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Patologías religiosas

Redacción
22 de enero, 2015

Los últimos lamentables sucesos ocurridos en la capital francesa generaron tanto repudio como apoyo desde diferentes partes y comunidades del mundo. Los perpetradores, fundamentalistas religiosos a ultranza, fueron calificados por el Papa Francisco como esclavos de las peores  “formas desviadas de la religión” que utilizan a Dios como un mero pretexto ideológico para perpetuar los asesinatos en masa. Además ha hecho un llamado a los líderes musulmanes para que condenen las “interpretaciones extremistas” de su fe que pretenden justificar este tipo de violencia.

La religión es un conjunto de creencias y prácticas que tiene a un dios, o a los dioses, como objeto. Toda religión desemboca en una moral dogmática o procede de ella: el bien erigido en verdad, el deber en ley y la virtud en sumisión. (Sponville, 2001) La religión es odiosa cuando desemboca en el odio o la violencia. Ya no es religión, es fanatismo… fundamentalismo. Y esta patología se produce en todas las religiones, no por sus preceptos o creencias, sino por quienes toman éstos para justificar sus actos más dañinos, discriminatorios o irracionales.

En el Islamismo la profesión de fe se reduce a “Doy testimonio de que no hay más dios que Dios y que Mahoma es enviado de Dios” y sus fundamentos suelen atribuirse cuatro (el Corán, la Tradición del profeta, el consenso y el razonamiento); pero como en toda comunidad religiosa abundan las controversias y las controversias acerca de las controversias de sus interpretaciones, alcances, límites, legitimidad y códigos. El Cristianismo es ejemplo claro, tiene más divisiones y ramificaciones que un árbol de flor de India. El islamismo, no exento de ello, también tiene ramas como los sunnitas, los karejitas y los chiítas; éste último, según un criterio histórico-teológico, posee diferentes ramas: kaysanis y mujtaris, zaydismo, septimanos, fastos fatimidos y particularismo druso, hashshashin, agha-kanes, qarmatas y alauitas, los duodecimanos de Irán (Guellouz, 1997).

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Todas las religiones y sus ramas son acreedoras del respeto y la dignificación que tanto el ordenamiento jurídico internacional como local les reconoce y merece. Son el producto objetivo del derecho a la libre determinación de la conciencia, derecho personalísimo. Sin embargo, la convivencia entre personas de diferente religión ha sido históricamente un reto para la humanidad. Ejemplo de ello, el relato de Moisés y la liberación contra Egipto, las Cruzadas, las batallas otomanas,  el fin de la guerra civil en Estados Unidos y la revolución guatemalteca de 1971 (y los hechos ocurridos en Atitlán el año pasado), por poner algunos ejemplos que distraigan de los atroces hechos ocurridos en París, Nigeria y Pakistán este mes.

Las patologías en la religión derivan de la pasión, el trastorno  y la enfermedad… y desembocan en las más viles violaciones a los derechos fundamentales que pretenden ser justificadas por interpretaciones extremas de los textos o credos en los que las religiones se basan, sitúan el miedo y el caos alimentados por una hermenéutica de los principios egoísta y contraria a la paz y la tolerancia.

Es por ello que los fundamentalismos religiosos –como formas patológicas- deben ser motivo de atención por los Estados y por la sociedad puesto que alrededor de sus manifestaciones públicas, tanto individuales como colectivas, se genera un ambiente de zozobra y estigmatización frente a quienes practican legítimamente una creencia. Termino con una frase de Laurent Fabius: “La religión de los terroristas no es el Islam” advirtiendo que la palabra islamista no debe utilizarse para referirse a esos asesinos (los perpetradores de la masacre de París).

Patologías religiosas

Redacción
22 de enero, 2015

Los últimos lamentables sucesos ocurridos en la capital francesa generaron tanto repudio como apoyo desde diferentes partes y comunidades del mundo. Los perpetradores, fundamentalistas religiosos a ultranza, fueron calificados por el Papa Francisco como esclavos de las peores  “formas desviadas de la religión” que utilizan a Dios como un mero pretexto ideológico para perpetuar los asesinatos en masa. Además ha hecho un llamado a los líderes musulmanes para que condenen las “interpretaciones extremistas” de su fe que pretenden justificar este tipo de violencia.

La religión es un conjunto de creencias y prácticas que tiene a un dios, o a los dioses, como objeto. Toda religión desemboca en una moral dogmática o procede de ella: el bien erigido en verdad, el deber en ley y la virtud en sumisión. (Sponville, 2001) La religión es odiosa cuando desemboca en el odio o la violencia. Ya no es religión, es fanatismo… fundamentalismo. Y esta patología se produce en todas las religiones, no por sus preceptos o creencias, sino por quienes toman éstos para justificar sus actos más dañinos, discriminatorios o irracionales.

En el Islamismo la profesión de fe se reduce a “Doy testimonio de que no hay más dios que Dios y que Mahoma es enviado de Dios” y sus fundamentos suelen atribuirse cuatro (el Corán, la Tradición del profeta, el consenso y el razonamiento); pero como en toda comunidad religiosa abundan las controversias y las controversias acerca de las controversias de sus interpretaciones, alcances, límites, legitimidad y códigos. El Cristianismo es ejemplo claro, tiene más divisiones y ramificaciones que un árbol de flor de India. El islamismo, no exento de ello, también tiene ramas como los sunnitas, los karejitas y los chiítas; éste último, según un criterio histórico-teológico, posee diferentes ramas: kaysanis y mujtaris, zaydismo, septimanos, fastos fatimidos y particularismo druso, hashshashin, agha-kanes, qarmatas y alauitas, los duodecimanos de Irán (Guellouz, 1997).

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Todas las religiones y sus ramas son acreedoras del respeto y la dignificación que tanto el ordenamiento jurídico internacional como local les reconoce y merece. Son el producto objetivo del derecho a la libre determinación de la conciencia, derecho personalísimo. Sin embargo, la convivencia entre personas de diferente religión ha sido históricamente un reto para la humanidad. Ejemplo de ello, el relato de Moisés y la liberación contra Egipto, las Cruzadas, las batallas otomanas,  el fin de la guerra civil en Estados Unidos y la revolución guatemalteca de 1971 (y los hechos ocurridos en Atitlán el año pasado), por poner algunos ejemplos que distraigan de los atroces hechos ocurridos en París, Nigeria y Pakistán este mes.

Las patologías en la religión derivan de la pasión, el trastorno  y la enfermedad… y desembocan en las más viles violaciones a los derechos fundamentales que pretenden ser justificadas por interpretaciones extremas de los textos o credos en los que las religiones se basan, sitúan el miedo y el caos alimentados por una hermenéutica de los principios egoísta y contraria a la paz y la tolerancia.

Es por ello que los fundamentalismos religiosos –como formas patológicas- deben ser motivo de atención por los Estados y por la sociedad puesto que alrededor de sus manifestaciones públicas, tanto individuales como colectivas, se genera un ambiente de zozobra y estigmatización frente a quienes practican legítimamente una creencia. Termino con una frase de Laurent Fabius: “La religión de los terroristas no es el Islam” advirtiendo que la palabra islamista no debe utilizarse para referirse a esos asesinos (los perpetradores de la masacre de París).