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Vaclav Havel y caso de Guatemala.

Redacción
28 de enero, 2015

Vaclav Havel, el destacado intelectual de origen Checo de la segunda mitad del siglo pasado, tuvo una explicación interesante para todo el proceso de anomia que vivieron las sociedades sometidas al yugo comunista en los distintos países de la Europa del Este, durante los más de 40 años que duró la cortina de hierro. El afirmaba que, con un sentido muy agudo de sobrevivencia, los ciudadanos se acostumbraron a vivir una especie de “vida en paralelo” a lo que ocurría en los ambientes políticos oficiales, donde el dogma, la rigidez y la persecución eran la norma. Siguiendo este modelo, los individuos renunciaron de alguna manera a querer cambiar las cosas en el orden político, a cambio de que ellos pudieran llevar una vida medianamente soportable en el plano social. Dicho en otras palabras, “dejemos que los comunistas sigan hablando de sus consignas y continúen ejerciendo funciones de autoridad pública, mientras nos permitan a nosotros organizarnos en un cierto modo de vida, que cada vez se parezca menos al modelo”. Todos ganaban en esta mentira acordada: unos seguían ejerciendo en forma indiscutida el poder en un régimen de apariencias, y los otros intentaban vivir su vida lo más normal posible, procurando en lo político voltear a ver para otro lado.

Este modelo, que se practicó durante muchos años en Polonia o la República Checa, no era por supuesto sostenible. Partía de la base que se puede renunciar perpetuamente a la libertad o que las sociedades se terminan moldeando a la forma de su régimen, como el agua que toma la forma del recipiente que le contiene. No es así, y lo prueba justamente que en estos países los cambios se produjeron, para sorpresa del mundo, con apenas unos pocos fulminantes que le precedieron. Eso sí, lo interesante del modelo es que en estos países, donde la sociedad se comenzó a organizar desde abajo, las transiciones fueron menos violentas. No hubo aquí, por ejemplo, fusilamientos o secuestros al producirse el derrumbamiento del sistema, como sí fue el caso del ensayo Rumano y Ruso, respectivamente.

Es curioso pero cuando uno pone su mirada en el modelo político guatemalteco, uno encuentra asombrosas coincidencias. Pareciera que ha ocurrido una especie de “entrega” de nuestro sistema político, que ocurrió no sé cómo, ni cuándo, pero que ha hecho que la ciudadanía perciba que los personajes de mejores capacidades académicas, de mayores credenciales profesionales o de comportamientos rectilíneos, le han cedido el puesto a otros menos formados, ciertamente poco cultivados pero eso sí más versados en el arte de extraer negocios al amparo de lo público. Con excepciones importantes, hoy el estamento político pareciera “estar en sintonía” entre sí, para darse por turnos, la oportunidad de lucrar y ejercer el poder. Todo ello ante la vista de una sociedad que prefiere ver más por lo suyo, y que a lo sumo se ha concentrado en la denuncia y la queja lastimera. Es como si estuviéramos repitiendo ese “mundo dual” que experimentaron los países de los que hemos hablado.  Un segmento muy particular de la sociedad gobierna y otro, en el mejor de los casos, se desentiende de los asuntos públicos para ocuparse de su propia circunstancia.

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Lo cierto es que esto no puede seguir así indefinidamente. Un estamento siempre termina alcanzado al otro y es allí cuando se producen los cambios. Pero en ello hay dos caminos. Hay quienes ven señas de implosión del sistema y hasta han sugerido los caminos revolucionarios, que como lo hemos visto, siempre terminan en consecuencias peores. Yo por mi parte, veo síntomas que permitirían anticipar una transición a la polaca. Veo que hay un gran vigor en la organización social y ciudadana, hay una necesidad muy sentida de un recambio generacional en lo público y existen además esfuerzos serios para enseñar el arte del buen gobierno.

Al final, toda sociedad necesite un fulminante para poner en marcha los procesos. Personajes históricos como Walesa o Havel lo fueron para sus respectivos países. Será este un año en que por fin podamos decir que hemos puesto en marcha esta transición? Serán personas en lo individual, instituciones o una nueva generación las que lideren ese cambio? Está por verse.

