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Agenda Empresarial
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Deuda pública

Redacción República
20 de septiembre, 2014

¿Se imagina que usted
pudiera acudir a su banco y pedir un préstamo a nombre de su vecino para ser
ingresado en su cuenta monetaria? No se imagine más, su gobierno se lo hace
constantemente a usted.


La deuda pública es el único tipo de
deuda en el que aquel que está obligado al cumplimiento de la misma es
completamente inconsciente de lo que está ocurriendo.En cualquier otro tipo de
deuda, el obligado a pagar debe estar de acuerdo en asumir ese compromiso, en
la deuda pública no, por lo que la deuda pública desde este punto de vista es
un fraude ya que aquel que contrae la deuda y el que la debe pagar no son la
misma persona.


En la deuda pública se contraen deudas en nombre de terceros y sin su
consentimiento explícito. Pero es que además, la
deuda pública, al contrario que cualquier otra deuda, no representa ninguna
forma de riqueza. Las deudas privadas tienen una contrapartida en bienes
reales, en riqueza que, si falla el pago del principal, el acreedor puede
ejecutar para satisfacer al menos parte del importe de la deuda. Las hipotecas
tienen viviendas detrás, los bonos de empresas tienen activos productivos
dedicados a producir nueva riqueza con la que pagar la deuda con los intereses
correspondientes, además de, si todo sale según lo planeado, conseguir un
beneficio. En el caso de la deuda pública, tan solo una pequeña fracción de
ésta se encuentra en activos productivos,la mayor parte de la riqueza que el acreedor pone a disposición del
Estado se utiliza para financiar gastos corrientes, o lo que es lo mismo, la
riqueza “se esfuma”, no hay recursos detrás para repagar esa deuda.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Además, los pocos activos
productivos que poseen los Estados suelen caracterizarse por su poco
rendimiento debido a la falta de un sistema de incentivos adecuado. La empresa
privada atiende a criterios de rentabilidad, se invierte en aquellos proyectos
por los que se espera que los consumidores paguen un precio más alto, el
incentivo es a maximizar la riqueza. Si los empresarios movidos por su
ánimo de lucro aciertan, las actividades desarrolladas se autofinanciarán y se
crearán puestos de trabajo sostenibles en el tiempo. Sin embargo,las inversiones
estatales tienen otros criterios (políticos) que no son los de crear riqueza,
por lo que sus puestos de trabajo no son sostenibles en el tiempo, no son
capaces de autofinanciarse, se destruye riqueza, y estos proyectos tarde o
temprano incrementan mucho los gastos corrientes que sufren los Estados puesto que los ingresos derivados de
ellos suelen ser muy inferiores a los gastos necesarios para su mantenimiento.
(Gastos corrientes que incrementarán la necesidad de nueva deuda no
representada por riqueza real).


El Estado carece, por
definición, de recursos propios, por lo que cualquier deterioro en el valor de
sus activos que impidan pagar su deuda ha de ser, por fuerza, pagado por el
contribuyente o por el acreedor (en caso de impago de la deuda). Dado que la
deuda pública, en su mayor parte no tiene contrapartida en riqueza real,
podríamos preguntarnos:¿de dónde salen los recursos para pagar esa deuda? La respuesta es del
bolsillo del contribuyente. La deuda pública no tiene su
reflejo en riqueza real como el resto de la deuda, sino en riqueza futura, en
concreto en la riqueza futura que el sector privado sea capaz de generar y que
el sector público sea capaz de recaudar.


En definitiva, en términos económicos la deuda pública es desperdiciar
recursos hoy para hacernos más pobres mañana y en términos jurídicos es un
fraude ya que no existe correspondencia entre aquel que pide prestado y el
obligado a pagar.


Deuda pública

Redacción República
20 de septiembre, 2014

¿Se imagina que usted
pudiera acudir a su banco y pedir un préstamo a nombre de su vecino para ser
ingresado en su cuenta monetaria? No se imagine más, su gobierno se lo hace
constantemente a usted.


La deuda pública es el único tipo de
deuda en el que aquel que está obligado al cumplimiento de la misma es
completamente inconsciente de lo que está ocurriendo.En cualquier otro tipo de
deuda, el obligado a pagar debe estar de acuerdo en asumir ese compromiso, en
la deuda pública no, por lo que la deuda pública desde este punto de vista es
un fraude ya que aquel que contrae la deuda y el que la debe pagar no son la
misma persona.


En la deuda pública se contraen deudas en nombre de terceros y sin su
consentimiento explícito. Pero es que además, la
deuda pública, al contrario que cualquier otra deuda, no representa ninguna
forma de riqueza. Las deudas privadas tienen una contrapartida en bienes
reales, en riqueza que, si falla el pago del principal, el acreedor puede
ejecutar para satisfacer al menos parte del importe de la deuda. Las hipotecas
tienen viviendas detrás, los bonos de empresas tienen activos productivos
dedicados a producir nueva riqueza con la que pagar la deuda con los intereses
correspondientes, además de, si todo sale según lo planeado, conseguir un
beneficio. En el caso de la deuda pública, tan solo una pequeña fracción de
ésta se encuentra en activos productivos,la mayor parte de la riqueza que el acreedor pone a disposición del
Estado se utiliza para financiar gastos corrientes, o lo que es lo mismo, la
riqueza “se esfuma”, no hay recursos detrás para repagar esa deuda.

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Además, los pocos activos
productivos que poseen los Estados suelen caracterizarse por su poco
rendimiento debido a la falta de un sistema de incentivos adecuado. La empresa
privada atiende a criterios de rentabilidad, se invierte en aquellos proyectos
por los que se espera que los consumidores paguen un precio más alto, el
incentivo es a maximizar la riqueza. Si los empresarios movidos por su
ánimo de lucro aciertan, las actividades desarrolladas se autofinanciarán y se
crearán puestos de trabajo sostenibles en el tiempo. Sin embargo,las inversiones
estatales tienen otros criterios (políticos) que no son los de crear riqueza,
por lo que sus puestos de trabajo no son sostenibles en el tiempo, no son
capaces de autofinanciarse, se destruye riqueza, y estos proyectos tarde o
temprano incrementan mucho los gastos corrientes que sufren los Estados puesto que los ingresos derivados de
ellos suelen ser muy inferiores a los gastos necesarios para su mantenimiento.
(Gastos corrientes que incrementarán la necesidad de nueva deuda no
representada por riqueza real).


El Estado carece, por
definición, de recursos propios, por lo que cualquier deterioro en el valor de
sus activos que impidan pagar su deuda ha de ser, por fuerza, pagado por el
contribuyente o por el acreedor (en caso de impago de la deuda). Dado que la
deuda pública, en su mayor parte no tiene contrapartida en riqueza real,
podríamos preguntarnos:¿de dónde salen los recursos para pagar esa deuda? La respuesta es del
bolsillo del contribuyente. La deuda pública no tiene su
reflejo en riqueza real como el resto de la deuda, sino en riqueza futura, en
concreto en la riqueza futura que el sector privado sea capaz de generar y que
el sector público sea capaz de recaudar.


En definitiva, en términos económicos la deuda pública es desperdiciar
recursos hoy para hacernos más pobres mañana y en términos jurídicos es un
fraude ya que no existe correspondencia entre aquel que pide prestado y el
obligado a pagar.