el pueblo pobre o asalariado. Pero con un simple ejercicio mental, por loco que parezca, se pone en entredicho su postura: supongamos que en un país la mayoría es rica y sólo la minoría es pobre, ¿aún así les gustaría la regla ilimitada del gobierno de las mayorías?

Democracia es liberalismo

Redacción República
28 de agosto, 2014

Norberto Bobbio dice “la única manera de entenderse cuando se habla de democracia, en cuanto contrapuesta a todas las formas de gobierno autocrático, es considerarla caracterizada por un conjunto de reglas que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos […] la regla fundamental de la democracia es la regla de la mayoría”

De esa definición podemos extraer tres elementos: 1. la democracia se opone a las dictaduras; 2. es un instrumento para tomar decisiones; y 3. su regla esencial es que lo que decida la mayoría se vuelve obligatorio para el resto de la colectividad. Con los elementos 2 y 3 no hay problema, existe acuerdo que para eso existe y así funciona la democracia. El primer elemento, sin embargo, es punto de partida de calurosos debates sobre si la democracia por sí sola es suficiente para frenar dictaduras o si bien el mero hecho de que exista democracia en un país (que el pueblo elija al presidente y diputados) imposibilita el asenso de gobiernos dictatoriales.

El núcleo de la polémica es el siguiente: ¿la democracia necesita límites o la voluntad de la mayoría debe gobernar sin freno? Se pueden resumir de la siguiente manera, bajo el riesgo de caer en simplificaciones, a los grupos en contienda: la izquierda, basada en una visión roussoniana del hombre, aboga por una democracia en la que la decisión del pueblo sea siempre acatada; los liberales, para quienes la democracia es necesaria para todo gobierno libre pero no suficiente para evitar abusos o dictaduras.

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Ha habido una corriente que afirma que el liberalismo se opone rotundamente a la democracia. Eso es mentira. Bobbio nos dice: “el Estado liberal no solamente es el supuesto histórico sino también jurídico del Estado democrático”. El liberalismo entiende la importancia de la democracia dado que es imposible que todos los miembros de una sociedad lleguen a tener exactamente las mismas ideas (eso pasa en las dictaduras pero, claro, a punta de pistola). La democracia permite que la lucha política sea de ideas y no de plomo y sangre. Sin embargo, el liberalismo entiende muy bien que la democracia es otra manifestación de poder, y como todo poder, debe ser limitada. ¿Cómo se le frena? Con una constitución escrita y con la revisión judicial de las leyes que puedan contradecirla. Si bien el congreso es la voluntad de la mayoría del pueblo, la constitución es la voluntad de TODO EL PUEBLO, así que cuando una ley (voluntad de la mayoría) entra en conflicto con la constitución (voluntad de todo el pueblo), ésta debe prevalecer. Limitar la democracia es reconocer que hay ciertos derechos que, siendo comunes a todos los hombres sin importar su raza, credo o cultura, no pueden ser negados a unos por voluntad de los que conforman en un momento dado el grupo más numeroso.

América Latina, tan gustosa de los caciques y caudillos, nos da varios ejemplos de democracias degeneradas. Chávez, Correa, Morales, Ortega, todos ellos podrán tener el apoyo de sus pueblos, pero sólo han podido quedarse en el poder destruyendo principios republicanos como la división de poderes y la libertad de prensa. Eso es dictadura, no democracia.

Creo que la izquierda apoya a la democracia como voluntad de la mayoría porque asocian a la mayoría con el pueblo pobre o asalariado. Pero con un simple ejercicio mental, por loco que parezca, se pone en entredicho su postura: supongamos que en un país la mayoría es rica y sólo la minoría es pobre, ¿aún así les gustaría la regla ilimitada del gobierno de las mayorías?