Si no fuera porque Correa lo viniera a decir nadie preguntaría por ese concepto de la Patria Grande. Y precisamente ahora que celebramos la ‘independencia’ del país, que realmente debería llamarse ‘la anexión de Centroamérica a México’, resulta conveniente hablar de patria y de este ensayo, en interminable proceso de construcción, que llamamos Latinoamérica. Claro, atreverse a decir eso en estas fechas dentro de cualquiera de nuestros pésimos sistemas de educación del istmo equivaldría a una expulsión irrevocable. Siendo honestos, casi 200 años después seguimos sin poder definir nuestro concepto de nación, de Patria Grande, de Latinoamérica.

Los conflictos insulares entre Argentina y Chile, la salida al mar de Bolivia, la soberanía del Río de la Plata, la soberanía de la Isla Conejo, aquel grito, ya extinguido, de Belice es nuestro es como hemos construido nuestra identidad. Eso sumado a una lista de guerras ridículas que han quedado en inconclusas. Así como los diferentes oleajes de integración latinoamericana han muerto desde su concepción: el hispanoamericanismo desde los movimientos de independencia hasta inicios del siglo XX; el panamericanismo con la creación la Unión Panamericana en 1910 hasta 1948 cuando se creó la OEA y surgió el interamericanismo que poco a poco se fue desvaneciendo dando lugar al socialismo del siglo XXI; el mal llamado bolivarianismo que con la muerte de Chávez también parece tener los días contados.

Así, hasta la fecha, esa Patria Grande, latinoamérica, esa que comparte lengua, tradiciones y pasiones se sigue construyendo, sin materializar nada, esa Patria Grande. Aún así, la exclusion, la influencia exógena no nos deja celebrar algo más que no sea un feriado largo.