Vaclav Havel y caso de Guatemala.

Redacción
28 de enero, 2015

Vaclav Havel, el destacado intelectual de origen Checo de la segunda mitad del siglo pasado, tuvo una explicación interesante para todo el proceso de anomia que vivieron las sociedades sometidas al yugo comunista en los distintos países de la Europa del Este, durante los más de 40 años que duró la cortina de hierro. El afirmaba que, con un sentido muy agudo de sobrevivencia, los ciudadanos se acostumbraron a vivir una especie de “vida en paralelo” a lo que ocurría en los ambientes políticos oficiales, donde el dogma, la rigidez y la persecución eran la norma. Siguiendo este modelo, los individuos renunciaron de alguna manera a querer cambiar las cosas en el orden político, a cambio de que ellos pudieran llevar una vida medianamente soportable en el plano social. Dicho en otras palabras, “dejemos que los comunistas sigan hablando de sus consignas y continúen ejerciendo funciones de autoridad pública, mientras nos permitan a nosotros organizarnos en un cierto modo de vida, que cada vez se parezca menos al modelo”. Todos ganaban en esta mentira acordada: unos seguían ejerciendo en forma indiscutida el poder en un régimen de apariencias, y los otros intentaban vivir su vida lo más normal posible, procurando en lo político voltear a ver para otro lado.

Este modelo, que se practicó durante muchos años en Polonia o la República Checa, no era por supuesto sostenible. Partía de la base que se puede renunciar perpetuamente a la libertad o que las sociedades se terminan moldeando a la forma de su régimen, como el agua que toma la forma del recipiente que le contiene. No es así, y lo prueba justamente que en estos países los cambios se produjeron, para sorpresa del mundo, con apenas unos pocos fulminantes que le precedieron. Eso sí, lo interesante del modelo es que en estos países, donde la sociedad se comenzó a organizar desde abajo, las transiciones fueron menos violentas. No hubo aquí, por ejemplo, fusilamientos o secuestros al producirse el derrumbamiento del sistema, como sí fue el caso del ensayo Rumano y Ruso, respectivamente.

Es curioso pero cuando uno pone su mirada en el modelo político guatemalteco, uno encuentra asombrosas coincidencias. Pareciera que ha ocurrido una especie de “entrega” de nuestro sistema político, que ocurrió no sé cómo, ni cuándo, pero que ha hecho que la ciudadanía perciba que los personajes de mejores capacidades académicas, de mayores credenciales profesionales o de comportamientos rectilíneos, le han cedido el puesto a otros menos formados, ciertamente poco cultivados pero eso sí más versados en el arte de extraer negocios al amparo de lo público. Con excepciones importantes, hoy el estamento político pareciera “estar en sintonía” entre sí, para darse por turnos, la oportunidad de lucrar y ejercer el poder. Todo ello ante la vista de una sociedad que prefiere ver más por lo suyo, y que a lo sumo se ha concentrado en la denuncia y la queja lastimera. Es como si estuviéramos repitiendo ese “mundo dual” que experimentaron los países de los que hemos hablado.  Un segmento muy particular de la sociedad gobierna y otro, en el mejor de los casos, se desentiende de los asuntos públicos para ocuparse de su propia circunstancia.

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Lo cierto es que esto no puede seguir así indefinidamente. Un estamento siempre termina alcanzado al otro y es allí cuando se producen los cambios. Pero en ello hay dos caminos. Hay quienes ven señas de implosión del sistema y hasta han sugerido los caminos revolucionarios, que como lo hemos visto, siempre terminan en consecuencias peores. Yo por mi parte, veo síntomas que permitirían anticipar una transición a la polaca. Veo que hay un gran vigor en la organización social y ciudadana, hay una necesidad muy sentida de un recambio generacional en lo público y existen además esfuerzos serios para enseñar el arte del buen gobierno.

Al final, toda sociedad necesite un fulminante para poner en marcha los procesos. Personajes históricos como Walesa o Havel lo fueron para sus respectivos países. Será este un año en que por fin podamos decir que hemos puesto en marcha esta transición? Serán personas en lo individual, instituciones o una nueva generación las que lideren ese cambio? Está por verse.