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La Economía Social de Mercado como tercera vía.

Nicholas Virzi
15 de enero, 2015

En artículos anteriores he escrito sobre el Ordoliberalismo en la tradición de Walter Eucken de la conocida Escuela de Friburgo en Alemania, durante la década de 1930. Para Marcelo Resico, Friedrich Von Hayek y Wilhelm Röpke se incluyen en el grupo de cofundadores de la Economía Social de Mercado, una tesis interesante, aunque disputable en el caso de Hayek. Lo cierto es que el Ordoliberalismo nutro las bases de lo que se llegaría a conocer como la Economía Social de Mercado, termino acunado por Alfred Müller Armack, y hecho famoso por Ludwig Erhard, en su puesto de Ministro de Economía en el primer gobierno alemán bajo la ocupación militar aliada liderada por Estados Unidos. Como resumen preliminar, la Economía Social de Mercado se dice que se basa en una economía de libre mercado marcada por reglas y mecanismos de compensación social que mitigan los efectos más políticamente costosos de una economía de libre mercado pura.

La Economía Social de Mercado busca proteger constitucionalmente la libertad política y económica, por lo que prima la competencia en una economía de mercado libre, libre de intervenciones arbitrarias del sector público, como el privado. En la concepción de Müller-Armack, busca reconciliar el principio de la libertad con un alto nivel de seguridad y asistencia social, con mecanismos de compensación social al grado necesario. ¿De dónde y de que cuenta surgió este modelo? La respuesta es relativamente fácil de dar, desde una perspectiva institucionalista. El régimen socialista totalitario Nazi fue derrotado y Alemania partida en dos países, uno ocupado por el otro régimen socialista totalitario Soviético, y el otro ocupado por los países liberales aliados liderados por Estados Unidos. Después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, no había manera de negar que Alemania hubiera tocado fondo y los viejos modelos no daban respuestas a las necesidades nacionales.

Fue en Alemania Occidental, ocupada por las fuerzas militares liberales, donde no solo se permitió sino se facilitó –monetaria, militar y moralmente — la reconstrucción de un país con un régimen político y económico liberal. El resultado fue el famoso “Milagro Alemán”. Con el liberalismo clásico mediáticamente descalificado por la experiencia de la Gran Depresión, el colectivismo en desgracia por la experiencia Nazi, y su variante comunista rechazada por su brutal (sino racional) ocupación de Alemania Oriental por parte de la Unión Soviética, las condiciones políticas, económicas y sociales eran propicias para que Ludwig Erhard emprendiese en Alemania en 1948 una “tercera vía”, la Economía Social de Mercado.

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Esta tercera vía resultó ser caracterizada por tanta libertad necesaria como para complacer a los señores militares de la Ocupación Americana, y tanta compensación social como para mitigar el atractivo político de los movimientos políticos de la izquierda radical, que se posicionaban como si habrían ganado merecidamente un espacio político y moral luego de la derrota del régimen Nazi (con el que pocos años antes se habían aliado en el Pacto de Hierro entre Alemania bajo Hitler y la Unión Soviética bajo Stalin, en 1939). Bajo la influencia Americana, los Alemanes apostaron por el camino liberal, pero fieles a sus propias tradiciones y cultura, con un estado fuerte, en el sentido autónomo, capaz de resistir las presiones políticas características de un modelo político pluralista donde el Estado mismo se convierte en el campo de batalla de los partidos políticos y grupos de presión. Aquí la experiencia Alemana, donde las grandes empresas y carteles hicieron causa común con el régimen socialista Nazi fue clave como para descalificar a los grandes empresarios como predicadores creíbles de la verdad y el progreso.

He aquí también el porqué de una ley de competencia que asegure que el mercado libre funcione de acorde con sus principios teóricos que la justifican como moralmente superior a cualquier otro sistema económico. En la lógica Ordoliberal, no tenía sentido preocuparse que el Estado juntase tanto poder si uno iba permitir que una organización privada hiciese lo mismo, en contra de los intereses de los consumidores. Lo que se pretendía era construir un país con un orden político-económico-legal integral, donde se gozaba tanto de libertad política como económica, y que se protegía contra la concentración del poder, tanto económico como político. En este sentido, el Ordoliberalismo se adelantó al Institucionalismo de Douglas North, premio Nobel, por su énfasis en los marcos institucionales en el que tomasen sus decisiones los agentes económicos, como a la Escuela Constitucionalista de James Buchanan, premio Nobel, por su énfasis en la importancia de las constituciones económicas como garantes de derechos y límites al poder del Estado, y de grupos de presión que actuasen por medio del Estado.

El Ordoliberalismo merece otro vistazo por, no solo economistas, sino todo tipo de científico social, particularmente liberales. Su enfoque no matemático, multidisciplinario, e intelectualmente ecléctico, que le permite abrirse a recibir aportes en temas sociológicos, legales, históricos, etc., lo marca como una escuela de pensamiento idónea para la clase intelectual Latinoamericana. Que quede claro, el quien lo explore no tendrá vía fácil. El Ordoliberalismo rechaza el argumento libertario puro que la economía de mercado y todos sus dones surgen de manera espontánea. La experiencia Nazi les convenció de eso. Asimismo, el Ordoliberalismo rechaza el keynesianismo puro y la socialdemocracia, porque anticipan que pararían en el crecimiento sin fin del Estado, lo cual implicaría el fin de la libertad que buscan proteger. Lejos de descalificarla, el hecho que recibe críticas tanto desde el lado liberal como el lado socialista habla bien del esfuerzo, y éxito, que ha tenido la escuela en penetrar el ideario intelectual latinoamericano.

