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España gana un Rey, Latinoamérica pierde un Príncipe

Redacción
08 de agosto, 2014

Don Juan Carlos fue no solo el motor, junto a Adolfo Suárez, de la Transición a la democracia en España sino también el motor en la construcción de unas relaciones modernas y de igual a igual con América latina, alejadas de la retórica rancia, que aún abunda, sobre “la madre patria”. Así se multiplicaron las visitas de Estado y se creo un foro como las cumbres Iberoamericanas, trampolín para la presencia de España pero también para muchas otras cosas más (temas culturales, de cooperación etc.).


Desde que en octubre de 1976 el rey realizó su primer viaje oficial a América Latina para visitar la República Dominicana, Colombia y Venezuela, Don Juan Carlos fue forjando una relación muy especial con la región y de gran cercanía con los presidentes que se iban sucediendo. El propio don Juan Carlos recordaba ese papel suyo en su reciente viaje a Bogotá: “Durante cuatro décadas he tenido el privilegio de representar a España en todo el mundo y, muy particularmente, en la comunidad histórica a la que pertenecemos. Desde el comienzo de mi reinado sentí la ilusión y el deber de contribuir con todo mi esfuerzo a articular la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Ahora es una realidad que nos identifica en el mundo de la globalización en que vivimos”.


La guinda fue la decisión de que el Príncipe Felipe representara a su padre en las tomas de posesión, algo que se inició en 1996 en la Guatemala que inauguraba la presidencia de Álvaro Arzú. Eso fue un gran acierto porque dio continuidad y un peso específico a la relación bilateral de España con cada una de las repúblicas.“Coincidiendo con la apuesta creciente de los gobiernos de Adolfo Suárez yFelipe Gonzálezpor América Latina, el monarca comenzó a tener un mayor protagonismo en el subcontinente, en estrecha coordinación con la diplomacia española, como se pudo ver posteriormente en los procesos de paz centroamericanos. No hay duda que la transición sirvió para cambiar la imagen de España, un país cada vez más moderno y democrático”, ha señalado Carlos Malamud en un artículo en Infolatam.

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La abdicación de Juan Carlos I en 2014 ha cambiado el panorama. Felipe VI ya no puede acudir a las tomas de posesión por lo cargado de su agenda con lo que se rompe el cordón umbilical construido a los largo de casi 20 años. Justo en el momento que España pierde peso específico tanto desde el punto de vista político como en el de la cooperación al desarrollo, también lo pierde en cuanto al rango de la representación y a la continuidad de la misma.


Hasta el momento este obstáculo se ha salvado bien (Mariano Rajoy fue a la toma de posesión en Panamá de Juan Carlos Varela y el rey don Juan Carlos, en representación ahora de su hijo a la de Colombia). Pero no está claro si eso va a seguir siendo así y más bien lo que se antoja es que no va a haber continuidad y se va a decidir caso a caso y dependiendo de las circunstancias.


Por ahora, da la sensación de que el Príncipe Felipe, una vez convertido en Rey, no tiene buen “sustituto” en lo que a las relaciones con América latina se refiere. Don Juan Carlos por edad o Rajoy por agenda no parecen los ideales para otorgar continuidad a la relación. Además, como señala el experto en relaciones entre España y América latina, Tomás Mallo “quien debería ir a las tomas de posesiones es Felipe VI porque tiene buena imagen en la región, le conocen los presidentes y líderes políticos y, sobre todo, porque representa el futuro. Es él quien debe trasmitir cuál es la idea que España tiene sobre América latina”.

España gana un Rey, Latinoamérica pierde un Príncipe

Redacción
08 de agosto, 2014

Don Juan Carlos fue no solo el motor, junto a Adolfo Suárez, de la Transición a la democracia en España sino también el motor en la construcción de unas relaciones modernas y de igual a igual con América latina, alejadas de la retórica rancia, que aún abunda, sobre “la madre patria”. Así se multiplicaron las visitas de Estado y se creo un foro como las cumbres Iberoamericanas, trampolín para la presencia de España pero también para muchas otras cosas más (temas culturales, de cooperación etc.).


Desde que en octubre de 1976 el rey realizó su primer viaje oficial a América Latina para visitar la República Dominicana, Colombia y Venezuela, Don Juan Carlos fue forjando una relación muy especial con la región y de gran cercanía con los presidentes que se iban sucediendo. El propio don Juan Carlos recordaba ese papel suyo en su reciente viaje a Bogotá: “Durante cuatro décadas he tenido el privilegio de representar a España en todo el mundo y, muy particularmente, en la comunidad histórica a la que pertenecemos. Desde el comienzo de mi reinado sentí la ilusión y el deber de contribuir con todo mi esfuerzo a articular la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Ahora es una realidad que nos identifica en el mundo de la globalización en que vivimos”.


La guinda fue la decisión de que el Príncipe Felipe representara a su padre en las tomas de posesión, algo que se inició en 1996 en la Guatemala que inauguraba la presidencia de Álvaro Arzú. Eso fue un gran acierto porque dio continuidad y un peso específico a la relación bilateral de España con cada una de las repúblicas.“Coincidiendo con la apuesta creciente de los gobiernos de Adolfo Suárez yFelipe Gonzálezpor América Latina, el monarca comenzó a tener un mayor protagonismo en el subcontinente, en estrecha coordinación con la diplomacia española, como se pudo ver posteriormente en los procesos de paz centroamericanos. No hay duda que la transición sirvió para cambiar la imagen de España, un país cada vez más moderno y democrático”, ha señalado Carlos Malamud en un artículo en Infolatam.

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La abdicación de Juan Carlos I en 2014 ha cambiado el panorama. Felipe VI ya no puede acudir a las tomas de posesión por lo cargado de su agenda con lo que se rompe el cordón umbilical construido a los largo de casi 20 años. Justo en el momento que España pierde peso específico tanto desde el punto de vista político como en el de la cooperación al desarrollo, también lo pierde en cuanto al rango de la representación y a la continuidad de la misma.


Hasta el momento este obstáculo se ha salvado bien (Mariano Rajoy fue a la toma de posesión en Panamá de Juan Carlos Varela y el rey don Juan Carlos, en representación ahora de su hijo a la de Colombia). Pero no está claro si eso va a seguir siendo así y más bien lo que se antoja es que no va a haber continuidad y se va a decidir caso a caso y dependiendo de las circunstancias.


Por ahora, da la sensación de que el Príncipe Felipe, una vez convertido en Rey, no tiene buen “sustituto” en lo que a las relaciones con América latina se refiere. Don Juan Carlos por edad o Rajoy por agenda no parecen los ideales para otorgar continuidad a la relación. Además, como señala el experto en relaciones entre España y América latina, Tomás Mallo “quien debería ir a las tomas de posesiones es Felipe VI porque tiene buena imagen en la región, le conocen los presidentes y líderes políticos y, sobre todo, porque representa el futuro. Es él quien debe trasmitir cuál es la idea que España tiene sobre América latina”.