La Economía Social de Mercado como tercera vía.

Nicholas Virzi
15 de enero, 2015

En artículos anteriores he escrito sobre el Ordoliberalismo en la tradición de Walter Eucken de la conocida Escuela de Friburgo en Alemania, durante la década de 1930. Para Marcelo Resico, Friedrich Von Hayek y Wilhelm Röpke se incluyen en el grupo de cofundadores de la Economía Social de Mercado, una tesis interesante, aunque disputable en el caso de Hayek. Lo cierto es que el Ordoliberalismo nutro las bases de lo que se llegaría a conocer como la Economía Social de Mercado, termino acunado por Alfred Müller Armack, y hecho famoso por Ludwig Erhard, en su puesto de Ministro de Economía en el primer gobierno alemán bajo la ocupación militar aliada liderada por Estados Unidos. Como resumen preliminar, la Economía Social de Mercado se dice que se basa en una economía de libre mercado marcada por reglas y mecanismos de compensación social que mitigan los efectos más políticamente costosos de una economía de libre mercado pura.

La Economía Social de Mercado busca proteger constitucionalmente la libertad política y económica, por lo que prima la competencia en una economía de mercado libre, libre de intervenciones arbitrarias del sector público, como el privado. En la concepción de Müller-Armack, busca reconciliar el principio de la libertad con un alto nivel de seguridad y asistencia social, con mecanismos de compensación social al grado necesario. ¿De dónde y de que cuenta surgió este modelo? La respuesta es relativamente fácil de dar, desde una perspectiva institucionalista. El régimen socialista totalitario Nazi fue derrotado y Alemania partida en dos países, uno ocupado por el otro régimen socialista totalitario Soviético, y el otro ocupado por los países liberales aliados liderados por Estados Unidos. Después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, no había manera de negar que Alemania hubiera tocado fondo y los viejos modelos no daban respuestas a las necesidades nacionales.

Fue en Alemania Occidental, ocupada por las fuerzas militares liberales, donde no solo se permitió sino se facilitó –monetaria, militar y moralmente — la reconstrucción de un país con un régimen político y económico liberal. El resultado fue el famoso “Milagro Alemán”. Con el liberalismo clásico mediáticamente descalificado por la experiencia de la Gran Depresión, el colectivismo en desgracia por la experiencia Nazi, y su variante comunista rechazada por su brutal (sino racional) ocupación de Alemania Oriental por parte de la Unión Soviética, las condiciones políticas, económicas y sociales eran propicias para que Ludwig Erhard emprendiese en Alemania en 1948 una “tercera vía”, la Economía Social de Mercado.

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Esta tercera vía resultó ser caracterizada por tanta libertad necesaria como para complacer a los señores militares de la Ocupación Americana, y tanta compensación social como para mitigar el atractivo político de los movimientos políticos de la izquierda radical, que se posicionaban como si habrían ganado merecidamente un espacio político y moral luego de la derrota del régimen Nazi (con el que pocos años antes se habían aliado en el Pacto de Hierro entre Alemania bajo Hitler y la Unión Soviética bajo Stalin, en 1939). Bajo la influencia Americana, los Alemanes apostaron por el camino liberal, pero fieles a sus propias tradiciones y cultura, con un estado fuerte, en el sentido autónomo, capaz de resistir las presiones políticas características de un modelo político pluralista donde el Estado mismo se convierte en el campo de batalla de los partidos políticos y grupos de presión. Aquí la experiencia Alemana, donde las grandes empresas y carteles hicieron causa común con el régimen socialista Nazi fue clave como para descalificar a los grandes empresarios como predicadores creíbles de la verdad y el progreso.

He aquí también el porqué de una ley de competencia que asegure que el mercado libre funcione de acorde con sus principios teóricos que la justifican como moralmente superior a cualquier otro sistema económico. En la lógica Ordoliberal, no tenía sentido preocuparse que el Estado juntase tanto poder si uno iba permitir que una organización privada hiciese lo mismo, en contra de los intereses de los consumidores. Lo que se pretendía era construir un país con un orden político-económico-legal integral, donde se gozaba tanto de libertad política como económica, y que se protegía contra la concentración del poder, tanto económico como político. En este sentido, el Ordoliberalismo se adelantó al Institucionalismo de Douglas North, premio Nobel, por su énfasis en los marcos institucionales en el que tomasen sus decisiones los agentes económicos, como a la Escuela Constitucionalista de James Buchanan, premio Nobel, por su énfasis en la importancia de las constituciones económicas como garantes de derechos y límites al poder del Estado, y de grupos de presión que actuasen por medio del Estado.

El Ordoliberalismo merece otro vistazo por, no solo economistas, sino todo tipo de científico social, particularmente liberales. Su enfoque no matemático, multidisciplinario, e intelectualmente ecléctico, que le permite abrirse a recibir aportes en temas sociológicos, legales, históricos, etc., lo marca como una escuela de pensamiento idónea para la clase intelectual Latinoamericana. Que quede claro, el quien lo explore no tendrá vía fácil. El Ordoliberalismo rechaza el argumento libertario puro que la economía de mercado y todos sus dones surgen de manera espontánea. La experiencia Nazi les convenció de eso. Asimismo, el Ordoliberalismo rechaza el keynesianismo puro y la socialdemocracia, porque anticipan que pararían en el crecimiento sin fin del Estado, lo cual implicaría el fin de la libertad que buscan proteger. Lejos de descalificarla, el hecho que recibe críticas tanto desde el lado liberal como el lado socialista habla bien del esfuerzo, y éxito, que ha tenido la escuela en penetrar el ideario intelectual latinoamericano.